A esta altura, nadie puede sorprenderse por la alianza de acero entre el kirchnerismo más duro y gran parte de la jerarquía eclesiástica. Los cronistas que siguen el tema dicen que curas y laicos se manifestaron muy dolidos y molestos. Yo agregaría, y muy callados. Porque, públicamente, nadie dijo ni mu. No hubo un solo comunicado oficial. Todo off the record. Todo en voz baja. Y eso no alcanza para tomar distancia de la falta de respeto que sintieron los fieles que suelen ir a rezar a ese templo tan sagrado para los católicos.
Un prestigioso colega, insospechado, de tener una mirada negativa hacia la iglesia, Mariano de Vedia, en La Nación escribió que se generó más impacto todavía porque en esa arquidiócesis de Mercedes-Luján, está ubicado el monasterio de General Rodríguez donde José López el ladrón de estado dejó los bolsos con 9 millones de dólares que le había dado un secretario de Cristina. Fue, según de Vedia, “uno de los mayores escándalos que mezclaron a la Iglesia con la corrupción”.
El más duro en sus críticas fue, como de costumbre, Miguel Ángel Pichetto, el ex compañero de fórmula de Mauricio Macri. Dijo que el arzobispo Jorge Sheinig “podría ser un militante del gobierno” y que lo “secundaban algunos que tenían la consigna del Padre Mujica, pro montonero, de una iglesia sectaria y clasista. Lo de Luján, fue realmente patético”. Pichetto es el dirigente que con mayor firmeza cuestionó “el pobrismo”, una especie de romantización de las carencias, de combate al progreso y al mérito con el objetivo de mantener siempre a su lado a los fieles de ambas religiones: la católica y la peronista.
El objetivo central de la misa fue para santificar políticamente y judicialmente a Cristina. El arzobispo no mencionó en ningún momento el juicio en el que, la actual vice presidenta, está acusada de ser la jefa de una asociación ilícita que saqueó al estado. El fiscal Luciani pidió 12 años de prisión y se apoyó en tres toneladas de pruebas.
Desde el púlpito, tampoco se habló de los problemas que más preocupan a la mayoría de los argentinos: pobreza, inflación e inseguridad.
La presencia del Papa Francisco, flotó en el ambiente. Su formación juvenil en el peronismo afloró en el Vaticano e hizo cosas impensables para fortalecer a delincuentes como Milagro Sala o el Caballo Suárez. También porque envió bendiciones y rosarios a Cristina y a Hebe de Bonafini con la que construyó una relación humana muy estrecha, al igual que con el dictador cubano Raúl Castro. En la región, tanto en Venezuela como en Nicaragua, los obispos han puesto el grito en el cielo, ante el silencio cómplice del Sumo Pontífice, frente a las violaciones brutales a los derechos humanos en general y a la persecución a los obispos católicos en particular.
Ni hablar de aquella foto que el mismísimo Andrés Larroque produjo al desplegar frente a Bergoglio una remera de La Cámpora.
Esta misa convertida en un acto partidario superó todos los límites. Fue posible porque el Papa Francisco abrió las puertas con sus acciones anteriores y porque movió sus fichas con la designación de las autoridades eclesiásticas que tienen puesta la misma camiseta de Perón. En Luján estuvo Juan Grabois y un símbolo de lo que digo, Gustavo Carrara, el obispo de las villas Miserias, designado por el Papa Francisco y uno de los militantes más alineados con el pensamiento kirchnerista.
A muchos católicos les parece intolerable que el mismo partido que quemó iglesias en el pasado o que adora a Bonafini que fue capaz de hacer sus necesidades fisiológicas en la Catedral de Buenos Aires, hoy sean bendecidos por los que conducen el camino terrenal de su fe. No pueden creer que grandes sectores de la iglesia se hayan puesto al servicio de esa facción política.
El responsable de la Basílica, pidió perdón por haber metido la pata – así dijo- pero no explicó cuál había sido su error. Difícil perdonar un error que ni siquiera se nombra. Lo miraban en las primeras filas el presidente Fernández, el ex presidente Duhalde y toda la cúpula del gobierno y de La Cámpora. Cristina brilló por su ausencia. La concurrencia rezó por ella. Que Dios y la patria se lo demanden.
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Honor y gratitud para Sarmiento – 9 de septiembre 2022
Este domingo es el día del maestro. Se cumplen 144 años de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento. Hoy que estamos padeciendo una profunda crisis educativa. Hoy sabemos que nuestros chicos han perdido mucho durante la pandemia y que va a costar mucho recuperarlo. Hoy que el intento de adoctrinamiento es directamente obsceno, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
Hoy que los que manejan el ministerio son los sindicalistas del atraso y la no capacitación. Hoy que los jerarcas y burócratas de los gremios son bajadores de línea de los chicos. Hoy que demasiados días no hay millones de argentinitos frente al misterio del pizarrón. Hoy que no se fomenta la excelencia ni la meritocracia.
Hoy más que nunca, la figura de Sarmiento y su apuesta a la educación como revolución igualitaria nos ayuda.
Es la contra cara de lo que vienen mostrando los provocadores del odio y la caricatura de la lucha de clases de la pre historia.
Frente a la barbarie de la prepotencia y de la utilización perversa de los más pobres, en lugar de quejarnos solamente, nos vendría bien, sobre todo en este día revisitar la civilización de un prócer que nos puede iluminar el camino cuando muchos no ven la salida.
Domingo Faustino Sarmiento dijo que combatía para “poder escribir porque escribir es pensar y combatir, en consecuencia, es realizar el pensamiento”. Su opinión sobre Juan Manuel de Rosas nos puede servir a la hora de juzgar a todos los tiranos de todos los colores y de todas las latitudes: “Lo que la República Argentina necesita ante todo, lo que Rosas no le dará jamás, es que la vida y la propiedad de los hombres no estén pendientes de una palabra indiscretamente pronunciada o de un capricho del que manda”. Capricho del que manda. ¿Le suena familiar?
Los capangas de los sindicatos están ciegos por el fanatismo y la inflamación ideológica. Nunca quieren que haya clases. No quieren que los chicos progresen.
Por eso me pongo de pié por la manera en que Sarmiento, con un par de frases, definió casi un plan de gobierno: “Lo primero que debe atenderse en todo el país, es proporcionar a la clase más numerosa y menos acomodada, los medios que llenen sus primeras necesidades, particularmente aquellas que tienen directa influencia sobre la higiene y la salud: el buen salario, la comida abundante, el buen vestir, la libertad ilimitada, educan al adulto más que la escuela al niño.”
Habla de libertad ilimitada, de atender a los más necesitados y de no someterse a los caprichos de los autoritarios. Son los cimientos de la Nación que necesitamos construir. Sarmiento es la patria que necesitamos construir entre todos. Porque además fue la honradez en persona. Si hubiera elecciones, este domingo, yo voto por Sarmiento. O por sus valores.
Este domingo es el día de Sarmiento, el maestro de la patria y el de todos los maestros con mayúsculas. Maestro de los maestros, como se dice cotidianamente. El talento e inteligencia de Domingo Faustino Sarmiento empujaron la movilidad social ascendente. La prueba es que nació en el Carrascal, un barrio pobre de San Juan, llegó a ser presidente de la Nación y murió a los 77 años tan pobre como había nacido.
Es la gran figura polémica de nuestra historia. Se puede hablar horas de sus grandezas y de sus miserias. No nos alcanzaría todo un año. Solo su obra escrita tiene 52 tomos y más de 15 mil páginas. Se puede decir que fue cascarrabias, mujeriego y que tuvo actitudes francamente discriminadoras sobre todo con los indios y los gauchos.
Pero el fanatismo de los cristinistas lo pretende borrar de la historia como si fuera un tirano.
Durante el anterior gobierno de Cristina, el intelectual camporista Juan Cabandié no anduvo con sutilezas para descalificar a Sarmiento: “Era de derecha”, sentenció. Le faltó agregar: “Como Macri”. Desde Paka Paka lo atacaban como si fuera el diablo. Menos mal que a ningún talibán kirchnerista se le ocurrió declarar de interés público y sujeto a expropiación a la calle Sarmiento para rebautizarla Néstor Kirchner quien nunca escribió un libro y del que se sospecha que tampoco leyó alguno.
¿Quisieron borrar de la historia argentina a Sarmiento? ¿Son tan omnipotentes, autoritarios y caraduras?
Pero hoy debo rescatar lo mejor de su luz de educador. Un poema dice que “sembró escuelas como soles a lo largo de la patria”. Su dimensión de estadista lo llevó a fundar 800 escuelas en un país que según el primer censo que el propio Sarmiento ordenó padecía un drama: 7 de cada 10 argentinos eran analfabetos. En 1871, la población de nuestro país era de 1.836.000 personas entre las que se encontraban 194 ingenieros y 1.047 curanderos, por ejemplo. En ese país de la injusticia y la oscuridad, Sarmiento fue el motor de la educación como igualador social y como principal instrumento del desarrollo.
Eso no se lo vamos a terminar de agradecer nunca. Fue el mejor combatiente contra la ignorancia y eso solo lo coloca como uno de los principales impulsores de la democracia y de los derechos de los más pobres. Decretó la ley de enseñanza primaria obligatoria. ¿Se imaginan la aceleración del progreso que eso significó? Cuando asumió había 30 mil y cuando dejó la presidencia ya eran 100 mil los chicos que concurrían a la escuela. Es que eran leyes revolucionarias. Cambiaban la estructura de la sociedad y la hacían más justa y realmente progresista.
Le recuerdo solo algunos de los conceptos y valores que Sarmiento instaló para siempre en el inconsciente colectivo de los argentinos:” todos los problemas son problemas de educación.
Las escuelas son la base de la civilización.” Faltaban 30 años para el 1900 y Sarmiento ya decía que “se puede juzgar el grado de civilización de un pueblo por la posición social de la mujer”. Fue un verdadero visionario, un genio en su capacidad de enseñanza, un escritor colosal y un combativo periodista y político. Su concepto de educación para el desarrollo se adelantó un siglo. Gran parte de sus construcciones teóricas se siguen utilizando en la actualidad.
No quiso que el saber fuera un privilegio de pocos. Propuso que toda la República fuera una escuela. Apostó al progreso científico, a las comunicaciones. El correo y el ferrocarril en ese entonces eran catalizadores de las mejores ideas y soluciones concretas. Fue un férreo defensor de las libertades civiles y un opositor feroz a los dictadores. “Bárbaros, las ideas no se matan”, dejó grabado por los siglos de los siglos.
En su primer discurso presidencial dijo algo que todavía hoy tiene una vigencia impresionante y que es la síntesis más perfecta de lo que debería ser la política: “el gobierno está para distribuir la mayor porción posible de felicidad sobre el mayor número posible de ciudadanos”. ¿Qué me cuenta? Ojalá fuera el objetivo que guíe a todos nuestros gobernantes.
José Clemente, su padre fue peón de campo y arriero y combatió en las guerras por la independencia junto a Belgrano y San Martín.
Paula Albarracín, su madre, le quiso poner Domingo pero no pudo. Por eso en su partida de nacimiento figura como Faustino Valentín Quiroga Sarmiento. A los 4 años ya leía de corrido y a los 15, era maestro, tal vez su principal condición que no abandonó jamás. Hasta en la cárcel, mientras fue preso político, se dedicó a enseñar a sus compañeros de celda.
Y luego se convirtió en un monumento vivo a los docentes y no paró nunca de construir bibliotecas populares. El filósofo Tomas Abraham lo definió como el hombre más grande que dio esta tierra. Su himno que es el himno que nos ilumina, reclama honor y gratitud para él y lo bautiza como corresponde: Domingo Faustino Sarmiento, Padre del Aula. Si San Martín fue el Santo de la Espada, Sarmiento fue el Santo de la palabra. San Sarmiento de la Educación, es la patria que necesitamos.
Abrazar a los que siembran futuro – 8 de septiembre 2022
Hoy es el Día del Agricultor. Y creo que ellos todavía no tienen el reconocimiento social que se merecen. Por eso no me canso de repetir estas ideas a modo de humilde homenaje.
En su día me gustaría darle un abrazo a cada uno de los productores que han construido la agricultura más competitiva del mundo. Son nuestros hermanos del campo que están trabajando para dejarles a nuestros hijos mejores tierras que las que nos dejaron nuestros padres. Con innovación y tecnología están evitando la degradación de los suelos por erosión. Quiero que tengan en cuenta que la agricultura nació en Irán y en Irak hace 10.000 años y hoy, en esos países solo quedan desiertos polvorientos.
Fue la siembra directa la que desató la revolución verde. Pocos saben que una semilla tiene más valor agregado y conocimiento que un auto. La ingeniería genética, la biotecnología son las locomotoras del futuro de la patria.
Por eso le repito, corrijo y aumento mis buenos deseos. Porque todo trabajo dignifica. Y todos los trabajadores se ganan el pan con el sudor de la frente. Pero esos hombres y mujeres transforman a la tierra en una fábrica de alimentos. Le cuento que en los próximos años con China y la India a la cabeza se van a consumir más alimentos que en toda la historia de la humanidad. A los que se rompen el lomo de sol a sol y rezan al cielo para que llueva o para que deje de llover. A esa mixtura maravillosa del abuelo gringo que llegó y se arremangó con el abuelo indio que jamás se resignó, como dice la canción.
Me parece mágico y premonitorio que hoy se celebre el Día del Agricultor, en recuerdo de la fundación de la primera colonia agrícola allá por 1856 en Esperanza, en el medio de la provincia de Santa Fe. La sensibilidad campesina de don José Pedroni la describió como “boya del trigo verde/ corazón de la pampa”. Más que nombres son señales. La fe necesaria para seguir firme en el surco. Aferrados al tractor y la esperanza que es lo que vendrá. El desarrollo para todos que podemos construir con nuestro esfuerzo. Con la cultura del trabajo. Esperanza es ciudad y es bandera. Es lo último que se pierde. Verde es el color de la esperanza. Es no darse por vencido ni aún vencido. Para defender a los pueblos del interior de las sequías, las inundaciones, los incendios, las plagas y las políticas depredadoras de aquellos autoritarios que viven de viejos dogmas jurásicos o que ven al campo como un gigantesco bolsillo para meterles la mano. Los castigaron años y años con el unitarismo extorsivo y una actitud confiscatoria. Los Kirchner fueron los autores intelectuales y materiales del asesinato del federalismo.
Los productores agropecuarios se transformaron a sí mismos. Supieron salir de sus tranqueras para desmentir que mansedumbre sea sinónimo de sumisión. Y dieron la batalla política más grande frente a los que los quisieron poner de rodillas con ofensas difíciles de olvidar. Piquetes de la abundancia, golpistas, grupos de tareas, oligarcas, todos los insultos todos. Hasta que dijeron basta. Fue la rebelión de los pueblos del interior contra una forma injusta de repartir la coparticipación federal y contra el maltrato y el odio.
Los agricultores no reclaman nada raro. Los chacareros no quieren ni prebendas ni subsidios. Solo diálogo franco, soluciones racionales, buen trato para producir la mayor cantidad de alimentos posibles para atender la mesa de los argentinos primero y para exportar lo más que se pueda después. De esa manera se combate la concentración y la extranjerización de la tierra. Con respeto por los que viven tierra adentro. Sin agresiones. Eso es combatir la pobreza con armas genuinas. Eso es fortalecer la identidad cultural de criollos e inmigrantes. Eso es echar raíces, sembrarse en tu propia cultura para resistirse a engrosar esos conurbanos que son las espaldas injustas de las grandes ciudades.
Tiene razón la Sole cuando revolea su poncho y dice que “Estaba donde nací/ lo que buscaba por ahí/”. Habla de las raíces y la tierra. Y de ese dolor profundo que es el desarraigo y el destierro. Por eso nos cuenta que fue mucho su penar andando lejos del pago. Tanto correr para llegar a ningún lado.
Por las noches, en las villas miserias de los grandes conurbanos se escuchan los lamentos con música de chamamé, chacarera o cuartetazo. Porque muchos correntinos, santiagueños y cordobeses, entre otros hermanos provincianos, tuvieron que marchar al exilio económico. Fueron a buscar el cielo y se encontraron con el infierno. Buscan mejores escuelas y hospitales para sus hijos y encuentran largas colas de madrugada para conseguir un turno, hacinamiento o discriminación por color de piel y tonada. Se van de su tierra para sobrevivir y terminan sobremuriendo lejos de sus afectos y sus climas. Añoran la madre tierra y su madre biológica.
Desarraigo significa lejos de sus raíces. Es muy fácil comprobar lo que le pasa a cualquier planta cuando se le arranca sus raíces.
Y el castigo más antiguo era la condena al destierro. Expulsar de su tierra. Atahualpa Yupanqui que lo padeció lo transformó en poesía desgarradora: “Tira el caballo adelante y el alma tira pa’ atrás”. Por eso las viejas sabias dicen que cuando uno vuelve a su casa, le vuelve el alma al cuerpo. Por eso la agricultura y el agricultor son tan importantes para nuestra bendita Argentina. Es que la patria se construye de muchas maneras.
En las fábricas, en las universidades, apostando a la solidaridad y la igualdad de oportunidades. A lo mejor sea cierto eso de que nadie es profeta en su tierra. Pero ningún país es un país para todos si castiga a su tierra y a quien la trabaja.
Todo comenzó en 1856 cuando 1162 colonos suizos llegaron a Esperanza y recibieron 33 hectáreas, algunos animales y herramientas muy rudimentarias. Usaban sombreros de ala ancha, tiradores, pañuelos al cuello y unos bigotazos tan grande como su coraje. Entendieron que la tierra es madre y alimenta. Mucho más tarde vendría Diego Torres a certificar que “Pintarse la cara color esperanza/ tentar al futuro con el corazón/ saber que se puede, querer que se pueda.
Eso son nuestros chacareros del alma: los que saben que se puede y quieren que se pueda.
En el día del agricultor pedimos tres deseos:
Que de la tierra arrasada que dejaron los ladrones y autoritarios pasemos a la tierra prometida.
Que de la Argentina que tenemos pasemos a la Argentina que queremos y necesitamos.
Y si nos han prestado la vida y tenemos que devolverla, cuando el creador nos llame para la entrega, que nuestros huesos, piel y sal, abonen nuestro sueño natal.
Para sembrar esperanza. Y cosechar futuro.