La consolidación de la democracia republicana y de la paz social, solo se consigue con verdad, juicio, castigo y condena. Para todos los que cometieron delitos. Para el atacante que quiso asesinar a Cristina. Y también para Cristina que, según un fiscal de la nación, debería ser condenada a 12 años de prisión por ser la jefa de una asociación ilícita que saqueó al estado.
Nadie está por encima de la ley. Toda persona que viola la ley se convierte en delincuente y debe ser sancionada. Desde Fernando Sabbag Montiel por su intento de asesinato hasta Cristina por haber liderado el robo del siglo. Todo el peso de la ley debe caer sobre ambos.
La propuesta extorsiva del senador José Mayans es profundamente antidemocrática. Supone que Cristina es una diosa que vive en un santuario y que no debe ser sancionada por los delitos que la justicia dice que cometió. El presidente del bloque oficialista del Senado propuso, lisa y llanamente, que si los argentinos queremos paz social, entonces la Corte Suprema debe frenar de inmediato el juicio a Cristina.
Es un chantaje digno de un representante del ladri feudalismo de Gildo Insfrán. El fiscal Diego Luciani finalizó su minucioso alegado diciendo: “Señores jueces, corrupción o justicia”. Como Mayans no quiere justicia, está claro que eligió la corrupción. Su planteo es un verdadero sincericidio. Se sacó la careta y mostró en toda su obscenidad la desesperación que Cristina tiene por lograr su impunidad. ¿Qué más quiere senador Mayans para darnos paz social?
¿Le gustaría que se designara a Cristina como presidenta vitalicia? Si el juicio no se suspende y avanza como corresponde, con todas las garantías constitucionales, usted qué propone? Por lo que dijo, paz social, no. ¿Tal vez guerra social?
La gravedad institucional de lo dicho por Mayans también la potencia su condición de ser de la íntima confianza de Cristina. Por algo preside el interbloque. En declaraciones a una radio amiga dijo que el alegato del fiscal Luciani: “gestó el germen de la violencia extrema”.
¿Senador, qué deberíamos hacer con Luciani? ¿Meterlo preso, destituirlo?
Tanto Jorge Lanata como Jorge Fernández Díaz coincidieron en escribir una verdad sagrada: Cristina fue víctima de un intento de magnicidio. Pero ser víctima no la transforma en inocente ni le da la razón. Son dos cuestiones separadas. El sistema institucional debe castigar todos los delitos sin que nadie tenga coronita. Nadie tiene privilegios en democracia. Ese es el ADN del estado de derecho: Todos somos iguales ante la ley.
Y todos debemos respetar las normas. Nadie puede poner una pistola en la cabeza de la libertad de prensa como han hecho varios cristinistas. Fue un intento pornográfico de aprovechar políticamente la conmoción que generó la pistola Bersa a centímetros de la cabeza de Cristina.
Con la mentira autoritaria y chavista de luchar contra “los discursos de odio”, se intenta censurar las voces críticas de la prensa independiente y de los dirigentes opositores. Macartismo y caza de brujas.
Hay que impedirlo. Ese camino conduce a tiranías como las de Cuba o Venezuela. ¿Quién sería el que dice que es y que no es, un discurso del odio? ¿Cristina? ¿Mayans?
Le pongo algunos ejemplos con signos de interrogación.
¿Que la ex diputada Fernanda Vallejos le diga mequetrefe, enfermo y ocupa del sillón de Rivadavia al presidente Fernández, es discurso de odio?
¿Qué el presidente Fernández diga que Cristina en su presidencia, actuó como psicópata delirante, es discurso de odio?
¿Qué Luis D’Elia diga que hay que fusilar en la plaza de mayo a Mauricio Macri, es discurso de odio?
Podría seguir durante horas con estas preguntas chicaneras. Porque como escribió ayer Joaquín Morales Solá: “ el odio no existió en la política argentina hasta que los Kirchner se hicieron cargo del poder… el odio político, la división social (y hasta familiar) por razones partidarias, la incomunicación política, la descalificación del otro, fue una construcción constante del kirchnerismo durante 20 años.”
Algunos empresarios compraron el buzón de un Wado de Pedro moderado. Tal vez, con sus últimas declaraciones, se hayan dado cuenta que no hay dirigentes prudentes dentro de un esquema agresivo y autoritario como el que encabeza Cristina. Solo fingen por conveniencia. Pero a la hora de la verdad, todos, como Wado, son verticalistas y hacen lo que Cristina les ordena. Desde renunciarle por los diarios a Alberto hasta decir que “No es un loco suelto: son tres toneladas de editoriales en diarios, televisión y radio dándole lugar a los discursos violentos. Son los que sembraron un clima de odio y revancha y hoy cosechamos este resultado: el intento de asesinato a Cristina Kirchner”.
Hay fanáticos subsidiados por Jorge Capitanich como Mempo Giardinelli, patoteros mafiosos como Pablo Moyano y Luis D’Elia, mercenarios mediáticos como Roberto Navarro que son agresivos contra el periodismo, pero que nunca pasaron a la acción directa con alguien de los medios. Solo palabras cargadas de pólvora y señalamientos para convertir a algunos en blancos fijos a tiro de escraches y palizas.
El que si puso el cuerpo y las amenazas y fue a provocar a las puertas de los medios fue Ezequiel Guazzora, un periodista militante que fue condenado por violencia de género contra su ex pareja, una ex diputada cristinista. Es tan descontrolado y por lo tanto peligroso, que hay editoriales donde insulta al propio Alberto Fernández porque no le contesta los mensajes o porque no le pone pauta publicitaria. Pese a todo esto, Guazzora estuvo sentado en la Casa Rosada a dos metros de Alberto y Estela Carlotto y a centímetros de Juan Manzur, Gildo Insfran y Marcó del Pont en la convocatoria que hizo el presidente.
No se sabe si logró infiltrarse en la reunión o fue invitado. Ambas situaciones son graves. O los controles son inexistentes y cualquiera llega al lado del presidente o es un apoyo a esa metodología que Guazzora resumió diciendo: “La sangre, esta vez no va a ser nuestra”. ¿Amenaza, discurso de odio?
La única respuesta a semejante salvajada es decir que jamás hay que derramar la sangre de nadie. Todo el pueblo argentino se comprometió a eso en 1983, de la mano de Raúl Alfonsín. Nunca más. La democracia se custodia con ideas y no con violencia. Y que nadie está por encima de nadie. Todos somos iguales y todos los que cometen delitos deben tener su juicio y condena. Los que atentan con armas y los que le roban al pueblo.
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Conmoción social y gravedad institucional – 2 de septiembre 2022
La sociedad argentina está conmovida hasta sus cimientos. Fuimos espectadores, casi en vivo y en directo, de un hecho de extrema gravedad institucional. La justicia caratuló la situación como “tentativa de homicidio calificado”. Todos pudimos ver como un desquiciado solitario con tatuajes nazis gatilló su pistola a centímetros de la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner. Por suerte no salió el proyectil porque no estaba en la recámara.
Fernando Andrés Sabbag Montiel (a) Salim, de 35 años, quiso asesinar a la vice presidenta de la Nación y eso produjo de inmediato el repudio de la inmensa mayoría de los habitantes. No podía ser de otra manera. En 1983, junto a Raúl Alfonsín, este pueblo firmó un contrato que decía nunca más al crimen como instrumento político. Demasiada sangre tenemos los argentinos en nuestro pasado como para no haber aprendido que podemos saber cómo empieza la violencia, pero nunca como termina. Nuestros años más atroces y terroríficos estuvieron manchados de sangre.
En la escena ocurrieron cosas incomprensibles que deberá explicar y sancionar la justicia. Castigar primero, con todo el peso de la ley, a este loco suelto que, en principio, no parece tener conexión con ninguna agrupación política. Pero hay que investigar a fondo sus motivaciones y sus contactos para estar seguros de porque hizo lo que hizo.
Hasta la propia Hebe de Bonafini y varios dirigentes cristinistas reclamaron la renuncia de Aníbal Fernández como ministro de Seguridad y por lo tanto responsable de la custodia de Cristina. Todos los expertos consultados dijeron que cometieron todos los errores. Dejaron a Cristina a merced del pistolero, no la cubrieron y como si esto fuera poco, después del hecho, la dejaron 6 minutos más firmando autógrafos sin evacuarla del lugar. El atacante ni siquiera fue esposado. Es muy extraño que el experimentado jefe de la custodia que ella misma eligió, haya dejado casi zona liberada por ineptitud o por otros motivos. Veremos.
Juan Grabois apuntó para el mismo lado cuando dijo que “la policía no la cuidó”.
Frente a semejante terremoto en la opinión pública y al resurgir de ataques feroces cargados odio y fanatismo en las redes, al presidente Alberto Fernández no se le ocurrió nada mejor que decretar feriado nacional para facilitar las movilizaciones. Empujar multitudes a la calle en momentos de angustia y confusión es justo lo que no había que hacer. Es de alto riesgo potenciar la posibilidad de que se quiebre la paz social. Hay que apagar los incendios y no echar más nafta al fuego. Es de sentido común.
Ese es el bien que hoy todos tenemos que tutelar: la paz social. La reflexión, apuntalar la investigación de los fiscales y la jueza. Pero el presidente, en forma irresponsable, como es su costumbre, señaló con el dedo a los presuntos responsable de que esto haya ocurrido y apuntó a la oposición a la justicia y a los medios de comunicación.
Este intento miserable de utilización política de un hecho tan grave lo colocó al presidente en las sombras de los que especulan incluso con las tragedias. Es despreciable esa actitud. Absolutamente condenable. Y por suerte, el asesinato no se concretó. De lo contrario, las calles de la Argentina se hubieran llenado de caos, anarquía y cadáveres.
Pero una vez que Alberto abrió las puertas de las acusaciones, se prendieron a ese relato diversos delincuentes como el clan Moyano y Luis D’Elía que apuntaron directamente a los periodistas. Nada nuevo. Pero esta vez tenían el cheque en blanco que les extendió Alberto Fernández quien será el responsable si hay algún tipo de ataques o aprietes a quien el denunció por cadena nacional. Con sus palabras habilitó una caza de brujas y un macartismo que ojalá no pase a mayores.
No se puede olvidar que varios dirigentes del kirchnerismo venían diciendo que la oposición quería un muerto. Hasta el propio Máximo Kirchner, por la maña dijo que en la oposición están viendo “quien mata al primer peronista”. Una verdadera provocación. No hay un solo dirigente o partido que proponga la lucha armada ni el asesinato de nadie. ¿Por qué la oposición quisiera matar a un peronista? Jamás nadie lo dijo y estoy seguro que nadie lo pensó.
Mucha gente por las redes está expresando sus dudas sobre todo lo ocurrido. Hay muchas suspicacias y sospechas. Primero, porque es muy difícil creer en mentirosos seriales como los integrantes de este gobierno. Pero después, porque hay situaciones que parecen producto de una ficción. Algunos sostienen que todo es producto de una operación. Tenemos que ser prudentes y seguir con mucha rigurosidad la información judicial y seguir indagando. Por ahora no se puede descartar ninguna hipótesis y debemos apoyarnos en lo que se pudo ver. Si hubo otras cosas que no se vieron, tal vez irán apareciendo con el correr de las horas.
Las marchas multitudinarias de apoyo a Cristina recorrieron el centro de Buenos Aires y de otras ciudades. Caminaron sobre un alambre por encima de una democracia que demuestra su fragilidad ante quienes son capaces de dinamitarla.
Un enajenado, con su Bersa, produjo un estrépito descomunal en la comunicad. Pero si la bala hubiera salido hoy estaríamos lamentando volver al peor de los pasados. Esta es la base de la convivencia mínima que tenemos que conseguir. La democracia admite críticas y discusiones apasionadas y fuertes. Pero el límite es la violencia y las armas. Esos son instrumentos de las dictaduras y las tiranías. La paz social es sagrada y todos tenemos que defenderla.
El ataque del Máximo millonario – 1 de septiembre 2022
Máximo Kirchner, el príncipe heredero, saltó a la tapa de todos los portales por dos motivos.
Primero: provocó con una declaración brutal al decir que la oposición “está viendo quien mata al primer peronista”.
Y segundo: se confirmó que su fortuna en blanco, asciende a la friolera de 523 millones de pesos. Es difícil encontrar un dirigente peronista que tenga un patrimonio semejante.
Máximo ya tiene 45 años. Ya no es un pibe. Es un magnate que sigue utilizando ese look setentista, de pelo largo, barba desprolija y campera. No se le conocen trabajos anteriores ni estudios superiores. Para evitar que le decomisaran los bienes mal habidos, Cristina adelantó su herencia a sus dos hijos. Máximo, un millonario que combate millonarios posee 26 propiedades y casi tres millones de dólares de ahorro pese a que dice despreciar al imperialismo norteamericano. Admira al Che Guevara y a Hugo Chávez pero no come vidrio. Tiene acciones de la inmobiliaria Los Sauces y de Hotesur, la dueña del hotel Alto Calafate que están bajo la lupa de la justicia por lavado de dinero.
El fiscal Eduardo Taiano acaba de ordenar un análisis contable de su patrimonio a los peritos de la Corte Suprema. Tiene iniciada una causa por enriquecimiento ilícito.
Esta mañana, en una radio amiga que lo cuida como un guardaespaldas mediático, el hijo presidencial, sin un solo argumento acusó a la oposición de buscar un muerto del peronismo.
Los únicos que vienen hablando de sangre, saqueos y muerte, son dirigentes de su sector como el caso de Juan Grabois o Luis D’Elia, que propuso fusilar a Mauricio Macri en una plaza pública.
Máximo siguió el camino irracional de su madre y comparó lo que pasó el sábado con las muertes por las calles del 2001, ocultando la responsabilidad de varios intendentes del peronismo. Dijo que “el policía mata, va preso y los dirigentes siguen dando vueltas”. Otra vez la mención a la muerte y al juego de “cowboys” que siempre termina mal. En democracia, no hubo más tenebroso y macabro juego de tirarse con cadáveres que cuando se cruzaron los Montoneros de Mario Firmenich, Vaca Narvaja y compañía, con la Triple A de José López Rega. Y terminó muy mal, por supuesto.
Máximo, como sus padres y su tropa son expertos en manipular la historia y contar solo una parte.
Y como si esto fuera poco, copió el argumento falso que dio Estela Carlotto cuando dijo que quieren ver presa a Cristina por “ser mujer”. En realidad el delito de mega corrupción de estado no tiene género. Los ladrones son ladrones, más allá de cómo se auto perciban sexualmente. Lázaro Báez, José López y demás integrantes del Cártel de los Pingüinos Millonarios, son varones.
Máximo también, al igual que el Cuervo Larroque, su lugarteniente en la Guardia de Hierro de Cristina, castigaron duro al ex ministro Martín Guzmán como si no fueran parte del gobierno. “Era un agente del FMI”, dijo el Cuervo que le sacó los ojos. “Massa está arreglando el desastre que dejó Guzmán”, justificó en el mega ajuste, Máximo Kirchner. ¿Quién trajo a Guzmán? ¿Macri? ¿O ese cholulismo que los kirchneristas practicaban con Joseph Stiglitz al que veían como un progre bolivariano? No se hacen cargo de un ladrón gigante como José López y quieren instalar que casi era macrista y que las coimas eran de los empresarios de ese palo. López estuvo 25 años trabajando al lado de los Kirchner. No pueden ocultar la realidad. Mienten demasiado y nadie les cree. Ahora no se hacen cargo ni de Guzmán. ¿Es un agente de la CIA o del imperialismo? ¿Es un infiltrado amigo de Macri? Lo único que falta es que digan que Guzmán jugaba al fútbol en el equipo de Liverpool en la quinta de Macri. Son patéticos. Capaces de decir y hacer cualquier cosa.
¿Cómo van a explicar la sorpresa que surgió en el teléfono de José López?
Apareció por primera vez en la causa, Vialidad, Máximo Kirchner. Según el alegato y la información aportada, el comandante de La Cámpora “conocía, intervenía, decidía, supervisaba y controlaba las obras de Lázaro Báez”.
Hubo entre los Kirchner y Lázaro Báez negocios sucios de todo tipo. De coimas, retornos, sobre precios del 65% de promedio, lavado de dinero, alquileres inflados, licitaciones ficticias, amañadas y como traje a medida y sociedades comerciales. Los unieron todo tipo de delitos. Pero lo más grave es que ambos, Néstor y Lázaro involucraron a sus hijos. Los metieron en el barro y les mancharon las manos y la vida para siempre. Néstor y Lázaro no tuvieron ni siquiera el gesto humano de proteger y mantener al margen de la corrupción a sus hijos.
Hay 93 cheques que involucran a Máximo. Y muchos mensajes cruzados con José López y Lázaro. Hasta 2010 los cheques salían a nombre de Néstor. Pero después de su muerte, a nombre de la sucesión de la herencia administrada por el hijo presidencial.
En la última obra que se le pagó a Lázaro, ni siquiera hubo una licitación mentirosa y Máximo fue el que decidió cuales debían ser las 100 cuadras que se iban a pavimentar en Río Gallegos. Esa sola contratación directa fue de 25 millones de dólares.
La angurria, la codicia y la bulimia por el dinero y el poder nunca tuvieron límites entre los Kirchner.
En aquella época Máximo ni siquiera era funcionario público. No heredó la oratoria de su madre ni la astucia táctica de su padre. Solo el apellido y esa voracidad por el dinero ajeno.
Máximo vivió todos esos años firmando balances y poniendo su apellido en las estafas que hicieron sus padres.
Máximo está procesado por asociación ilícita y lavado en la causa Los Sauces y por blanqueo de activos en Hotesur. Los que decían ser los pibes para la liberación, terminaron siendo los muchachotes para encubrir la corrupción.