Ayer se cumplieron 40 años del histórico recital en Ferro, donde Charly García presentó su disco “Yendo de la cama al living”. Fue su debut como solista. Como si ese hito histórico fuera poco para la cultura popular, hay que sumar la aparición de un documental titulado “Serú Girán, a 40 años de No llores por mí, Argentina, en Obras”.
Excusas e informaciones suficientes para volver a decir que “Charly merece un monumento”.
A esta altura, más allá del descontrol, las
malditas adicciones y el daño que se hizo a sí mismo, su genialidad no se mancha. Humildemente, creo que Charly García merece un monumento por su talento musical. Últimamente, le preguntan mucho sobre tres temas. Uno por su recuperación de las quemaduras que sufrió en marzo por lo que tuvo que ser internado. Y por el nuevo trabajo musical que está en gestación, a punto de parir. Dicen que hay varios temas que son geniales, a la altura de su genio.
No faltó quien elogiara los cuadros que exhibió hace poco en Arte BA.
Amamos a Charly porque esta leyenda viva es un padre fundador del rock nacional y cumplió 71 años.
Queremos tanto a Charly. Es cofundador cultural del argentino promedio contemporáneo. Es el responsable de gran parte de lo que somos. De lo mejor de nosotros. De nuestras ilusiones.
No me gusta engañarme a mí mismo. Sé que el Charly de hoy no es el mismo. Que esa cocaína de mierda le fue asesinando neuronas de su cerebro mágico. Que dio una gran lucha por sobrevivir acompañado de Palito Ortega y que pudo lograrlo. Charly está vivo y entre nosotros. Aunque su genialidad aparezca menos o en forma más lenta. Aunque nos provoque alguna hija de la lágrima.
Charly, en realidad Carlos Alberto García Moreno nació acá nomas, en Caballito. Tiene oído absoluto para todo. Se horrorizó cuando la dictadura instaló el terrorismo de estado y fusiló la libertad y a miles de compatriotas. Charly, con una lucidez inigualable, denunció con su melodía que los amigos del barrio pueden desaparecer. Esta columna arrancó con ese hallazgo llamado “Dinosaurios”.
Es el compositor más sui generis que hemos tenido y tenemos. De vez en cuando se asoma a los abismos y tararea la canción para su muerte. Es que nunca aprendió a ser formal y cortes, cortándose el pelo una vez por mes. Charly está zafando como puede.
A veces medio hinchado, otras con la lengua un poco pesada pero mantiene sus rayos de creatividad que dispara de vez en cuando. Hay que estar atentos a esos bigotes bicolores que son su marca en el orillo. Say no more, le dice a sus amigos que lo cuidan y lo quieren. Hay que perdonarle casi todo como perdonamos nuestras propias miserias.
Charly tuvo el coraje de hacer pájaros en su máquina y de confesar como conseguir chicas y de escribir que ayer soñó con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión.
Hoy desperté cantando esta canción que fue escrita hace tiempo atrás… y es necesario cantar una vez más. Es nuestro inconsciente colectivo.
Charly es un producto bien argentino. Habla de lo que fuimos y de lo que somos. De nuestra historia y nuestra realidad. Hay por los menos dos o tres generaciones que se formaron, que bailaron y hasta que se aparearon con sus temas. Tiene una sensibilidad especial. Siempre está a punto de caerse y no se cae. Una vez su madre postiza, la Negra Sosa, en un reportaje me dijo, Charly tiene las patitas como alambres y siempre parece que se está por morir. Pero tiene una salud de hierro. Yo que me cuido me voy a morir antes. Ya vas a ver. Y Mercedes tuvo razón.
Charly no se murió a dios gracias. No abandonó. Sigue corriendo como puede la carrera de la vida aunque hubo momentos que su cuerpito flameaba al viento y con apenas 50 kilos. Pero sus teclados levantan vuelo cada vez que los acaricia.
Charly es un muchacho de barrio que se convirtió en una estrella y nos estrelló de frente a una nueva estética. Es un creador nato con esos raros peinados nuevos. Tal vez uno de los artistas más importantes de todos los tiempos. Suele reírse de sí mismo y de sus entrevistadores. Tiene la ironía como herramienta de autodefensa. En un reportaje declaró:
– Soy neurótico, histérico y de personalidad esquizoide.
Siempre está cerca de la revolución porque él fue y es una revolución de la poesía y la melodía. A Charly lo llevamos puesto en nuestra materia gris. Sacamos de la galera una frase, una figura literaria, no quiero exagerar ni pretendo que le den el premio Nóbel pero es una suerte de nuestro Bob Dylan menos politizado. Aunque es un símbolo de paz, de energía rockera que demuele hoteles y hace promesas sobre el bidet. Compuso más de 800 temas, algunas obras de arte y pocas basuras. Es un Dios imperfecto de los escenarios. Un tipo capaz de tirarse a la pileta desde pisos muy altos y bajarse los pantalones para provocar como el buen francotirador que es. Sacude conciencias, rechaza lo establecido, provoca todo el tiempo a los políticamente correctos y eso nos ayuda a madurar y a abrir caminos y cerebros dogmáticos.
Charly cumplió apenas 71 y tiene una actitud transgresora de 20 años. Y es un clásico. ¿Alguien duda que debe estar en el altar de nuestros músicos definitivos como Atahualpa, Piazzola, o Mercedes entre otros?
Charly no se miente ni nos miente.
Por eso lo quiero tanto. Charly es un sentimiento. Y una gigantesca ola de talento.
Hace 7 años, estuvo internado en la Fleni, como tantas veces que estuvo internado. Grabó 41 discos y siempre con su altura de 1, 94 metros. A los 2 años se enfermó de vitíligo y los problemas de pigmentación de la piel se quedaron a vivir en su bigote. Una vez dijo que todo pasó por los ataques de nervios que tuvo cuando sus padres se fueron de viaje a Europa y lo dejaron al cuidado de las institutrices. “Tenía 2 años y 32 mucamas”, dijo Charly. En el Instituto Social Militar “Dámaso Centeno” de Caballito estudiaba más a Jimi Hendrix que a San Martín y en el secundario conoció a Nito Mestre y le cambió la vida y nos cambió la vida con Sui Géneris.
En la dictadura le prohibieron dos temas: “Botas locas” y “Juan represión” La censura llegó hasta Montevideo donde también surgían los dictadores y fue preso. Varias veces lo llevaron a las comisarías. Una vez en Mendoza, le golpearon la puerta de la habitación al grito de “Abra, soy policía”. García abrió y le dijo: “Y que culpa tengo yo de que usted no haya estudiado”. Hizo escándalos de todo tipo. Rompió guitarras, rompió las reglas, rompió todo. A Galtieri le cantó casi como un ruego que “No bombardeen Buenos Aires” por la guerra de Malvinas. Y cuando los dictadores de Videla marchaban hacia el poder, el Luna Park se llenó de jóvenes rebeldes de pelo largo que fueron a decirle “Adios a Sui Géneris”. Cantaron canción para mi muerte y fue toda una premonición. A los 5 años ya tocaba a Bach y Mozart en el Conservatorio. A los 12 se había convertido en profesor de “Teoría y Solfeo”. Ganó un Grammy a la excelencia musical y bien merecido estuvo.
Charly no es muy creyente que digamos. Escribió parte de la religión. Y por eso me permito decirle como si fuera el Papa, nuestro sumo pontífice del rock: Charly, rezo por vos. Para que no te mueras nunca. Rezo por vos.
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Alberto Fernández de Kirchner – 26 de diciembre 2022
Hace mucho tiempo que Alberto le entregó el bastón de mando a la irracionalidad de Cristina. Pero en estas últimas horas, el presidente decorativo de la Nación fue directamente reducido a la esclavitud. Hoy podríamos rebautizarlo como Alberto Fernández de Kirchner. Su nivel de sumisión superó todos los límites. Quedará en la historia por haber vaciado la investidura presidencial y por haberle tirado su honra a los perros. Es increíble como Alberto fue anticipando su camino de rodillas. El mismo dijo que no quería convertirse en lo que finalmente se convirtió: en un títere.
Casi de inmediato profundizó su entrega. De títere pasó a espantapájaros. El rayo cristinizador lo convirtió en un palo disfrazado con saco y corbata, incapaz hasta de moverse. En el aniversario de los tres años de desgobierno, intentó “celebrar” su gestión y solo demostró la soledad que lo rodea y lo lejos que está de la realidad cotidiana. Pero ahí también puso en palabras la imagen que le devuelve el espejo: débil, timorato y cobarde.
Ya convertido en el peor presidente de la democracia, entregó hasta la última gota de sangre de su dignidad al amagar con no acatar un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Capitanich por orden de Cristina lo incitó. Nadie se había atrevido a tanto. Solo los Kirchner en Santa Cruz. Alberto anunció que no iba a acatar el fallo de la Corte pero, finalmente, reculó en chancletas y aseguró que va a cumplir y va a ordenar que le depositen los bonos a Rodríguez Larreta. Quedó mal con todos. Con Dios y con el Diablo. Larreta sigue reclamando. La Cámpora está enojada. Dejó colgados del pincel a los gobernadores, pero era previsible. Hizo lo de siempre. Va y vuelve. Va simultáneamente al norte y al sur y al final se entierra más todavía.
El miedo no es tonto. Alberto Fernández de Kirchner no come vidrio. Sintió que le corría frío por la espalda porque se veía en el futuro desfilando por los tribunales para responder a los cargos de golpista, traidor a la patria, sedicioso y jefe de un alzamiento contra el estado de derecho.
Si no fuera tragicómico, podríamos decir que si Alberto no entiende que la Corte es un contrapoder, deberíamos averiguar quién lo aprobó en Derecho Constitucional, tal como Él lo hizo en su otra vida, cuando trabajaba de opositor de Cristina y de amigo de los medios hegemónicos.
Cristina quedará en la historia como la dos veces presidenta de la Nación que fue condenada a 6 años de prisión por corrupción. Alberto será recordado como el peor jefe de estado de la democracia aunque frenó un segundo antes del abismo de encabezar un golpe institucional.
Alberto fue felpudo del criminal de guerra Vladimir Putin y le ofreció nuestro bendito país como puerta de ingreso en la región. Nadie lo olvidará. Pero, ahora, cuando anunció el desacato estuvo a punto de acelerar el proceso de chavización de este gobierno nacional populista que lidera Cristina.
Alberto clavó los frenos e hizo marcha atrás, justo cuando estaba desbarrancando. Manifestó su oposición y enojo por el fallo, instruyó recusar a los miembros de la Corte, pero reconoce que debe respetar el fallo y ordenó que se pague lo que corresponde. Mucho grito, mucho enojo para contentar a Cristina pero, finalmente poniendo estaba la gansa.
Hubo una ola de indignación tardía de muchos empresarios. Recién ahora vieron como peligra la seguridad jurídica, la posibilidad de que no haya créditos ni inversión externa ni propiedad privada. Ahora parecen un poco asustados, pero la verdad es que todo el tiempo, estuvieron durmiendo con el enemigo. Nos cansamos de ver a empresarios vender y comprar a un Alberto moderado que jamás existió. Siempre están dispuestos a chupar la teta de cualquier estado. A Sergio Massa también lo califican como un hombre del capitalismo serio y se olvidan de su oportunismo y sus mentiras seriales. Algunos llegaron a apoyar a un Wado de Pedro al que calificaron de moderado y prudente. Algunos lo hacen por cobardía para enfrentar a un estado mafioso, otros por complicidad en los negocios o por ignorancia política. Pero ciertos empresarios argentinos fueron partícipes necesarios del daño brutal que generó Cristina.
Hace unas horas estuvimos frente al mayor atropello institucional desde 1983.
Incluso, el cristinismo extremo, quiere empujar a Alberto al abismo anti republicano. Lo están presionando para que indulte a una delincuente como Milagro Sala cuya condena a 13 años de prisión fue confirmada por la Corte Suprema. El presidente decorativo ya dijo que no puede hacerlo porque la Constitución se lo prohíbe. Pero todos sabemos que la Constitución es algo que el kirchnerismo solo respeta si le conviene.
Tanto apoyar a tiranos como Raúl Castro, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y últimamente al golpista Pedro Castillo, que empiezan a justificar e imitar sus zarpazos totalitarios. Castillo en un fujimorazo de izquierda intentó cerrar el Congreso y en nuestro país, al desconocer el fallo de la Corte, en la práctica es como cerrar los tribunales. Asi de grave era la situación en la que Cristina era la autora ideológica y Alberto estuvo a punto de ser el autor material. Un país sin justicia. Ambos cometen un crimen de lesa institucionalidad y así quedarán instalados en la memoria colectiva. Veremos que dice mañana Cristina. ¿Ella también acatará el fallo o redoblará su apuesta pateando el tablero? Nadie lo sabe.
Lo primero que hacen los dictadores es quebrar el poder judicial y censurar a los medios de comunicación. Justicia y libertad de prensa. Es lo primero que hay que defender.
Navidad es nacer de nuevo – 23 de diciembre 2022
No me canso de contar esta historia. Cada día tiene más vigencia.
Entre tantos videítos que llegan a mi celular, hubo uno que me conmovió especialmente. Es una cena familiar navideña donde arman un juego como si fuera un reality show. El gran hermano es una voz que les hace preguntas. Si aciertan las respuestas, se quedan en la mesa y si se equivocan, deben abandonar la casa.
Me permito cambiar las consultas y los personajes para hacerlo más “argentino”.
Preguntan a la adolescente María. ¿Cómo se llama el primer esposo de Wanda Nara? Y ella contesta con seguridad: Maxi López. Correcto.
Es el turno de su primo, Javier. ¿Quiénes son los streamers más importantes del país? Respuesta: “Luquita Rodríguez, Coscu, los chicos de Luzu” Impecable.
Es el turno de Matías, el más chico de los primos. ¿Cuál es la última play station que salió al mercado? La 5, contesta el chico con precisión y agrega: “mi amigo Dieguito ya la tiene”.
Verónica es la más grande. Tiene 19 años. ¿Quién es Bad Bunny? Un rapero y cantante de música urbana y pop latino.
Todos aplauden. La familia esta asombrada de los conocimientos de los hijos, primos y nietos.
Viene la segunda ronda de preguntas. Le recuerdo que el que contesta mal debe abandonar la mesa navideña.
María, ¿Por qué tu abuelo tuvo que dejar el básquet tan joven? No… no lo sé. Ni sabía que había jugado el básquet. María, debes retirarte, dice la voz grave en off.
Javier, es tu turno. ¿Qué está estudiando últimamente tu madre? Cocina, no… inglés, no… no lo sé. Debes abandonar la mesa.
Matías, ¿A dónde fueron de luna de miel tus padres? A Mar del Plata, no… a Mina Clavero… no, no lo sé. Deja tu silla libre, por favor Matías.
Los que se van y los que se quedan se empiezan a mirar con los ojos húmedos de la emoción. Están aturdidos por no saber cosas tan elementales de su propia familia.
Verónica, la mayor que tanto sabe de música. ¿Qué canción de Sting pusieron cuando tus padres ingresaron a la fiesta de casamiento? No tengo ni idea. Lo lamento. Me voy.
Llega el turno de los padres. Marcelo, el ingeniero. ¿Cuál es el libro preferido de tu hijo Matías? Uyyy no sabría responder.
Fue pasando el juego y solamente quedaron los abuelos en la mesa. Varios lloraron porque se dieron cuenta que sabían más de la vida de la farándula o de sus ídolos musicales que de sus propios padres o hermanos. Se sorprendieron con información que los podría haber enriquecido a todos y que podrían haber compartido. ¿Sabés que a mí también me gusta Sting, dijo uno de los muchachos? No sabía que el abuelo fundó una carpintería en Córdoba y luego se fundió. ¿En qué año abrió la pizzería?
La enseñanza es clara. El spot publicitario no lo dice explícitamente pero llama a apagar un poco las pantallas y encender nuestras neuronas y corazones asombrados. Y termina diciendo: “Esta Navidad, desconectá para volver a conectarte”. Las redes sociales y la tele van a estar siempre. Tu familia, no. Aprovechá ahora que los tenes. Me acordé de una canción de Cesar Isella que en una parte dice asi: “Si es el dolor, al fin quien nos iguala. Y la esperanza quien nos ilumina”. Y Eso me empujó a contarles otra vez una de mis columnas preferidas. Un auto regalo que me hago en Navidad.
Hace más de 40 años que ejerzo el periodismo. Leí muchos libros y diarios, entrevisté gente sabia y conocí lugares que me dejaron muchas enseñanzas. Pero debo confesar que mientras más aumento mis saberes, menos certezas tengo. Una de las pocas certezas que me atrevo a defender es que nuestros hijos son lo mejor que tenemos. Que es lo que más felicidad nos produce. Verlos nacer. Verlos crecer. Y ni me quiero imaginar lo que debe ser verlos multiplicarse y hacernos abuelos. De eso sabían algo mis padres que fallecieron hace poco, pero estuvieron casados durante 68 años. Mi viejo falleció hace 17 meses y cada día lo extraño más. Pero Mayor se fue siendo 8 veces bisabuelo. Y Esther se nos fue hace 5 meses con ocho bisnietos. Sus mayores tesoros fueron, son y serán: Eliana, Ezequiel, Uriel, Yael, Yoav, Yonatán, Sofia y el Eitan.
Eso yo todavía no lo experimenté porque mi hijo Diego recién tiene 33 años y está tan enamorado como yo de la aventura de ser periodista y de una periodista brillante. Aman utilizar este maravilloso oficio para conocer, para curiosear, para investigar y para acomodar a los incómodos e incomodar a los cómodos. Que Diego haya pasado de ser estudiante de periodismo a periodista respetado y valorado, me produjo una de las mayores felicidades de mi vida. Un yacimiento de alegría que ni sabía que tenía. Su nacimiento como hijo y su nacimiento como periodista es por lejos, lo mejor que me pasó en la vida. Es exactamente lo mismo que siente Silvana, su madre.
Casi todo lo demás son anécdotas. Van y vienen. Te dan energía o te quitan. Pero no son fundacionales como la relación entre los padres y los hijos. Ese vínculo es de acero.
Es una fábrica de esperanza inagotable. ¿Se puede explicar racionalmente esa felicidad? Es muy difícil pero para empezar creo que procrear, generar vida, aportar a la cavidad del amor de una pareja y prolongar la descendencia por los tiempos de los tiempos es en sí mismo el mayor de los milagros.
El amor por lo hijos tiene una potencia inigualable. Uno es capaz de hacer cualquier cosa por ellos. Es lo único en la vida que se ama más que a nuestros padres o a nuestra pareja. Es lo único que se ama más que a uno mismo. Es uno mismo en el mañana. Sangre de nuestra sangre, vida cotidiana, gestos, genes. Verlos crecer es una felicidad cotidiana. Aprender a ser padre es una experiencia de una riqueza extraordinaria. Ensayo y error. Poner todo el amor pero sin asfixiar. Ayudarlo a cruzar todos los puentes pero sin cruzar por él. Empujarlo pero no reemplazarlo. Transmitirle valores con el ejemplo pero sin bajarle línea ni apelar a la moralina del dedito levantado. Yo siempre le digo a mi hijo lo mismo que mi viejo me decía a mí: “Cuidate, por favor, que si no te cuidas vos, quien te va a cuidar”. Es un ruego, casi un rezo. Un padre nuestro que estás en la tierra. Cuida a mi hijo, protegelo. Permitile crecer y permitime estar en la tribuna para alentarlo desde cualquier lugar. Permitime ver su crecimiento y ver su luz que me ilumina.
En el libro “Cuidate changuito”, contamos que mi fantasía es convertirme en una suerte de Guillermo Barros Schelotto y levantar los mejores centros para que él, convertido en su ídolo, Martín Palermo, los cabecee a la red. Y después darnos un abrazo de gol, que es lo más lindo de las tardes de Bombonera. A veces creo que ir a la cancha es una excusa para darnos abrazos profundos, emocionados. El desafío es ayudarlos a ser mejor que nosotros. Con más cabeza y más corazón. Con más ética y más sonrisas. Que sean valientes, generosos, divertidos, creativos y que aprendan a disfrutar intensamente los momentos de felicidad. Que sepa que se gana y se pierde. Que mucho, no todo, pero que mucho depende de nuestro esfuerzo. De los huevos que pongamos. De nuestro sacrificio. Son tiempos difíciles para ayudar a crecer a nuestros hijos. Son tiempos llenos de acechanzas y temores. Con muchos miedos. Miedo a que les roben, a que tengan un accidente, a que se droguen, a que se aburran y no encuentren su camino. Y el miedo más terrible: a que no sea feliz.
Está absolutamente probado que las cosas materiales que les podamos regalar los van a poner contentos y van a estar muy agradecidos. Una pelota reluciente, una play, aunque sea usada, una bicicleta medio pelo, lo que sea, va a ser bienvenido por ellos. Los llenará de alegría. Pero la felicidad máxima es cuando nos entregamos nosotros. Cuando ponemos el cuerpo y toda nuestra piel. Cuando somos padres presentes. Y vamos al acto en la escuela donde hace de San Martín. Y nos disfrazamos de lo que sea en la fiestita del jardín. O cuando lo llevamos a los entrenamientos de fútbol o básquet o a aprender natación. Ese tiempo compartido vale oro. No tiene precio. Porque jugamos con ellos a juegos que inventamos juntos. Confieso que me gustaba leerle en voz alta y sobreactuando un cuento una y mil veces y solía dormirme antes que él, igual que cuando hacíamos luchitas arriba de la cama y yo me derrumbaba de cansancio.
Siempre digo que una mesa de ping pong en el medio del living me permitió medir el crecimiento de Diego. Al principio, mientras él aprendía yo me dejaba ganar de vez en cuando, para que no se desmoralizara. Después los partidos eran parejos, de hacha y tiza. Yo ganaba y daba la vuelta olímpica alrededor de la mesa y cantaba la marcha del deporte que la aprendió por eso. Y cuándo él ganaba, relataba el triunfo imitando el estilo de la radio dominguera. Pero jamás olvidaré cuando me dí cuenta que en determinado momento era Diego el que se dejaba ganar al ping pong para no humillarme. Me miré al espejo. Lo miré y dije: “O yo me estoy poniendo viejo o el changuito creció. O ambas situaciones”.
La navidad es muchas cosas según el cristal religioso, histórico y cultural con que se mire. Yo ya le dije que no soy muy creyente. Que soy más bien agnóstico como buen periodista, pero que admiro y hasta envidio a los creyentes. A la gente de fe. Pero creo que la Navidad en su primer y último contenido transmite el mismo valor y concepto del nacimiento. Del génesis, del comienzo. Por eso la navidad es tan fuerte, por eso conmueve tanto. No es un momento más en la vida de las personas. Es el comienzo de la vida, el nacimiento, el origen, no importa cuál sea la religión que profesemos si es que alguna vez profesamos alguna. Navidad es nacimiento y como le dije al principio no hay palabra superior ni mayor milagro. Ese gigantesco océano de amor interminable se resume en nuestros hijos. Que todos nuestros hijos, los de nuestra familia y los de nuestro país sean muy felices y que nazcan tantas veces como sea necesario hasta que sean felices. Ese es mi deseo para todos nosotros y para todos ustedes. Por eso brindo. Feliz Navidad, feliz nacimiento.