Los derechos humanos no son de Cristina – 7 de septiembre 2022

Estela Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, llegó a decir: “No vamos a permitir que condenen a Cristina Kirchner”. O que “Patricia Bullrich tendría que estar en la cárcel”. O que a “Cristina la protegió Dios”. Estela estuvo en el senado con Cristina y en la mesa a la que convocó Alberto en la Casa Rosada.
Hebe de Bonafini, la titular de las Madres de Plaza de Mayo dijo que tenían que dar batalla para que no fuera sancionada por la justicia. Todas somos Cristina. Yo lo que quiero es que se salve de la cárcel, de la condena que me parece una cosa terrible y espantosa.” Hebe llegó a promover una “pueblada”.
Después que el fiscal Diego Luciani reclamó 12 años de cárcel para Cristina por ser la jefa de una asociación ilícita destinada a saquear al estado, estas dos mujeres de pañuelos blancos entregaron el último suspiro de las organizaciones de derechos humanos que representan. Les terminaron de poner para siempre la camiseta partidaria y de esa manera liquidaron el principal valor de una entidad de esa naturaleza: su condición universal y ecuménica. No se defienden posturas partidarias. Los derechos humanos por definición deben ser de todos, sin distinciones ideológicas. Pero Hebe y Estela, las pusieron al servicio de Cristina.
Hay varias organizaciones no gubernamentales antiguas que han perdido el rumbo y han dejado de ser útiles a la sociedad. Hablo de Madres de Plaza de Mayo, Abuelas y el CELS que en su momento, jugaron un extraordinario papel de denuncia y de lucha corajuda a favor de las libertades en el más amplio sentido de la palabra y en contra de todo tipo de autoritarismo. Pero el tiempo fue pasando y los años de patoterismo de estado kirchnerista lograron vaciarlas de contenido plural y, en algunos casos, meterlas en el nauseabundo pantano de la corrupción. El caso más patético y doloroso es el de Hebe de Bonafini. Después de haber sido un símbolo universal de combate pacífico por la aparición con vida de los desaparecidos y el castigo a los culpables, se fue degradando con el dinero de Néstor y Cristina y terminó tristemente, con el pañuelo blanco manchado por las estafas de Sergio Schoklender y por el desfalco que tuvimos que pagar todos de la Universidad de las Madres.
Hebe se disciplinó en forma verticalista a Cristina y fue cómplice de la entronización del general Milani o del silencio tipo omertá frente a evidentes ladrones como Lázaro Báez o Julio de Vido. Hebe tuvo posturas agresivas y cadenas de insultos contra la Corte Suprema, por ejemplo, cuando llamó a tomar los tribunales y apoyo militante al chavismo extremo y criminal. Dicho sea de paso, todos estos grupos hoy piden la libertad de Milagro Sala, una jefa mafiosa que le robó a los pobres de Jujuy a la que califican como “presa política” y, sin embargo, apoyan que Venezuela tenga detenidos a disidentes y una larga lista de encarcelados en la gerontocracia dictatorial de Fidel y Raúl Castro.
Con las Abuelas pasó algo parecido pero no tan grave por la ausencia de sospechas de negociados tenebrosos. Pero Estela supo ser el ariete de Cristina contra el grupo Clarín y su propietaria y no fue capaz de pedir disculpas pese a que se probó con toda contundencia que sus hijos no eran de desaparecidos como habían acusado ellos. Había que trabajar en radio Mitre o en canal 13 o en el diario y bancarse en todo momento el escupitajo que te decía “devuelvan los nietos”. Estela hizo campaña electoral por Cristina y por Scioli.
En el Centro de Estudios Legales y Sociales la decadencia es más sofisticada. Ese organismo tan valioso y destacado fue copado casi totalmente por la militancia kirchnerista de Horacio Verbitsky. Ellos infiltraron su pensamiento dogmático y sesgado en una entidad que justamente se había destacado por su excelencia técnica profesional, por no meter el partidismo adentro y por gente de la más variada procedencia ideológica, que incluyó el humanista cristiano de centro de Emilio Mignone.
Hoy Verbitsky descaradamente y sin guardar ni las formas, es el fogonero de todo lo que haga Cristina y el que frena o ignora toda denuncia contra la actuación de la ex presidenta. Verbitsky sigue llamando “organizaciones revolucionarias” a los grupos guerrilleros que el lideró y que produjeron brutales atentados dinamiteros y asesinaron gente. Además se robó las vacunas en complicidad con Carlos Zannini que justificó esa inmoralidad en que hay dirigentes que la sociedad debe cuidar especialmente. Superioridad moral al palo.
El Cels hoy casi no tiene lugar, por lo menos en su conducción, para abogados destacados que no crean que Cristina sea una mezcla de La Madre Teresa y La Pasionaria. En el Cels hay un discurso único que investiga o amonesta solo para un lado. Perdió pluralismo y amplitud. Se hizo angosto en su mirada dogmática y eso lo fue achicando. Es una lástima que hayan dilapidado su buena imagen de independencia.
En conclusión, creo que hay que generar nuevas organizaciones de derechos humanos que reflejen esta nueva realidad. Estas estructuras no se crean por decreto ni de arriba hacia abajo. Son construcciones naturales que van engarzando preocupaciones y liderazgos sectoriales para sumarlos en un grupo superador de todo lo conocido, multipartidario, multisectorial y nada sectario.
Pienso en una entidad que se llame algo así como “Mas Valores para más argentinos” que rescate, controle, defienda y multiplique la transparencia contra los políticos ladrones; la democracia contra los caudillos mandones y monárquicos; la República contra los que quieren tener la suma del poder público y la justicia social y la sociedad más igualitaria contra los buitres insaciables que solo ven la vida como una acumulación de codicia.
¿Se entiende lo que propongo? Esos son los pilares fundamentales pero no los únicos. Faltan las personas que encarnen esas banderas éticas. Si estuviese vivo René Favaloro lo propondría como el presidente. Pero, Estoy pensando en algo superador. En una suerte de grupo de argentinos que se conviertan en custodia de estos nuevos tiempos.
Eso se llama construir más y mejor ciudadanía. Esa debería ser la nueva utopía de los tiempos que vienen. Para mirar al futuro con esperanza y parir lo nuevo. Con pobreza cero e igualdad de oportunidades, paz social sin delincuentes ni narcos y con la libertad absoluta como bandera. ¿Me acompaña?

Magdalena sigue viva en el aire libre de la radio – 6 de septiembre 2022

Todos los periodistas en general, y los de esta querida radio Mitre en particular estamos con una tristeza que nos agobia y con un nudo en la garganta. Murió la más grande. La mejor profesional y la compañera más querida. Magdalena Ruiz Guiñazú ya te estamos extrañando. Todos tenemos muchísimo para agradecerte. Por tu dignidad, tu ética republicana, por tu excelencia en el trabajo y porque abriste caminos.
Todos llevamos en nuestro ADN la luz y el perfume de Magdalena. Recuerdo que hace un par de años recibió la Mención de Honor “Senador Raúl Alfonsín” que otorga la Biblioteca del Congreso de la Nación. Ella merece el título de periodista con mayúsculas y esta distinción como cientos que ha recibido. Este premio es la continuidad del que recibieron, entre otros, Rene Favaloro y María Elena Walsh. Por eso una vez más, no me canso de decir “Magdalena Muchamujer”.
Ella es la flor más bella de nuestro maravilloso oficio. Magdalena es la mujer que más alto llegó y que mejor representa a los periodistas argentinos. Por suerte, estuvo hasta su último suspiro con nosotros. Fue la sacerdotisa de este templo de la noticia llamado Radio Mitre. Magda jugó para nuestro equipo con la camiseta número 10 de esta selección nacional del periodismo. Jugamos con ventaja. Y se la veía todos los días alegre y plena. Radiante. Parece que logró la felicidad de leer los diarios en la cama.
Pero hasta hace muy poco tiempo, ella, tempranísimo, producía el rito sagrado: miles y miles de argentinos encendían la radio para escucharla. Fue un clásico de nuestro país. Durante más de un cuarto de siglo, Magdalena Ruiz Guiñazú se convertía en un parlante de masas que despertaba a los ciudadanos dormidos, en todo el sentido de la palabra. Ella era capaz de navegar en todos los mares de las relaciones humanas. Desde la charla distendida, amable, con intenciones didácticas apostando al rol formador de los medios, hasta la discusión apasionada con un ministro poderoso al que no le permitía que diga mentiras. Yo intentaría resumir su carrera en pocas palabras: Magdalena no se calla. Ante nada y ante nadie. Magdalena no se vende. A esta altura, fue la mejor periodista argentina, la más creíble, la que edificó una trayectoria impecable y es como un faro para todos.
Ocupó con dignidad y capacidad profesional todos los escalones de la profesión. Fue una movilera audaz que muchas veces caminó por la cornisa del peligro con tal de conseguir un testimonio. Cacho Fontana descubrió rápido sus saberes. Hasta ayer, andaba con un grabador en la cartera, siempre atenta, por si alguna noticia o protagonista se le cruzaba en el camino.
Se lucía con su escritura en los diarios y las revistas; en televisión supo poner su impronta de rigurosidad para investigar y de transformar sus preguntas en estiletes al servicio del ciudadano. Escribió libros deliciosos porque dice que la ficción es la que le permite al periodista soportar tanto dolor cotidiano por las cosas que pasan. Y la radio. Era su lugar en el mundo. Ella dijo que la radio es el ring side de la vida. Es la posibilidad de no perderse nada de lo humano. De poner el cuerpo aún en los momentos más difíciles. Cuando pudo denunciar atrocidades en la cara de los dictadores. Cuando se jugó entera a la hora de aceptar la invitación del presidente Raúl Alfonsín para integrar la CONADEP, esa Comisión Nacional para la Desaparición de Personas que realizó el informe más valiente y riguroso sobre el terrorismo de estado. Allí trabajó codo a codo con próceres de los derechos humanos como Ernesto Sábato, Rene Favaloro, Marshall Mayer, Graciela Fernández Meijide o el obispo Jaime de Nevares.
Supo pararle el carro a muchos soberbios y prepotentes que la quisieron llevar por delante. Fue la primera que le dio la posibilidad de expresarse en un micrófono a Hebe Bonafini cuando muchos huían del lado de las Madres de Plaza de Mayo y los Kirchner, en Santa Cruz, se negaban a recibirlas. No era gratis hacer esas cosas. Por eso quedó grabado para siempre el audio donde Hebe agradece y reconoce por ese gesto a Magdalena. Hasta que vinieron los Kirchner, y le pusieron la camiseta partidaria. El odio y el autoritarismo creció tanto que la misma Hebe fue la que impulsó aquel fascista y repugnante juicio popular en la Plaza de Mayo a varios periodistas entre los que estaba Magdalena, aunque no lo puedan creer. Hay pocas cosas tan terribles en la vida como ser desagradecidos.
Otro soldado de ese ejército del insulto y la descalificación como Luis D’Elía también llenó de agravios a Magdalena que nunca lloró como su nombre. Destituyente, oligarca, era lo más suave que le decían a una de las compañeras más generosas y honradas de este maravilloso oficio. Hubo afiches anónimos fogoneados por el gobierno de Cristina, despreciables actos donde se llamó a escupir fotos de periodistas. Ni Mussolini hubiera resucitado mejor los linchamientos a las voces críticas. Fomentar la intolerancia de estado es la peor herencia que nos dejó la década ganada por los amigopolios K. Y Magdalena podrá decir con orgullo que ni eso la hizo retroceder de sus convicciones.
Aquellos escraches que deberían avergonzar a todos los argentinos pero sobre todo a los que militan en los derechos humanos generaron un debate y Cristina Fernández de Kirchner dijo: “algunos periodistas deberían vacunarse contra la rabia”. Increíble respaldo a los victimarios. Una forma de sembrar más vientos.
¿Qué más decir de Magda? Se puede hablar de sus 14 premios Martin Fierro, del Martín Fierro de Oro, de las condecoraciones por su trabajo a favor de los derechos humanos que le dieron desde las Abuelas de Plaza de Mayo hasta los gobiernos de Francia e Italia. De su coquetería y elegancia, que rompía corazones masculinos en el gremio de prensa. De los golpes duros que le dio la vida en lo personal. De la utilización de la ironía como arma de destrucción masiva. Ya en 1983 fue elegida la mujer del año por votación popular. Magdalena es un nombre de origen hebreo que significa: “La magnífica habitante del Torreón”. Hasta eso la marcó en su trabajo. La observación, la curiosidad es el principal motor que tenemos.
Fue pionera y vanguardia en los medios. Estoy convencido que seguirá viviendo en el aire libre de la radio. Cada vez que un periodista dignifique su trabajo aflorará la luz y el perfume de Magdalena. Magdalena es la reina madre de todos los periodistas. Es nuestra pachamama. Magdalena, flor y mujer. Magdalena coraje, ícono del periodismo que no se calla ni se vende, espejo para los estudiantes, bien vale recurrir al título de Martha Mercader para nombrarla: Magdalena Mucha Mujer y está todo dicho. Magdalena, la flor más bella.

Luciani no genera odio; genera esperanza – 6 de septiembre 2022

Cuesta abajo en su rodada, el cristinismo multiplica sus mentiras. Nos quieren convencer de una falsedad gigantesca. Dicen que el fiscal Diego Luciani generó odio con su alegato. Y es todo lo contrario. El valiente fiscal, con su riguroso aporte de tres toneladas de pruebas, generó esperanza de que la justicia condene de una vez por todas a Cristina. Porque fue la jefa de una asociación ilícita que saqueó al estado. Lo dice la justicia.
Dicen además que ese odio generado por Luciani, finalmente se expresó en el energúmeno que intentó asesinar a Cristina. Y que los medios y algunos periodistas también generan el odio que cargó la pistola Bersa. También en este punto es todo lo contrario. Un sector de los medios de comunicación y del periodismo independiente lo que trata de hacer, es iluminar siempre las zonas oscuras del poder (de todos los poderes) donde florece la corrupción de estado. La prensa profesional trata de denunciar los avances autoritarios de un cristinismo que cada día se parece más a un nacional populismo chavista. Eso no es odio, es esperanza en que los ciudadanos, con toda libertad y en uso de sus facultades mentales, elijan en las urnas al mejor de los gobiernos posibles.
El propio presidente Fernández en su discurso apuntó contra la justicia, la oposición y los medios como fabricantes de odio. Eso abrió la puerta para que otros se pronunciaran con toda obscenidad.
Axel Kicillof, gobernador que no funciona en una provincia sembrada de dramas sociales, dijo textualmente: “El alegado del fiscal Luciani, en esa causa trucha, sin prueba alguna, desencadenó esta fase del conflicto social”.
Sergio Palazzo, el sindicalista de los bancarios, tal vez el más querido por Cristina, llegó a plantear en Twitter que “los cultores del odio desde los medios hegemónicos y el fiscal Luciani tienen que hacerse cargo del atentado a Cristina”
Hoy, Gabriela Cerruti, la vocera que no funciona, salió a desmentir que exista en análisis algún proyecto para legislar contra el odio. Se quejó porque ella se lo dijo a varios periodistas que no le hicieron caso porque “se retroalimentan de cosas que ellos quieren decir”.
Conviene plantear un par de cosas para que la vocera sepa porque ocurren los acontecimientos.
En primera instancia, hubo muchos kirchneristas que plantearon el tema. No fue un invento de los medios. Alejandro Grimson es asesor y suele aportar a los discursos del presidente Fernández. Dijo que: “hay que limitar los discursos de odio con una ley o con un conjunto de leyes”.
Eduardo Valdés es ultra cristinista y tan amigo de Alberto como del Papa Francisco. Dijo que están redactando un proyecto en ese sentido, “una especie de Ley Micaela contra el odio”.
Alejandra Darín, actriz al servicio de Cristina, dijo desde el escenario: “quienes cedieron minutos de aire a los discursos de odio, deberán reflexionar sobre como colaboraron para llegar” al intento de asesinato de Cristina.
La ministra de la mujer, Elizabeth Gómez Alcorta, dijo que calificar de “yegua” a Cristina es un discurso de odio porque la deshumaniza. Yo no recuerdo a ningún dirigente opositor ni a ningún periodista de medios importantes calificar de “yegua” a Cristina. Yo jamás diría semejante barbaridad. Animalizar a las personas es gravísimo. Sin embargo tengo anotados no menos de diez kirchneristas diputados o funcionarios que me han calificado de “Gorila”, y eso tiene el mismo objetivo que decir “Yegua”. O decirle “cucaracha” a Graciela Ocaña, como le dijo Hugo Moyano ante el silencio cómplice del feminismo K.
La gran verdad de todo este humo que nos quieren vender tiene la siguiente explicación:
1) Quieren que Cristina sea declarada la mujer más honrada de la tierra y que le pidan disculpas por todas las causas de corrupción que le abrieron. Eso, dentro del régimen democrático, es imposible.
2) Quieren que el fiscal Diego Luciani llame a conferencia de prensa y diga que nada de lo que dijo es cierto. Que era una jodita para Video Match. Eso, dentro del régimen democrático, es imposible.
3) Quieren que la Corte Suprema de Justicia sea reemplazada por otra de 25 miembros amigos para finalmente colonizar y ponerle camiseta partidaria a los tribunales. Ayer mismo los gobernadores cómplices lo plantearon en su documento. Eso, dentro del régimen democrático, es imposible.
4) Quieren ocultar y que nadie hable de la hecatombe económica y el desastroso gobierno que vienen realizando en todos los planos. Eso, dentro de un régimen democrático, es imposible.
5) Y, finalmente, quieren amordazar e intimidar al periodismo para que solo se escuchen las voces de los chupamedias y los pauta dependientes, al más puro estilo Venezuela. Eso, obviamente, dentro del régimen democrático, es imposible.
Para cerrar una última reflexión sobre Gabriela Cerruti. Los periodistas a los que usted les dijo que “no había ningún proyecto en análisis sobre la ley del odio”, no le creyeron. ¿Sabe porque? Porque usted mintió varias veces y eso tiene patas cortas. Usted decía una cosa y ocurría otra. La vocera que pierde credibilidad, pierde todo su capital. Le creyeron más a lo que dijeron el presidente, Kicillof, Eduardo Valdés y Grimson, entre otros. Reconozco que algunas veces usted no miente a sabiendas. Que dice lo que Alberto le dice. El drama es que siempre el hombre propone pero Cristina dispone. Y está claro que Cristina quiere avanzar con la ley contra el odio, como en el chavismo y con la nueva Corte Suprema. No lo hace más rápido porque no puede. Porque no le dan los números en el Congreso y porque no tiene el acompañamiento social suficiente.
Muchas veces Cerruti no miente. Dice lo que sabe. Pero no sabe lo que pasa. Por eso como dice usted, los periodistas nos retroalimentamos de cosas que queremos decir. Y decimos lo que queremos decir porque ese es nuestro rol en un sistema democrático y republicano. Por eso hoy quiero decir, si no le parece mal, Cerruti, que el fiscal Diego Luciani, no genera odio, genera esperanza. Y que los medios independientes no generan odio, generan esperanza. Esperanza de una sociedad mejor donde haya menos pobres y desocupados, menos inflación y riesgo país, menos ladrones y corruptos, menos golpistas y censuradores. Y eso, si es posible, dentro de un régimen democrático.