El milagro del trasplante – 4 de enero 2018

Intoxicados de tantos ladrones de estado que, por suerte, muchos de ellos están presos, siempre conviene abrir una ventana de aire puro que nos confirme que no todo está perdido. Para que certifique que la inmensa mayoría de compatriotas es gente decente, trabajadora y solidaria. Por eso la historia de Matías Proverbio me conmovió tanto. Porque tiene todos los componentes de la Argentina que soñamos. Excelencia profesional, generosidad hasta después de la muerte y apuesta a la vida.
Matías Proverbio tiene apenas 19 años. Y acaba de ser protagonista de una hazaña médica. Por primera vez en América Latina le hicieron un trasplante bi pulmonar y hepático combinado. La batalla colosal para salvar a Matías la dieron 18 profesionales, durante 12 horas. Diez cirujanos de lo mejor que hay por estas pampas, 2 anestesistas y 4 instrumentistas son los talentos que lograron este record. Colocaron en el cuerpo débil de Mati dos pulmones, un hígado, una sonrisa luminosa y una esperanza contagiosa.
Cuando no, la operación se hizo en la Fundación Favaloro bajo la batuta del jefe de trasplantes de ese templo de la medicina que hace honor a su fundador. Estamos hablando del doctor Alejandro Bertolotti al que los argentinos deberíamos admirar y conocer mucho más que a tanta figurita farandulesca vacía de neuronas y ejemplos.
Matías tiene la mirada cargada de futuro. Le toma la mano a Zulma, su madre y sueña con ir a jugar a la play con sus amigos de Avellaneda, con comer la comida rica que le hace su vieja, con el barrio querido para pasear a su perra.
Zulma y Matías fueron dos guerreros que se sostuvieron mutuamente. Ella dice que todo esto fue un parto que produjo el segundo nacimiento de su hijo y que ahora, tiene dos angelitos por los que rezar, Matías y el chico formoseño que le donó sus órganos por decisión de su familia.
Mati tiene un arito rojo en la oreja izquierda, una bermuda de jean, una camisa floreada llena de colores como carcajadas y sueña lo que todos los pibes de 19 años sueñan. El jefe de los que le hicieron el trasplante hepático es el doctor Barros Schellotto, hermano de los mellizos que dirigen técnicamente a Boca y de Carolina, la hermana dirigente de Cambiemos. Matías ya le agradeció al doctor de apellidos ilustre y futbolero que le permita conocer la Bombonera y acceder a una camiseta firmada por los jugadores. Era uno de sus sueños y lo acaba de transformar en realidad.
Me enteré de todo esto gracias a la nota de Rosario Medina en Clarín y de Valeria Sanpedro en TN y eso me incitó a buscar más datos sobre la donación de órganos. Matías volvió a vivir y a cantar.
Matías padecía una fibrosis quística con falla hepática que es una enfermedad terrible, hereditaria y que no tiene cura. No hay muchos casos de intervenciones de este tipo. En Estados Unidos se hicieron 91 y, reitero, en Latinoamérica esta es la primera.
En el quirófano los genios del bisturí trabajaron simultáneamente en dos equipos y armaron un mecanismo de precisión.
Matías la pasaba muy mal. Tenía que optar entre comer o respirar y eso lo llevó a la desnutrición. Tenía reiteradas infecciones pulmonares. Utilizaba una máscara y el mismo dijo que se parecía a Darth Vader, el personaje central de la saga de Star Wars, del genial George Lucas. Estuvo dos años en lista de espera que como todo el mundo sabe, desespera. La doctora Silvina Lubovich fue clave durante los cuatro años que Mati estuvo en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, otra catedral de talentos académicos regados de vocación de servicio.
Matías quiere ser prefecto o perito criminalístico. El milagro del trasplante se hizo realidad. Matías puede respirar tranquilo y todos los argentinos, también.
Todavía falta mucho, pero en el año que recién termina, la donación de órganos aumentó un 15%, según el INCUCAI. Hubo 116 trasplantes de corazón, más de 900 de pulmón y 394 de hígado entre los más comunes.
Estamos comprendiendo que donar órganos es como sembrar mil esperanzas todos los días. Es la máxima solidaridad posible. Un solo donante, escuche bien por favor, un solo donante puede salvar la vida de 10 personas. Es la generosidad solidaria que se multiplica. Es una forma de procreación al alcance del ser humano por ser humano. ¿A cuántos hermanos podemos salvar? ¿Cuántos compatriotas pueden recibir semejante bendición? ¿Se lo preguntó alguna vez? ¿Hay otra forma superior de la entrega y el servicio hacia los demás? Es ser solidario con nuestro propio cuerpo aún después de muerto. Dar hasta que duela como pedía la Madre Teresa. Es como arrebatarle un poco de vida a la muerte, como ganarle algunas batallas.
Muchas veces la gente tira para atrás por desconfianza. La comprendo pero no la justifico. Hemos sufrido tantos engaños y desilusiones desde las instituciones que todo nos despierta sospecha. Pero en el caso de la donación de órganos hay que confiar. Nunca, jamás, se comprobó un solo caso en el que haya ocurrido algo poco claro o reñido con la ética. Hay tanta leyenda urbana producto de la ignorancia que vale la pena repetirlo una y mil veces. No se registran hechos de corrupción ni de malversación y mucho menos de tráfico vinculado al trasplante de órganos. Esas historias inventadas nos hacen mucho mal como sociedad. A todos, porque todos podemos ser donantes y todos podemos necesitar que nos donen un órgano. Uno nunca sabe su destino. Nunca sabe de qué lado del trasplante puede estar. Es actuar en defensa propia. Le recuerdo que la evaluación de los doctores del INCUCAI es muy rigurosa para confirmar la muerte. La ley exige que dos médicos, un terapista y un neurólogo firmen el acta de defunción. Y se hacen dos exámenes separados por seis horas. Hacen falta más campañas de concientización hacia la sociedad y capacitación para los médicos. En este momento hay miles de personas en lista de espera. No son números de una planilla. Son hijos, padres, hermanos, novios, amantes, soñadores, tan argentinos como cualquiera de nosotros y esperan en la lista y desesperan en la angustia. La medicina avanza a pasos agigantados y los trasplantes son cada vez más frecuentes y exitosos en la Argentina pero en este bendito país los donantes no alcanzan. Hemos mejorado pero todavía falta. Los periodistas, los docentes, los religiosos, los políticos, los artistas, los deportistas y todos los que tenemos un micrófono, una tribuna o un púlpito desde donde difundir informaciones y pensamientos tenemos la responsabilidad social, la obligación moral de incitar a la esperanza, de fomentar la donación, de multiplicar la solidaridad de hacer una propaganda constante de los valores que nos hermanen más y nos hagan mejores personas y mejores argentinos. No hay otra. Un nuevo país solo tendrá mejores cimientos con mejores ciudadanos. Hubo campañas de todos los colores. Una que decía: escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo y donar un órgano. Hay que iluminar la vida de los donantes con la posibilidad de dar a luz sin ser padre o madre. Dar a luz a otro ser humano sin parir pero dando vida. Suena maravilloso. Es una epopeya que salva la vida de nuestros semejantes. ¿Hay algo superior a eso?
Matías Proverbio volvió a vivir. Un proverbio de un escritor romano del siglo II dice que: “uno a uno, todos somos mortales. Juntos somos eternos”.
A esta hora exactamente hay un donante en la calle. Eso que late en la patria no es otra cosa que nuestro corazón multiplicado. Combatiendo a la muerte, honramos la vida. Quién dijo que todo está perdido/ yo vengo a ofrecer mi corazón. Combatiendo a la muerte, honramos la vida. La gran Eladia nuestra que está en los cielos lo decía con toda luminosidad:
Eso de durar y transcurrir,
no nos dá derecho a presumir,
porque no es lo mismo vivir,
que honrar la vida.
Donar órganos. Dar vida aún después de muertos es honrar la vida.