Le confieso que miro la carita de Chicha y se me hiela la sangre. Porque ese nenito fue asesinado por el hambre. Y por los funcionarios miserables, inútiles y ladrones que han condenado a tantos chicos a la indigencia. La carita de Chicha que apenas tenía 8 años, muestra su flequillo y sus ojos tristes de mirada profunda. Chicha nos mira a todos, pero sobre todo a los gobernantes. Es una mirada demandante que demuestra que los únicos privilegiados ya no son los niños. Los únicos privilegiados son los burócratas oficialistas que roban pero no hacen.
Chicha era hermoso como todo pibe de 8 años. Lucía una remera con la imagen del Capitán América. Pero ni ese súper héroe lo pudo salvar de la muerte.
Estaba en ese basurero gigante a cielo abierto que llaman “El Volcadero” en Paraná, la capital de Entre Ríos. Con otros amiguitos estaban haciendo lo mismo que hacen todos los días: esperaban al camión municipal que retira la basura de la zona donde están los restaurantes del centro. Sueñan con los restos de una hamburguesa y algunas papas fritas. Hurgan entre los desperdicios buscando algo que los saque del hambre y la indigencia que los mata todos los días. Pero ese día, el hambre con forma de camión, asesinó a Chicha,
Corrió para treparse al paragolpes. Un pozo grande en ese camino de tierra, sacudió al vehículo y Chicha se cayó. El camión le pasó por encima y lo mató en el acto. ¿Hay imagen más horrorosa que ver a ese chiquito aplastado por la ausencia del estado?
Chicha, es decir Víctor, no es una excepción. Más de la mitad de los chicos argentinos son pobres. Según el último informa del INDEC, son el 51,5%. De ese total, el 13,2% son indigentes. Chicha era parte de ese 13,2% pero no es un número frío en una planilla estadística.
Es un argentinito que murió por causas totalmente evitables. ¿O no dicen que Argentina es capaz de producir alimentos para 400 millones de personas, más o menos 10 veces nuestra población?
La indigencia define a quienes no cubren la canasta básica de alimentos. Los funcionarios caraduras apelan al eufemismo de llamarle “inseguridad alimentaria severa”. Eso se llama hambre. Eso se llama fracaso de un país que no ha sido capaz de eliminar la pobreza entre los más chicos. No conozco una tarea más importante que esa. ¿Tomarán conciencia de este drama el presidente Fernández y su vice Cristina o el gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet o el intendente de Paraná, Adan Bahl. ¿Alguien se acordará del ex gobernador Sergio Uribarri condenado por corrupción?
Una vez más tenemos que decir que la corrupción mata.
No podemos olvidar a Chicha ni a todos los pibes que pasan hambre en la Argentina. Se reparte tanto dinero en forma arbitraria y corrupta que solo con una organización transparente se podría evitar que en este país, más del 13% de los pibes sufran hambre.
Es una llaga abierta en el corazón de esta sociedad.
Y los datos que ofrece el INDEC son solamente un piso. Porque Agustín Salvia, el titular del Observatorio Social de la Universidad Católica, dice que las próximas mediciones, ese drama va a ser más grave todavía. Porque la inflación del período medido, el primer semestre, es más baja de la que vamos a registrar en el segundo semestre. Esa maldita inflación que la población ubica como el drama más angustiante. Muchos funcionarios creen que es un invento de los medios y que es más importante ganar el mundial de fútbol. Alberto le declaró la guerra a la inflación y perdió por paliza. Convocó a la mesa del hambre y fracasó estrepitosamente. Ya tuvo que disolverla.
Desde el regreso de la democracia en 1983, el peronismo gobernó el 68% del tiempo.
Desde el regreso de la democracia, recuperamos la libertad y las instituciones republicanas. Es una condición necesaria pero no suficiente. Los gobiernos que sigan multiplicando la indigencia y el hambre entre los chicos argentinos estarán cometiendo un crimen de lesa indignidad. No podemos permitirlo. No podemos soportar que todos los días mueran chicos por desnutrición o sean asesinados por el hambre.
A esta hora hay un niño en la calle. Soy una sonrisa sin dientes, lluvia sin techo, uña con tierra, soy lo que sobró de la guerra. Un estómago vacío… a esta hora hay un niño en la calle.
Por la memoria de Chicha y de todos los chicos que sufren y mueren en la calle. Nunca más.