A esta altura, más allá del descontrol, las malditas adicciones y el daño que se hizo a sí mismo, su genialidad no se mancha. Humildemente, creo que Charly García merece un monumento por su talento musical. Ayer fue un domingo muy especial y no solamente por el fútbol y el infartante campeonato de Boca. Ayer, Charly cumplió 71 años. Lo celebró en un boliche con distintos amigos. Llegó en silla de ruedas, con lentes violetas y zapatillas deportivas. Lo cargaban por su corbata leopardo sobre su ropa negra. Con Mecha, su novia, Charly disfrutó de la presencia, entre otros, de Juanse, Nito Mestre, su compadre, el Zorrito Von Quintiero, y Palito Ortega que tanto lo ayudó en sus momentos más dramáticos.
Le preguntaron mucho sobre tres temas. Uno por su recuperación de las quemaduras que sufrió en marzo por lo que tuvo que ser internado. Y por el nuevo trabajo musical que está en gestación, a punto de parir. Dicen que hay varios temas que son geniales, a la altura de su genio.
No faltó quien elogiara los cuadros que exhibió hace poco en Arte BA.
Amamos a Charly porque esta leyenda viva es un padre fundador del rock nacional y cumplió 71 años.
Queremos tanto a Charly. Es cofundador cultural del argentino promedio contemporáneo. Es el responsable de gran parte de lo que somos. De lo mejor de nosotros. De nuestras ilusiones.
No me gusta engañarme a mí mismo. Sé que el Charly de hoy no es el mismo. Que esa cocaína de mierda le fue asesinando neuronas de su cerebro mágico. Que dio una gran lucha por sobrevivir acompañado de Palito Ortega y que pudo lograrlo. Charly está vivo y entre nosotros. Aunque su genialidad aparezca menos o en forma más lenta. Aunque nos provoque alguna hija de la lágrima.
Charly, en realidad Carlos Alberto García Moreno nació acá nomas, en Caballito. Tiene oído absoluto para todo. Se horrorizó cuando la dictadura instaló el terrorismo de estado y fusiló la libertad y a miles de compatriotas. Charly, con una lucidez inigualable, denunció con su melodía que los amigos del barrio pueden desaparecer. Esta columna arrancó con ese hallazgo llamado “Dinosaurios”.
Es el compositor más sui generis que hemos tenido y tenemos. De vez en cuando se asoma a los abismos y tararea la canción para su muerte. Es que nunca aprendió a ser formal y cortes, cortándose el pelo una vez por mes. Charly está zafando como puede.
A veces medio hinchado, otras con la lengua un poco pesada pero mantiene sus rayos de creatividad que dispara de vez en cuando. Hay que estar atentos a esos bigotes bicolores que son su marca en el orillo. Say no more, le dice a sus amigos que lo cuidan y lo quieren. Hay que perdonarle casi todo como perdonamos nuestras propias miserias.
Charly tuvo el coraje de hacer pájaros en su máquina y de confesar como conseguir chicas y de escribir que ayer soñó con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión.
Hoy desperté cantando esta canción que fue escrita hace tiempo atrás… y es necesario cantar una vez más. Es nuestro inconsciente colectivo.
Charly es un producto bien argentino. Habla de lo que fuimos y de lo que somos. De nuestra historia y nuestra realidad. Hay por los menos dos o tres generaciones que se formaron, que bailaron y hasta que se aparearon con sus temas. Tiene una sensibilidad especial. Siempre está a punto de caerse y no se cae. Una vez su madre postiza, la Negra Sosa, en un reportaje me dijo, Charly tiene las patitas como alambres y siempre parece que se está por morir. Pero tiene una salud de hierro. Yo que me cuido me voy a morir antes. Ya vas a ver. Y Mercedes tuvo razón.
Charly no se murió a dios gracias. No abandonó. Sigue corriendo como puede la carrera de la vida aunque hubo momentos que su cuerpito flameaba al viento y con apenas 50 kilos. Pero sus teclados levantan vuelo cada vez que los acaricia.
Charly es un muchacho de barrio que se convirtió en una estrella y nos estrelló de frente a una nueva estética. Es un creador nato con esos raros peinados nuevos. Tal vez uno de los artistas más importantes de todos los tiempos. Suele reírse de sí mismo y de sus entrevistadores. Tiene la ironía como herramienta de autodefensa. En un reportaje declaró:
– Soy neurótico, histérico y de personalidad esquizoide.
Siempre está cerca de la revolución porque él fue y es una revolución de la poesía y la melodía. A Charly lo llevamos puesto en nuestra materia gris. Sacamos de la galera una frase, una figura literaria, no quiero exagerar ni pretendo que le den el premio Nóbel pero es una suerte de nuestro Bob Dylan menos politizado. Aunque es un símbolo de paz, de energía rockera que demuele hoteles y hace promesas sobre el bidet. Compuso más de 800 temas, algunas obras de arte y pocas basuras. Es un Dios imperfecto de los escenarios. Un tipo capaz de tirarse a la pileta desde pisos muy altos y bajarse los pantalones para provocar como el buen francotirador que es. Sacude conciencias, rechaza lo establecido, provoca todo el tiempo a los políticamente correctos y eso nos ayuda a madurar y a abrir caminos y cerebros dogmáticos.
Charly cumplió apenas 71 y tiene una actitud transgresora de 20 años. Y es un clásico. ¿Alguien duda que debe estar en el altar de nuestros músicos definitivos como Atahualpa, Piazzola, o Mercedes entre otros?
Charly no se miente ni nos miente.
Por eso lo quiero tanto. Charly es un sentimiento. Y una gigantesca ola de talento.
Hace 7 años, estuvo internado en la Fleni, como tantas veces que estuvo internado. Grabó 41 discos y siempre con su altura de 1, 94 metros. A los 2 años se enfermó de vitíligo y los problemas de pigmentación de la piel se quedaron a vivir en su bigote. Una vez dijo que todo pasó por los ataques de nervios que tuvo cuando sus padres se fueron de viaje a Europa y lo dejaron al cuidado de las institutrices. “Tenía 2 años y 32 mucamas”, dijo Charly. En el Instituto Social Militar “Dámaso Centeno” de Caballito estudiaba más a Jimi Hendrix que a San Martín y en el secundario conoció a Nito Mestre y le cambió la vida y nos cambió la vida con Sui Géneris.
En la dictadura le prohibieron dos temas: “Botas locas” y “Juan represión” La censura llegó hasta Montevideo donde también surgían los dictadores y fue preso. Varias veces lo llevaron a las comisarías. Una vez en Mendoza, le golpearon la puerta de la habitación al grito de “Abra, soy policía”. García abrió y le dijo: “Y que culpa tengo yo de que usted no haya estudiado”. Hizo escándalos de todo tipo. Rompió guitarras, rompió las reglas, rompió todo. A Galtieri le cantó casi como un ruego que “No bombardeen Buenos Aires” por la guerra de Malvinas. Y cuando los dictadores de Videla marchaban hacia el poder, el Luna Park se llenó de jóvenes rebeldes de pelo largo que fueron a decirle “Adios a Sui Géneris”. Cantaron canción para mi muerte y fue toda una premonición. A los 5 años ya tocaba a Bach y Mozart en el Conservatorio. A los 12 se había convertido en profesor de “Teoría y Solfeo”. Ganó un Grammy a la excelencia musical y bien merecido estuvo. Charly querido, te deseamos felices 71 y por 71 años más.
Charly no es muy creyente que digamos. Escribió parte de la religión. Y por eso me permito decirle como si fuera el Papa, nuestro sumo pontífice del rock: Charly, rezo por vos. Para que no te mueras nunca. Rezo por vos.
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A 40 años del Nobel para Gabo – 21 de octubre 2022
Un doloroso 17 de abril del 2014, un maldito cáncer linfático y una perversa neumonía, se complotaron para asesinar a Gabriel José de la Concordia García Márquez, más conocido como Gabo o Gabito.
Tenía 87 años y su muerte potenció una historia digna del realismo mágico de su pluma iluminada. Porque un poema o una carta de despedida, que ya venía circulando, se viralizó por el planeta con una potencia arrolladora. Ese texto llevaba la firma de Gabriel García Márquez pero el autor no era García Márquez. Él lo desmintió una y otra vez, pero fue absolutamente en vano. La conciencia planetaria de lo que hoy se llamaría fake news o falsas noticias no pudo con la noticia deseada que describió la filosofía de Miguel Wiñazky.
Gabo negó varias veces que esas palabras fueran suyas. Es más, se preocupó porque tanta gente pensara eso de un escrito “tan cursi”. Después, Cabo se disculpó por haber dicho eso del poema pero no pudo torcer la historia falsa que alguien inventó. Hoy, a 8 años y medio de su muerte, miles y miles de personas siguen homenajeando al genio de las palabras con palabras que él nunca escribió. Ni la popularidad ni la amistad de Gabo con casi todos los editores del mundo pudo quebrar el destino de este escrito titulado “La Marioneta” y que pertenece al comediante Johnny Welch y dice así:
“Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres…. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subirla escarpada.
Me apartaría de los necios, los habladores, de las gentes con malas costumbres y actitudes.
Sería siempre honesto y mantendría llenas de amor y de atenciones a las personas a mi alrededor, siempre trataría de dar lo mejor…
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrá de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo, te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuánto te quiero, que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles, “lo siento”, “perdóname”, “por favor” , “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuánto te importan.
Este texto pasó a la historia porque para mucha gente lo escribió García Márquez y no hay nada ni nadie que les haga entender que no es cierto.
Esta historia del texto, el juego de confusiones y creencias, parece imaginado por Gabo. Como aquel legendario “Cien Años de Soledad” que la editorial Sudamericana publicó en Buenos Aires. Vendió 50 millones de ejemplares, fue traducido a 39 idiomas y fue el empujón para el premio Nobel de Literatura que recibió un día como hoy de hace exactamente 40 años. Pero es maravilloso conocer la crónica de un éxito anunciado.
Corría el año 1967. Gabo empeñó un calentador y un secador de pelo y, con ese dinero, pudo enviar los originales de su nuevo libro a la Argentina. La historia del recorrido de “Cien Años de Soledad”, también parece escrita por García Márquez. El mensajero tuvo un accidente en la moto y todos los originales quedaron sembrados por el pavimento mojado. Buenos Aires era una mezcla de Macondo y Paris. Casi un diluvio universal. Esos papeles con las letras corridas pudieron rejuntarse pero ningún editor quería convertirlos en un libro. Creían que era un texto menor de un colombiano desconocido. Sólo Paco Porrúa de editorial Sudamericana se atrevió y el libro comenzó a venderse en cataratas. En 20 días agotó 8 mil ejemplares.
Todos empezaron a hablar de él y por eso Primera Plana lo llevó a su primera plana. Gabo cobró sus primeros derechos de autor y volvió rapidito a la humilde pensión en la que estaba alojado. Acomodó todos los billetes sobre la cama y se tiró encima a dormir la siesta más feliz de su vida. Estuvo 15 días de gloria en Buenos Aires. Nunca más volvió. Nunca más volverá. Es una lástima, pero es como si lo tuviéramos dentro en cada corazón y en cada neurona.
Yo lo recuerdo, erguido, orgulloso aquel día que rechazó el frac para recibir el Nobel y se enfundó en el Liqui-Liqui, el típico traje colombiano. Pero más recuerdo sus palabras tan reales como mágicas:” Una nueva y arrasadora utopía de vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde sea de veras, cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Todos los periodistas le debemos mucho. Y los amantes del idioma español, también. El día que murió derramamos lágrimas negras de luto. Con su ausencia sentimos que a nosotros, se nos venían encima los cien años de soledad. Y ya pasaron ocho.
El grito de Esteban Bullrich – 20 de octubre 2022
Esteban tiene el cuerpo deteriorado y una lucidez republicana que provoca admiración. En plena batalla desigual contra esa enfermedad maldita, Esteban Bullrich acaba de pegar un grito de alerta para despertar a todos sus compañeros de la oposición. Su hilo de tuits es una suerte de hoja de ruta para que Juntos por el Cambio recapacite y deje de huir hacia el precipicio. Esteban Bullrich tiene autoridad moral y política para darles ese tirón de orejas a los dirigentes del PRO, el radicalismo y la Coalición Cívica. Fue un gran ministro de Educación y un senador ejemplar. Le auguraban una derrota por su apellido cheto, pero venció a Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones de la provincia de Buenos Aires, tal vez la que más tradición peronista tiene. Esteban dignifica la política con sus manos limpias y uñas cortas, con ética y transparencia y con una vocación patriótica maravillosa en la búsqueda de consensos.
Su salud no le permite pararse junto a una banca o mirar de frente a la cámara de televisión en un programa de televisión. Pero sintió la necesidad y la obligación moral de decir sus verdades incómodas.
Tiene 5 hijos que adora y más de 680 seguidores en Twitter.
Acaba de conmover los cimientos de una coalición opositora que anda a los tumbos, porque, según sus palabras: “llevamos meses cascoteándonos el rancho entre nosotros como si los argentinos viviesen en Noruega”. Eso quiere decir: alerta roja. Es una locura de la que ninguno se salva.
Frente a esta realidad, Bullrich que no tiene ni puede tener aspiraciones a ningún cargo, propone varias cosas sencillas pero profundas:
• Apoyarse en los temas que los unen.
• Escuchar y hacer más.
• Dejar los egos de lado.
• Parar la pelota y examinar nuestra conciencia.
• Representar a los que no tienen voz.
• Ir juntos detrás del sueño de poner en marcha a la Argentina.
Dice Esteban que lo único que lo mueve es el “amor por la Argentina, un amor que no puedo evitar” y advierte sobre los votantes anti kirchneristas que tampoco están conformes con la oposición. “Muchos buscan alternativa porque nos ven lejos y como parte del problema y no como parte de la solución”.
Finalmente se pregunta: ¿Alguien cree que su ego vale más que el futuro de 45 millones de argentinos?
Bullrich está acostado para su recuperación pero está bien parado en el análisis de los tiempos de cólera que estamos atravesando. “Estamos en la recta final hacia el 2023 y como se dice en el fútbol, ganar depende solo de nosotros”.
Hace sonar todas las alarmas al asegurar que “no hace falta ser analista político para entender cómo termina este juego de buscar diferencias y que estamos jugando todos los días. Solo basta mirar las elecciones presidenciales del 2007 y el 2011.
En el 2007, Cristina sacó casi el 45% de los votos y la atomización opositora produjo que Elisa Carrió sacara el 23%, Roberto Lavagna el 17%, Alberto Rodríguez Saa el 7,7 y después, Pino Solanas, Jorge Sobisch y Ricardo López Murphy no llegaron al 2% de los sufragios. Fue una paliza del kirchnerismo que castigo semejante dispersión.
En el 2011, la cosa fue mucho peor para los opositores al actual oficialismo.
Cristina y Amado Boudou fueron votados por 11.800.000 personas. Hermes Binner fue quien mas cerca estuvo con 3.900.000 votos. Otra paliza con una diferencia de casi 8 millones de votos.
Esteban Bullrich dice que en esos años “el juego terminó mal para todos” y propone fortalecer la unidad de la coalición opositora sobres la base de un programa común. El ejemplo es el triunfo en 2015 de la formula Macri- Gabriela Michetti que consiguió 13 millones de votos y se impuso sobre la boleta de Daniel Scioli y Carlos Zannini.
El cuerpo no le permite a Esteban sumarse a la fogosidad y las rispideces del día a día. Pero ese lugar le dá una perspectiva a su mirada que tiene más proyección estratégica. Deja de mirarse el obligo y mira mucho más adelante. Es como una especie de legado político. El grito de Esteban Bullrich.