Alberto, testaferro o sepulturero – 20 de mayo 2019

Yo he sido, soy y seré muy crítico de Cristina Kirchner. No es un por un tema personal. Considero que ella es la persona que más daño le hizo a la democracia argentina y la que más daño le puede seguir haciendo si vuelve al poder. Hablo de la asociación ilícita que lideró para perpetrar un colosal sistema de corrupción nunca visto y saquear en forma serial al estado. Hablo del chavismo kirchnerista que pretendió y pretende instalar con amenazas e intimidaciones feroces a opositores y periodistas independientes. Hablo del odio militante con el que produjo la fractura expuesta de la sociedad que tiene su origen en sus características personales de soberbia, maltrato y mezquindad, pero que justificó con la ideología del nacional populismo.
Insisto: Yo he sido, soy y seré muy crítico de Cristina Kirchner.
Y esta columna será una de las más duras contra Cristina. Salvo que esta vez la voy a construir no con mis palabras, sino con las de Alberto Fernández a quien ella le ordenó ser candidato a presidente de la Nación. De entrada nomás, le privó de hacer el primer anuncio. Lo hizo ella en un hecho inédito en la historia política. Ella lo colocó como su testaferro en el primer lugar de la boleta. Ella está acostumbrada a manejarse con testaferros.
Por eso creo que la nueva fórmula del kirchnerismo es menos de lo mismo. La presencia de Cristina sigue produciendo el mismo espanto y Alberto no suma un solo voto. Solo agrega su bajo nivel de conocimiento, su falta de carisma y empatía con los sectores más humildes y una volatilidad de pensamiento que algunos definen como oportunista, otros como impostor y algunos como “camaleón”. Alberto acusa a Macri de neoliberal pero Alberto fue funcionario de Menem y socio político de Cavallo.
También parte del dispositivo de Duhalde, luego de Néstor y de Cristina y después fue jefe de campaña de Sergio Massa y de Florencio Randazzo al que llevó al fracaso de 5% de los votos. La perinola partidaria de Alberto hoy cayó nuevamente en el equipo de Cristina.
Es que siempre fue un monje gris que se manejó en las sombras, fingiendo ser un hombre de diálogo cuando en realidad fue el ejecutor de varias de las acciones de mayor nivel de agresividad y ataque a los medios y a los políticos que no se subordinaron a los K. Hacían ese jueguito del policía bueno y el policía malo con Néstor. El ex presidente te tiraba con misiles y después aparecía Alberto para llevarte curitas y algodón.
Un juego de pinzas que ahora intentan repetir con Cristina.
Con el tema de la justicia quedó muy claro. Amenazó a varios jueces que no son chupamedias de Cristina y les avisó que “van a tener que dar explicaciones de las barrabasadas que hicieron”. Avisó a que jueces les va a cortar las bolas, según el humor de Alejandro Borensztein. De hecho, la Asociación de Magistrados emitió un duro comunicado contra su actitud anti republicana y desafiante.
Insisto: Yo he sido, soy y seré muy crítico de Cristina. Pero hoy voy a utilizar los palazos que Alberto le pegó a Cristina para demostrar la debilidad de Cristina que se vio obligada a elegir a alguien con el que se estuvo tirando dinamita durante una década.
Es muy ilustrativo recurrir al archivo para recordar que opinaba Cristina de Alberto al que denunciaron como lobista de Repsol. Lo canalizó a través del para periodismo del pauta dependiente Diego Gvirtz. El programa 67 chorro (como lo bautizó Lanata) lo tuvo varias veces en su mira y le disparó munición gruesa.
Conviene recordar que Alberto fue también lobista de Cristóbal López con factura por sus servicios y todo y actualmente es el abogado defensor de quien, entre otras estafas, se robó los 8 mil millones que debía retener y enviar de inmediato al estado como impuesto al combustible.
Los escraches de la tevé K contra Alberto eran parte de la guerra y en respuesta a los sablazos que él le tiraba a Cristina. En una recopilación de tuits el actual compañero de fórmula que ungió Cristina decía que los peronistas no debían ser aplaudidores porque ella no era comandante “ni el resto somos reclutas”, que Cristina busca subordinar la justicia y que su gobierno es psicótico y ella también actúa como una psicópata. ¿Fuerte no? Agresiones de alto calibre. Otro tuit decía: “No estoy a la altura de Cristina. No suelo vivir en la fantasía de los soberbios. Es penoso como ella somete a las instituciones. A Néstor lo acompañé pero con Cristina es imposible”.
El perseguidor tuvo que beber la misma medicina y se transformó en perseguido. Lo denunció varias veces: “Ella estigmatizó a todo el que pensaba distinto y yo fui víctima de todo eso.”
Con los muchachos de La Cámpora tuvo fuertes choques más allá del pacto que acaba de firmar con Máximo. “Todos los militontos se creen revolucionarios y son tristes repetidores de mentiras”. Ese dardo les tiro a los camporitas. En el caso de la designación del general César Milani fue demoledor: “Que tozudez de Cristina. Se encaprichó con Boudou y pagó un enorme costo. ¿Cuánto pagará por sostener a un encubridor de desapariciones”.
Otro video antológico es cuando Alberto describe a Cristina como alguien que tiene una enorme distorsión de la realidad y recuerda aquella atrocidad de haber sostenido la mentira de Aníbal de que Alemania tenía más pobres que Argentina. La acusa de ser una negadora, terca y absurda que hizo el peor daño posible al invisibilizar a los pobres. Parece Elisa Carrió la que castiga a Cristina pero es Alberto. Elisa Carrió ya lo bautizó y le sacó la ficha: “Es Jack el destripador que viene a garantizar impunidad a los funcionarios k y a los empresarios de los cuadernos”
Ocurre algo insólito. Son tantos los cachetazos políticos que Alberto le pegó a Cristina por la televisión que Cambiemos podría hacer campaña solo con esos dichos. Uno de ellos no tiene precio: caracteriza de deplorable toda la acción institucional y el intento de copamiento de la justicia. Todo lo que pasó con el pacto con Irán y la muerte del fiscal Alberto Nisman, el desastre económico de Axel Kicillof al que ahora impulsa como candidato a gobernador y dice que le cuesta encontrar algún elemento ponderable del segundo mandato de la arquitecta egipcia. En eso coincidimos.
Cuando digo que la fórmula con Alberto es menos de lo mismo tiene que ver con el bajísimo nivel de conocimiento que tiene el ahora candidato a presidente. Mucha gente lo confunde con Aníbal y solo en el círculo rojo lo tienen presente como alguien que entre los empresarios llevaba y traía información. Un día Alberto recibió un repudiable escrache en el Patio Bullrich y algunos le gritaban insultos como si fuera Aníbal.
En un momento las apretadas contra Alberto (y el resto de las personas que tenían el coraje o la osadía de no coincidir con Cristina) era tal que los desafió en la televisión y aseguró que no lo iban a callar. Que no iba a parar sus denuncias contra lo peor de las políticas cristinistas como la ley antiterrorista, una base de datos para colocar a los sindicalistas que protestaban como si fueran pone bombas o la manera pornográfica con la que se estaban timbeando las reservas del Banco Central.
Hablando de canes, en la entrevista con Horacio Verbitsky,(a) el Perro, el jefe de la inteligencia informal de Cristina presenció cuando Alberto reiteró sus ataques con Bonadío, Ercolini y la doctrina Irurzun sobre prisión preventiva y dijo que va a tener que revisar varias sentencias que carecen de toda racionalidad jurídica. Para agregar datos a la confusión reinante, se conoció otro audio de una entrevista con María Julia Oliván donde Alberto hace 10 días dijo todo lo contrario de lo que defiende ahora. Manifestó su rechazo a que ella elija a alguien. Su argumento fue claro: “Si no es candidata a presidenta que se vaya a su casa. No es bueno que el presidente esté en la casa Rosada y el poder en Uruguay y Juncal”. Increíble pero cierto: Alberto Fernandez oponiéndose férreamente a lo que ahora apoya y protagoniza también, férreamente.
Disculpen la insistencia. Pero yo he sido, soy y seré muy crítico de Cristina Kirchner. El contador Víctor Manzanares sigue con su proceso de profundo y genuino arrepentimiento y le pidió a Cristina que haga lo mismo.
Difícil que Cristina tenga un gesto de reconocimiento y que pida disculpas por los delitos de corrupción y por el robo del siglo que encabezó con Néstor. Difícil, casi imposible que ella tenga un gesto de grandeza. Su hijo Máximo y todos los repetidores de mentiras (diría Alberto) plantearon que Cristina se bajó a la vice por generosidad y por desprendimiento. Una mentira gigantesca. Ella se bajó y tal vez se siga bajando porque tiene un alto nivel de rechazo social. ¿Pondrá al Coqui Capitanich en su lugar? Resulta que quisieron instalar que Cambiemos tenía un plan B. Y resultó que el plan B lo aplicó Cristina.
En realidad, es una manera más o menos elegante de huir y de disimular que no tenía la fortaleza para ganar las elecciones ni para evitar que las investigaciones judiciales en marcha la lleven a la cárcel. Es una manera sigilosa de pasar a retiro, de abandonar la política y dejar un testaferro llamado Alberto Fernandez que en el 2013 llegó a decir “el kirchnerismo está muerto”. Tal vez tenga razón y él sea su sepulturero.