Todos somos Luciani – 12 de diciembre 2022

Dos conocidos cristinistas insultaron, amenazaron e intentaron golpear al fiscal Diego Luciani. Las agresiones protagonizadas por el encuestador militante Artemio López y Clara Abelenda ocurrieron en el restaurante Lo de Fran en Mar del Plata. Muchos se preguntan si no fue una emboscada, o algo preparado. Llamó la atención la complicidad de uno de los mozos con la señora que desde el minuto uno provocó a Luciani, su esposa y dos matrimonios amigos más que habían ido a comer pescado. También fue raro el tiempo que los hicieron esperar afuera pese a que tenían una reserva hecha y había una mesa de seis vacía. Por eso en las redes hablan de un escrache preparado en sociedad con los dueños del lugar que hasta ahora, no han dicho una palabra de repudio.
Abelenda, sentada junto a Artemio López basureó al fiscal diciendo que le daba ganas de vomitar al verlo. A los gritos y con un fanatismo que intentó generar una reacción destemplada del fiscal para después acusarlo de violento. Pareció una operación burda. Afuera, Abelenda, se abalanzó sobre el fiscal. Una de las personas que estaba con Luciani, evitó que la señora agrediera físicamente al fiscal que pidió 12 años de prisión para Cristina por ser la jefa de una asociación ilícita que saqueó al país. Está en proceso de apelación porque los jueces la condenaron a 6 años por el robo producido mediante un fraude a la administración del estado.
Los talibanes de Cristina vienen creando un clima de hostigamiento muy propicio para que ocurran este tipo de cosas. Veremos si Alberto, Cristina, Massa o Máximo toman distancia de esta salvajada y repudian a sus amigos Artemio López y Clara Abelenda.
Por ahora todo es silencio cómplice. Vienen envenenando de violencia la Argentina hace muy tiempo pese a que la inmensa mayoría de los argentinos quiere vivir en paz y que haya justicia para todos sin privilegios para nadie.
En las últimas horas, hubo amenazas sincronizadas de bombas en la sede de la Corte Suprema, en Tribunales y en Comodoro Py. Un juez que no merece llamarse ni ser juez como Juan Ramos Padilla comparó con fotos al tribunal que condenó a delincuente Cristina con la junta militar, terrorista de estado encabezada por el Jorge Videla.
Alguien que integró ese Ejército durante la dictadura como el general César Milani, levantó el perfil con propuestas violentas que anticipaban imposible una salida pacífica.
Cristina calificó de mafia y estado paralelo a jueces y fiscales que fueron designados durante su gestión, a los que no se les conoce militancia política y que hace más de 25 años trabajan en los tribunales. Puebladas y cortes de rutas.
Todo un clima que incita a la acción directa, al cuerpo a cuerpo que se sabe cómo empieza pero no como termina. ¿Qué hubiera pasado si otros comensales que ovacionaron y le dieron ánimo al fiscal Luciani, reaccionaban con violencia y golpeaban a los que intentaban intimidar y humillar a Luciani? El ojo por ojo es un espiral de furia y ensañamiento que va derechito hacia una tragedia. El ojo por ojo deja ciega a la sociedad. Las palabras cargadas de pólvora dicha cara a cara pueden explotar con una carga diabólica y criminal.
Hay que tener mucho cuidado y no llamar a los fantasmas asesinos de los 70. Hay que cuidar los fiscales y a los jueces que recibieron aprietes de todo tipo. El estado democrático tiene la obligación de proteger a los que se jugaron por llegar a la verdad y la sociedad democrática y republicana debe abrazar solidariamente a quienes son y fueron atacados. Si algo malo les sucede a los jueces o a los fiscales, los responsables serán los Fernández: Cristina, Alberto y Aníbal.
Es cierto lo que dijo la agresora Abelenda. Dan ganas de vomitar. Pero no por la presencia de un fiscal que es una suerte de héroe civil que defendió la honradez y el estado de derecho. Dan ganas de vomitar por el enriquecimiento colosal e ilegal de Cristina, Boudou, su familia, sus amigos y testaferros, los funcionarios y hasta los secretarios privados de Néstor y Cristina. Todos millonarios sin que se les conozca otro trabajo que ser vampiros del estado, como los define Jorge Fernández Díaz.
Por eso hoy todos somos Luciani. Porque encarna los valores de independencia de los poderes que no tienen camiseta partidaria.
Hoy todos somos Luciani. No a la violencia callejera y musoliniana. Artemio López se disfraza de corderito patagónico pero no es la primera vez que se involucra en este tipo de aprietes. En su momento fue protector y justificador de Lucas Carrasco, un agresivo bloguero ultra K que luego se dio vuelta y que fue condenado por abuso sexual, poco tiempo antes de morir.
Por el contrario, El fiscal Sergio Luciani entró en la historia grande de este país. Ingresó por la vereda del sol porque dignificó su trabajo y nos hizo recuperar la esperanza en una justicia digna e independiente. Lo hizo con tres toneladas de pruebas irrefutables, con rigurosidad técnica y con un coraje a prueba de balas. Y cuando digo a prueba de balas, lo digo en todo el sentido de la palabra. Otro fiscal valiente, Carlos Stornelli no anduvo con vueltas y en su momento, expresó su preocupación por la seguridad de Luciani: “Van a venir los vueltos y esperemos que no sea un tiro, como con Nisman”, el fiscal asesinado.
Diego Sebastián Luciani entró en la historia porque fue el principal protagonista del juicio más importante de todos los tiempos después del juicio a las juntas militares que condenaron al terrorismo de estado. Su temple y su carisma comunicacional impactaron muy fuerte a la hora de pedir semejante condena para Cristina Fernández de Kirchner.
Y el fiscal Luciani con su Nunca Más a la mega corrupción de estado y al enriquecimiento ilícito mafioso, despejó el camino para que los funcionarios gobiernen con la ética de la honestidad.
La cleptocracia instalada primero por Néstor y luego por Cristina y Máximo, quedó desnuda en su metodología perversa.
Todos somos Luciani. Él fue muy claro. Es corrupción o justicia. Es ahora o nunca.

Asociación de Actores Kirchneristas – 9 de diciembre 2022

Primero vamos a los hechos. Luz roja de alerta, porque creo que son graves.
La Asociación Argentina de Actores que preside Alejandra Darín, emitió un comunicado en defensa de Cristina Kirchner, y repudiando que haya sido condenada a 6 años de prisión por haber robado dineros públicos desde el estado. El insólito texto, además, ataca a la justicia y dice que “su verdadero fin”, es la “proscripción electoral” de la vice presidenta. Aunque usted no lo crea, la representación gremial de los actores, asegura que “la determinación de condenar sin pruebas se percibe como una maniobra amañada que perjudica no solo a la persona aludida, sino que hiere al estado democrático”.
Casi de inmediato, el gran actor Federico D’Elía, se quejó a través de un tuit que dice lo siguiente: “No te dejan comentar, en IG creo que tampoco (comenté y ahora no lo puedo ver). Muy democráticos los muchachos y las muchachas que toman estas decisiones. No estoy de acuerdo que saquen un comunicado desde el sindicato, deberían hacerlo de manera personal”.
En estos dos hechos quedaron evidenciadas dos posturas antagónicas frente al valor que tiene el pluralismo y la diversidad en la vida democrática y republicana.
Por un lado, un sindicato que habla en nombre de todos los actores para respaldar no una ideología, sino un delito castigado por la justicia con todas las garantías constitucionales. Y por el otro, un actor valiente que pronuncia la palabra más revolucionaria que existe: No. No me representan. No estoy de acuerdo. No es correcto lo que hicieron.
D’Elia plantea que cada uno es libre de expresar sus posturas a título personal. Y tiene toda la razón del mundo. Alejandra Darín, Pablo Echarri, Nancy Dupláa, Dady Brieva, por nombrar a los más activos, tienen el derecho, como todos los argentinos, de ser militantes del partido que se les ocurra y de apoyar públicamente a cualquier persona, aunque sea una delincuente.
Cada uno asume sus riesgos, recibe beneficios o paga sus costos. Pero no tienen derecho a contaminar al sindicato al que pertenecen con sus deseos personales. Eso es abuso de poder.
El sentido común indica que no todos los actores son cristinistas. Que no todos los actores tienen ganas de bancar a alguien que no pudo explicar su enriquecimiento colosal e ilícito.
Federico D’Elía ha dicho claramente que no está de acuerdo. ¿Eso hace que no sea más actor? ¿Eso lo coloca del lado del mal? Muchos actores han expresado claramente que no están de acuerdo con este tipo de manipulaciones y arbitrariedades y aparateadas.
El que lo dijo con más contundencia fue Luis Brandoni. Se desafilió del gremio al que rebautizó Asociación de Actores Kirchneristas. Recuerdo la irracionalidad de varios muchaches adoradores de Cristina, que llegaron a tratar a Brandoni como si fuera un traidor, pese a que es un prócer de la cultura y la libertad.
Le recuerdo que Beto Brandoni fue secretario general del sindicato desde 1974 hasta 1983. Había que tener los huevos del tamaño de la catedral cuando los fachos del peronismo de López Rega y los criminales de lesa humanidad de Videla perseguían, secuestraban y asesinaban a mansalva.
Brandoni fue reelecto en su gremio, incluso estando en el exilio. Y eso muestra su lealtad con sus compañeros de trabajo, su pluralismo y su valentía a prueba de balas en todo el sentido de la palabra balas.
Y cuando hablo de pluralismo, estoy definiendo a uno de los ejes de cualquier espacio que se precie de ser democrático. En aquella época, junto a Brandoni estaban, espalda con espalda, el peronista Carlos Carella o Jorge Rivera López, militante de izquierda. Todos juntos, representando a los trabajadores de la cultura y no a sus pertenencias partidarias. Los sindicatos deben defender a los laburantes y no a sus camisetas ideológicas.
¿O no hay actores que no sean cristinistas? ¿O no hay actores que piensen que Cristina está bien condenada? Me viene a la memoria, además de D´Elía y Brandoni, Marcelo Mazzarello, Juan Acosta, Miguel del Sel, Martin Seefeld, Alfredo Casero y Oscar Martínez, entre tantos otros.
No expresan con demasiada frecuencia su pensamiento político, pero no creo que Adrián Suar y Guillermo Francella, por ejemplo, suscriban ese comunicado en defensa de Cristina.
Insisto: que pasa con ellos. ¿No tienen derecho a ser representados? Algunos dirán que la camarilla que dirige el gremio de los actores ganó las elecciones. O que la mayoría de los actores son K. Puede ser, aunque no estoy seguro. Pero ellos, deben respetar el pensamiento de todos y no solo de los que circunstancialmente están al mando del sindicato. El pluralismo, la diversidad y el respeto a las minorías son pilares de la vida en democracia.
Lamentablemente, esta actitud autoritaria está en el ADN del cristinismo y la llevan a todos los lugares donde actúan. Se llenan la boca hablando de diversidad sexual pero no dicen una palabra de los homosexuales perseguidos en Irán, Rusia o Cuba. Se llenan la boca hablando contra la violencia de género y las violaciones, pero no dicen una palabra del ex gobernador José Alperovich. Se llenan boca hablando de libertad y no dicen una palabra de los presos políticos torturados y asesinados en Nicaragua, en Venezuela o en Cuba. Dicen que la patria es el otro, pero dinamitan la diversidad política y se apropian de las organizaciones intermedias dejando afuera o persiguiendo al que piensa distinto.
Algo muy parecido, pero con nombres menos conocidos para el ciudadano de a pié, pasó en la Asociación de Psicólogas y Psicólogos de Buenos Aires. Emitieron un comunicado titulado “Sin justicia no hay salud”.
Y con palabras casi calcadas de la postura de actores y del discurso de Cristina, apuntan contra la justicia con conceptos delirantes, como si fueran carne de diván: “Cuando quien debe impartir justicia, utiliza su poder para proscribir, para hacer valer intereses sectoriales inconfesables, la salud mental de la comunidad se ve seriamente dañada”.
Estamos en el horno. Otra postura sesgada que deja afuera a miles de profesionales que están aterrados por la cantidad de psicólogos que aprovechan su lugar de poder para bajar línea y adoctrinar a sus pacientes. Muchos de ellos huyen despavoridos de semejante mala praxis y falta de independencia y profesionalismo que evidencia este comunicado.
Hoy la consolidación de los valores democráticos y republicanos pasa por defender la libertad de expresión y evitar todo tipo de totalitarismo de aquellos que se creen dueños de la verdad absoluta, que nos enrostran superioridad moral y llevan ese autoritarismo a todas las entidades intermedias.
¿Qué pasaría si un Centro de Estudiantes presidido por Franja Morada saliera a tomar posturas claramente partidarias a favor del radicalismo? El kirchnerismo haría un escándalo. Las agrupaciones son una cosa, pero los centros de estudiantes o los gremios, perdón por la obviedad, son otra. Son de todos los estudiantes y de todos los trabajadores. La negación de la diversidad y el pluralismo es la negación de la democracia.

Pinky, que en televisión descanse – 8 de diciembre 2022

Hoy nos atraviesa el dolor porque falleció Lidia. Hace un mes, le dediqué esta columna porque estaba cumpliendo 87 años. Hoy se fue de gira, como dicen los actores.
A modo de responso laico y despedida, una vez más, le quiero hacer un humilde homenaje. La historia de vida de Lidia es de las más increíbles y novelescas que yo conozca. Habría que hacer una miniserie para Netflix.
Lidia nació en San Justo, en el corazón de La Matanza. A los 12 años ya trabajaba en los talleres textiles. Era traviesa y desafiante. Tenía una belleza y una personalidad difícil de igualar. Hija de Epifanio y Concepción, a los 15 años, sus padres la echaron de la casa. Pobre Lidia, encontró consuelo y refugio en la casa de una amiga del barrio: Ana Cohen.
A los 20 años debutó en la televisión y en poco tiempo se hizo muy famosa. Lidia Elsa Satragno pasó a ser Pinky. Así la bautizó un colega en referencia a lo rosado de su piel. Y comenzó a parir una leyenda a la que se conoce como “La Señora Televisión”. A los 23 años estaba en la cima. Fue declarada la mujer del año y tuvo la posibilidad de cenar con el canciller alemán Konrad Adenauer y con el alcalde Willy Brandt en Alemania. Entrevistó a Arturo Frondizi y esa fue la primera vez que un ex presidente argentino aparecía en vivo y en directo en la televisión.
Presentó espectáculos en el Lincoln Center y en el Carnegie Hall de Nueva York. Hizo muchas obras de teatro absolutamente exitosas. Nadie olvidará aquella pieza de Neil Simon llamada “Prisioneros en la ciudad” con Pinky bajo la dirección de la legendaria Alejandra Boero.
Pinky siempre fue una estrella por su rostro y su estampa incomparables y por su cerebro repleto de neuronas. A Juan Manuel Fangio, de chiquita, le regaló un trébol de 4 hojas para que tuviera suerte en las carreras. Fue en el club Huracán de San Justo que presidía su padre. Fangio era una gran promesa, pero todavía no había ganado ni uno de los 5 títulos de campeón de mundo que logró.
Pinky era modelo, presentadora publicitaria, locutora, conductora de radio y tele y actriz. Vale la pena ver la película “la Caída” en la que fue dirigida por el genio de Leopoldo Torres Nilson.
Pinky sufrió todos los males del mundo y también pudo disfrutar de todos los placeres y reconocimientos.
El romance con Paul Newman que la alentó para ser fuerte y ni siquiera pensar en un suicidio como se le había cruzado alguna vez por su cabeza. Siempre tenía que combatir sus depresiones. Ayudaron el galanteo de Antonhy Quinn o la romántica actitud de Omar Shariff. Nadie podía dejar de mirar y admirar a Pinky.
Era y es una diosa y una genia, como dirían hoy los muchachos.
Tuvo pérdidas brutales. Su hermana Noemí que falleció muy joven, su adorado hijo Leonardo que murió de cáncer hace tres años y su gran amigo del alma, Héctor Ricardo García el talento que inventó Crónica.
Además de Leonardo que le dejó de herencia dos nietos maravillosos como Isidoro y Miranda, también tuvo a Gastón con el Negro Raúl Lavié, con quien además de casarse tuvo uno de los amores más volcánicos de su existencia. En la actualidad, todavía se ven y se quieren. Su hermanita, Raquel Satragno también tuvo años rutilantes como modelo tanto en pasarelas como en la tele.
Y en su regreso a la televisión pública fue acompañada hasta, que volvió al aire, por su admirado y referente político, Rodolfo Terragno, ex embajador ante la Unesco que vino especialmente desde Paris. Al final del mandato de Mauricio Macri, Pinky compartió uno café con el ex presidente. Los unió el aprecio y el respeto.
Tonino, el tío de Macri, decía que Pinky había tenido en brazos a Mauricio cuando era poco menos que un bebe. Es que los Macri eran de San Justo y todos se conocían. Sobre todo cuando Franco, maltratado y subestimado por su padre, se fue de su casa a trabajar como peón en las obras en construcción.
Ella siempre fue muy fuerte. Pero con una salud muy débil. Dice sin bromear que tuvo cáncer hasta en la oreja. Que tuvo que andar en silla de ruedas por un problema de motricidad y que cuando fue diputada nacional, se amargó tanto, la persiguieron tanto que hizo una trombosis y casi se muere.
Su paso por el Congreso lo define como “uno de los momentos más brillantes y podridos de su vida”. No quiso una jubilación de privilegio y se le fue tanto dinero para atender la fragilidad de su salud que tuvo que vender algunas obras de arte y recuerdos que tenía para poder pagar las cuentas. Había perdido hasta la medicina prepaga. Eso se llama honradez para honrar la vida.
Estuvo tantas veces tan grave que Pinky suele definir su vida como “un ensayo general para la muerte”.
Siempre combatió y despreció a los autoritarios y por eso recuerda como “un día siniestro” cuando le tuvo que tomar juramento a Néstor Kirchner en la Cámara Baja. La tenían amenazada, le hacían la vida imposible. La Cámpora le cantaba barbaridades desde las galerías del Congreso. Su hijo Gastón contó que toda la familia fue perseguida durante el kirchnerismo.
Pinky estuvo a punto de ser intendente de La Matanza por consejo de Terragno y con la boleta de la Alianza. Algunos dicen que le robaron la elección, ¿Se imagina que hubiera sido de La Matanza gobernada por las manos limpias y la capacidad de Pinky? ¿Las mafias la hubieran dejado hacer lo que había que hacer? Nunca lo sabremos.
Pinky atravesó durante la dictadura dos momentos que la marcaron a fuego. Una vez que le dijo que no a Ramón Camps, el general más sanguinario, y él le contestó que la iba a tirar en un zanjón como represalia. Y después, el tema de aquel programa de las “24 horas por Malvinas”. Al principio ella se negó, pero después Cacho Fontana la convenció con un argumento demoledor: “vamos a juntar fondos para los soldaditos que sufren y necesitan de todo”. En el corto plazo, todos nos enteramos que la jerarquía militar y algunos intermediarios se robaron gran parte de las joyas y los bienes que el pueblo argentino había donado generosamente.
Lidia había debutado a los 20 años en el canal 7. Fue la encargada de presentar la transición entre la televisión de blanco y negro a color. Ese día estaba refulgente y con una gran emoción al comprender ese momento histórico para la industria del entretenimiento y la cultura.
Jamás olvidará aquel camarín número 16, esos estudios que ella considera un lugar sagrado y el único consejo que le dieron un minuto antes de arrancar: “Vos hablá, cuando se prenda la luz colorada.” Y, así fue construyendo ese entrañable edificio humano llamado Pinky. Una catedral venerable, pura ética y cultura. Es la madre fundadora de la televisión argentina. Se cansó de hacer éxitos.
Lidia se hizo Pinky en las pantallas que entraban a nuestros hogares. Fue tan titánica su tarea y su aporte que se convirtió en un pedazo grande de nuestra historia. Lidia fue primero Pinky y después la Señora Televisión.
Que en paz descansen todas esas maravillosas mujeres argentinas que, como mamushkas, convivieron en el cuerpo de Pinky. Y ojalá que semejantes mujeres sigan siendo muy felices en el cielo. Se lo merecen. Se lo ganaron en buena ley.