La dignidad es el pan más dulce – 16 de diciembre 2022

Todos los años, casi como un rito, como una cábala, me gusta hablar sobre la cooperativa La Juanita con la excusa de su pan dulce, que es el más dulce de todos porque es el pan de la solidaridad y la dignidad.
Este año, piensan vender 50 mil kilos de pan dulce. Mucha gente compra para su familia o para regalar. Y hay empresas que los adquieren para sus empleados.
Este grupo heroico de compatriotas, se cayó cuando la Argentina se derrumbó, pero decidió levantarse con su propio esfuerzo, militando en la cultura del trabajo cooperativo. Hoy La Juanita es un faro de luz. Muchos creen que allí se producen remeras, guardapolvos, los mejores pan dulces del mundo o que se reciclan computadoras y que, con la idea y dirección de Juan José Campanella, se capacitan jóvenes en el maravilloso “Potrero Digital” para que tengan una salida laboral en el mundo tecnológico que se viene. Si muchos creen eso, en parte, tienen razón. Solo en parte. Porque es cierto que todas las manos todas generan esos productos. Pero la edificación más grande que han levantado es la capacidad de juntarse y avanzar colectivamente.
Con un objetivo de libertad absoluta que solo se consigue cuando todos se convierten en uno y uno se transforma en todos. En la Juanita nada se pierde, todo se transforma y se multiplica como los panes y los peces. Amanece que no es poco. Es el milagro de la dignidad.
Venga conmigo. Lo quiero invitar a un viaje a la esperanza. Vamos juntos al corazón pobre de La Matanza, a Gregorio de Laferrere. Allí donde se fabrica la dignidad. Allí donde no hay resentimientos y se combaten los prejuicios. Donde un grupo de argentinos patriotas levantaron con sus propias manos y con el sudor de su frente la cooperativa La Juanita. Tienen una energía renovable y perfumada porque su motor funciona a Flores. A Toty Flores, la génesis del fundador y a Silvia Flores, la utopía en marcha. El padre y la hija son el eje de una comunidad que resolvió pelearle a las injusticias con las mejores armas de la integración y la educación.
En pleno terremoto del sálvese quien pueda, los piqueteros del MTD (Movimiento de Trabajadores Desocupados) de la Matanza hicieron un gesto revolucionario y pacífico: le dijeron no a los planes asistenciales y al clientelismo que los encarcela. Decidieron no rendirse jamás, no bajar los brazos pero no cambiar dignidad por votos. Cada uno se la arreglaba como podía para darle de comer a sus hijos y para subsistir. Los del MTD del Toty Flores eligieron otro camino más largo tal vez, mas sacrificado seguro, pero infinitamente más profundo y definitivo. El camino de los valores.
De la revalorización de los mejores sentimientos y comportamientos que tenemos los seres humanos. Decidieron actuar en defensa propia ayudándose ayudando a los demás. Crecer como seres humanos y dejar de depender de los humores, los caprichos y la arbitrariedad de los punteros políticos de los Kirchner. Saltaron el abismo y se pusieron a reconstruir los lazos solidarios. Desde abajo, ladrillo por ladrillo, tomados de la mano, afrontando con alegría y coraje todas las dificultades. Y no pararon nunca de crecer.
Por algo el logotipo que los identifica en su orgullo es una mano tendida que florece. La tarea cotidiana que realizaron se convirtió en un espejo donde mirarse. En un imán que incita a integrarse y a participar.
Es el milagro de la dignidad. Por eso Martín Churba se empeñó en capacitarlos en el arte del diseño. Por eso Maru Botana les reveló los secretos de sus mejores manjares y le enseño el oficio de amasar el mejor de los “pan dulces”, el de la solidaridad. Hoy le agregaron al envoltorio obras de artes, entre otros, del genio de Milo Lockett.
Por eso el maestro, Oscar Alvarado, antes de morir les dejó lo mejor que tenía. Y solo estoy nombrando a algunos pero son cientos los que se sintieron convocados por la potencia que transforma gente con necesidades básicas insatisfechas en ciudadanos plenos. Solo hay que darse una vuelta por la cooperativa para sentirse contagiado por esa experiencia. Los cimientos son los valores. Nada se regala. Todo se logra por esfuerzo propio.
Vale la pena emocionarse con ese jardín de infantes donde nacen los arcos iris que no cobra un centavo a nadie pero obliga a que los padres y las madres participen del proceso pedagógico de sus hijos. Potencian el aprendizaje. Le dan solidez a la familia.
Se plantan con su identidad en la tierra como las mejores raíces. Como ese árbol de eucaliptus que les dio sombra desde siempre y que ahora les da aliento y les abre los pulmones. Con esas ramas eternas que mezclan sus hojas para convertirse en techo de las mejores asambleas.
Por eso la más grande de las utopías que tenían se hizo realidad y nosotros pudimos acompañarlos en esa marcha contra la dependencia y la sumisión. Y así surgió después de grandes esfuerzos y manos callosas y espaldas partidas, la escuela primaria, “Crecer en Libertad”, que es un verdadero modelo de como la solidaridad puede transformarse en cemento. Ese edificio escolar se llenó de sol y sabiduría y un día nació el mayor de los tesoros que es la igualdad de oportunidades para todos.
Hoy que la economía solo trae malas noticias, hoy que la desocupación y la pobreza están creciendo, hoy que estamos transitando un túnel muy complicado hasta ver la luz de un país mejor, vale la pena multiplicar el ejemplo de La Juanita.
Los argentinos estamos hartos del roba pero hace. Eso tiene patas cortas como la mentira. Igual que el clientelismo que te deja cautivo del que te da un plan cuando quiere. Hay otra Argentina posible. Por eso es tiempo de levantar la bandera de La Juanita. Son hombres y mujeres que luchan toda la vida y por eso son imprescindibles. Ellos no roban pero hacen. Son lo mejor de una patria que viene.
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El teléfono de la cooperativa es
4698-2581.
Mail: lajuanitapandulce@gmail.com

Kovadloff, 80 años de sabiduría – 15 de diciembre 2022

Antes de soplar las velitas por sus 80 luminosos años, Santiago pidió un deseo de familia. Se lo cumplieron de inmediato y pocas veces vi tanta energía y amor como en ese abrazo con sus tres hijos, y su esposa, la gran Patricia. Su hermano que vive en San Pablo y sus amigos disparaban “ese delicioso bombardeo de muestras de afecto”, como él mismo lo definió.
Santiago Kovadloff es muchas cosas. Pero si tengo que elegir una, repito lo de siempre: es un patriota.
Podríamos bautizarlo como el poeta de la República. O el filósofo de la libertad. Usted elige cual es la definición que más le gusta de Santiago Kovadloff.
No es un hombre grande. Es un gran hombre. Un representante cabal de lo mejor de nuestra especie
Dice Santiago: “Si un milagro es un hecho infrecuente e irrepetible, cada uno de nosotros, es un milagro, puesto que no tenemos repetición. Somos uno y por una única vez”. Suele citar a Octavio Paz para certificar que “los hombres estamos hechos de palabras. Somos lo que hacemos con el lenguaje y lo que el lenguaje hace con nosotros”.
Santiago querido es de esas personas que es un diamante con varias caras, una mejor que la otra. Una encuesta de Poliarquía, realizada en mayo del 2019 entre líderes de opinión, colocó a Santiago Kovadloff en el primer lugar, entre los intelectuales y científicos más destacados del país por encima de Beatriz Sarlo, Juan José Sebrelli, Gabriel Rabinovich, Pablo Gerchunoff y Juan Martín Maldacena. Todas mentes privilegiadas. Asamblea multitudinaria de neuronas.
Los saberes de Kovadloff son tan diversos que muchos, no saben cómo definirlo. ¿Es filósofo, poeta, ensayista, traductor? Es todo eso junto, pero falta una palabra mayor para calificar su estatura ética y republicana. Es un terapeuta de las enfermedades psicológicas de la patria y un custodio permanente de las ideas que vienen a refundarla. Como un candelabro, una menorá, para decirlo en hebreo, Kovadloff sostiene la luz que ilumina todas las oscuridades.
Santiago además es una persona que disemina por la vida, semillas de afecto y abrazos con todo el cuerpo. Confía en que florezcan en la tierra fértil de Argentina. Su porte elegante, su voz seductora y potente, suele despertar los suspiros de las mujeres. Pero él tiene su corazón y su vida entrelazada y eterna con Patricia, su compañera ideal. Ojalá todos los enamorados podrían escribir lo que él escribió para ella: “Fe que me das/ lo que entró en mi como una fiesta/mano tendida mujercita/ los muchos años que con sombras y luz nos vieron, hermosa voz, abismo en que reposo”.
La tesis con la que se recibió en Filosofía y Letras fue sobre Martin Buber y se llamó “El oyente de Dios”. A partir de ahí construyó una trayectoria difícil de igualar. Es académico de la lengua en Argentina y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Es profesor honorario de la Universidad Autónoma de Madrid.
Tuvo que exiliarse cuando la dictadura de Videla venía degollando libertades y aprovechó para perfeccionar el portugués con el que tradujo al castellano a próceres como Fernando Pessoa y Vinicius De Moraes. Al revés llevó al portugués textos de Joan Manuel Serrat y Les Luthiers. Pocos saben que también es un tierno autor de relatos para niños. Muchos saben de sus textos memorables: “Las huellas del rencor”, “El silencio primordial” o “La Nueva ignorancia” y “Locos de Dios”. Y les anticipo que el año que viene llega otro libro titulado “Temas de siempre”.
Sus tesoros son la sonrisa de su mujer al despertar, su intercambio intelectual y sensual con ella, y el yacimiento de amor entrañable por sus hijos, Diego que vive en Londres, Valeria y Julia. Eduardo Galeano, en “El libro de los abrazos”, cuenta que cuando Santiago llevó a conocer al mar a su hijo, el chico atropellado por la inmensidad y la belleza, le pidió a su padre que lo ayudara a mirar. Ese día Diego hizo su primer poema.
La biblioteca de su casa está desborda de libros muy antiguos que Santiago acaricia como a un bebé. Pero la reliquia que venera, tiene que ver con sus genes. Es un samovar del níquel y cobre fabricado en 1898 que de pibe él llamaba “la casita del té” y que estaba en la casa de sus abuelos donde el idish era una campanita de alegría. Los cuatro vinieron de Odesa y de Kiev, huyendo de los pogroms zaristas. Tal vez por eso, Santiago tiene marcado a fuego la palabra libertad en sus neuronas.
Arriba de los escenarios muestra su carisma comunicativo. En el teatro dirigido por su hija o en el café concert bajando a la tierra y a la seducción de las personas comunes a Borges, Cortázar o el mismo Pessoa acompañado por músicos de aquellos. Su firma está en todas las solicitadas a favor de la República y las mentes abiertas y en contra de todo tipo de fanatismos. Su cuerpo está en todas las manifestaciones que pelean por una justicia ejemplar que esté a la altura de lo que necesitamos en este momento de la historia nacional.
Tal vez por eso, los kirchneristas lo atacaron y lo atacan tanto. Incluso alguno de los que fueron sus más brillantes discípulos. Es que los dogmáticos del autoritarismo presuntamente revolucionario y los negacionistas del robo del siglo K, no se pueden permitir dudar con las certezas que predica Santiago. Un energúmeno fascista como Juan Labaké, tuvo la caradurez de acusarlo de “traidor a la patria”, ridiculez que fue rápidamente desestimada. Un par de ignorantes ediles kirchneristas de Bragado trataron de evitar que fuera declarado ciudadano ilustre durante la Feria del Libro. Su conferencia fue exitosa y masiva y se tituló “La Aventura de leer”, que bien le hubiera venido a esos muchachos que hacen ostentación de su ausencia de neuronas y su falta de lectura.
Con mi hijo Diego, tuvimos el honor de que Santiago prologara nuestro libro urgente que llamamos “Cuidáte changuito”. Ahí dijo cosas que nos inflaron el pecho y el orgullo, con el título: “Dos hombres de palabra”. Y aseguró que Diego “ha entendido que significa heredar. Heredar es transformar lo recibido mediante los propios recursos creadores”.
Pero si de palabras lúcidas se trata, se podría citar una montaña de Kovadloff. Yo elijo estas. Creo que este texto no resume el océano de creatividad que lo habita pero, por lo menos, es muy representativo y dice así:

• Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Como ella, con ella, todo a mi alrededor reposa. Cuando ella despierte, también lo harán las cosas. Volverán a abrirse las puertas, correrá el agua otra vez, los pasos avivarán la vieja escalera, caerá de nuevo la luz sobre las plantas. Yo retornaré a mi mesa, a las palabras, y su voz, como un halo, circundará mi día. Cuando ella se
• haya ido a su trabajo, alzaré los ojos de la página, y un tapiz, un clavel, un amuleto inesperado en la cocina de la casa repetirán el nombre de esta mujer que todo lo pobló con su presencia y el acierto de sus manos.
• Ella es mi casa, puerta mayor de acceso al sentido de estos cuartos. Si el egoísmo o la indiferencia quiebran nuestro encuentro, la casa se oscurece. Como una dura denuncia de soledad sin remedio, las paredes se cargan de presagios, se repliega el color de cada cosa, la casa se vacía, y habitarla es quedar a la intemperie. Mi casa es esta mujer que ahora duerme a mi lado. Cuando ella anda lejana, todo es lejano en la casa; con ella se van en tropel las cosas de mi entorno, y estar aquí se vuelve una tortura; acosa cada sitio, cada paso lastima, rincones y objetos se hacen inservibles. Y la casa recuerda, en un susurro triste, que alguna vez supimos ser mejores. Si renace la alegría, renace la casa. Cuando la lucidez o el deseo vuelven a reunirnos, la casa otra vez se ilumina: tienen sentido mis papeles, cada cuarto es la evidencia de un proyecto. La casa entera es una fiesta y por la vieja escalera vuelve a correr el aliento suave y denso de la vida.
Santiago Kovadloff, me honra con la palabra hermano. Ojalá yo pudiera estar a esa altura.
Pero para el cierre, quiero decir algo más:
Es cierto que ayer cumplió 80 luminosos años Santiago. Es el poeta de la República. O el filósofo de la libertad. Pero también es el gran escritor del amor. Y Patricia lo sabe.

Argentina, un país, una selección – 14 de diciembre 2022

Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar/ quiero ganar la tercera/ quiero ser campeón mundial…
Ayer fuimos felices. Los argentinos, envueltos en nuestra bandera transformada en camiseta, celebramos la alegría colectiva. Levantamos nuestros brazos y nuestra autoestima. Cantamos y bailamos por el triunfo deportivo y también por la esperanza de una selección argentina de fútbol que si lo sabemos aprovechar, nos puede marcar el rumbo de los valores que debemos recuperar.
Ayer fuimos felices. Nos abrazamos con nuestros hijos, con amigos y compañeros de trabajo. Fuimos familia. Fuimos un pueblo en movimiento inspirados por jugadores que estuvieron a la altura de las circunstancias históricas. El Dibu Martínez, ese gigante del arco, lo dijo con sencillez: millones de argentinos la están pasando mal, y para ellos jugamos y entregamos todos. Para los millones de compatriotas quebrados por la hecatombe económica. Nuestros muchachos que están en Qatar se motivan para darle una alegría a los que sufren tanto todos los días.
Ayer fuimos felices. Casi, casi que sin distinción de banderías. Por arriba de la grieta nos reencontramos unos con otros y comprendimos que se puede. Solo quedaron afuera los talibanes del chavismo K que son incapaces de pensar la vida colectiva sin la trampa y el oportunismo político. Pocas cosas nos emocionan y nos conmueven más que tener un objetivo común y lograrlo con los mejores valores. Y digo lograrlo porque más allá del resultado del partido del domingo, este equipo ya quedará instalado en la gloria del recuerdo. Si salimos campeones del mundo, mucho mejor, por supuesto. Pero con lo que ya hicieron, nos llenaron el alma.
Ayer fuimos felices. Imaginamos que podemos construir un país a imagen y semejanza de la selección. Es la ilusión argentina de fútbol, como definió un relator de la tele. Entre los gritos de gol, el sufrimiento y las cábalas, pudimos soñar una utopía ciudadana. Una nación donde se fomente y valore el mérito, el esfuerzo y la dedicación. Donde nadie afloje a la hora de empujar para adelante. Valorando el talento descomunal y la experiencia de un Lionel Messi, un conductor que nos lleva de la mano. Pero no solo de individualidades y magias está hecha la trama de nuestra felicidad. Hay un equipo que transmite disciplina, ayuda solidaria, el juego asociado, salir a raspar y recuperar la pelota con los dientes apretados y avanzar con la frente alta, apuntando al arco.
Ayer fuimos felices. Porque encontramos una generación dorada de jóvenes maravillosos que nos garantizan un par de mundiales más en la cima de la competencia. Igual que aquellos caballeros en la vida y majestuosos en el básquet con Manu Ginóbili, Fabricio Oberto, y el Chapu Nocioni, entre tantos. Pibes transparentes en su habilidad y potencia física como Julián Álvarez, Enzo Fernández, Alexis Mac Allister o el mismísimo arquero total. Son liderazgos positivos. Nada tóxicos. Sirven de ejemplo para los pibes que los juntan en figuritas y sueñan con sus botines.
Adoro esa mixtura entre los más experimentados y la sangre nueva que explota en las hormonas. Esa manera de comprobar que todos somos útiles y necesarios si jugamos en el puesto adecuado y si interactuamos con honradez y desprendimiento. Como el genio de Messi que diseñó una obra de arte colosal para que la araña Julián tejiera el tercer gol. Casi casi, la perfección del fútbol. Arranco, me freno, amago para acá y voy para allá, caracoleo, gambeta y arte con los pies, desborde frente a uno de los mejores marcadores del mundo y ese centro atrás de precisión quirúrgica para que Julián la mande a guardar.
Ayer fuimos felices. Derrotamos a los fantasmas del martes 13 y de los energúmenos que quisieron estigmatizar a un ex presidente acusándolo de mufa. Una superchería típica de oscurantistas e ignorantes. Nadie trae ni buena ni mala suerte. La suerte se construye con el trabajo de todos los días, con un proyecto claro como el que instaló Lionel Scaloni con su humildad y su emoción a flor de piel. Sin escándalos ni bravuconadas. Pero sin dejarse humillar ni agachar la cabeza frente a las burlas y el maltrato naranja. Lo digo siempre para todos los órdenes de la vida. Para el fútbol y la ética política. No arrodillarse ante nadie. Pero tampoco hacer arrodillar a nadie. Todos somos iguales ante la ley y en un campo de juego. Los que desequilibran, los que ganan, lo hacen por sus capacidades, por su dedicación, por su sangre, sudor y lágrimas.
Ayer fuimos felices. Océanos de argentinos convocados por una pelota y un sueño pendiente. Un motor que nos empuja, que nos entusiasma y nos saca lo mejor de nosotros. Venimos muy golpeados por tanta miseria. Una desilusión cotidiana que nos hace dudar de nuestras posibilidades. Estamos en el horno, no lo podemos negar. Soportamos al peor gobierno de la historia que fomenta acciones tóxicas que nos hunden en el barro de la historia. Bancan a dictadores y golpistas de cuarta, niegan la corrupción más grande la historia, miran para otro lado y defienden a los delincuentes que nos arruinan la vida y, como si esto fuera poco, tozudamente nos llevan a un precipicio social y económico que explota en inflación y falta de trabajo. Eso no lo olvidamos. Esta realidad dolorosa es la que tenemos que derrotar por goleada, codo a codo con los mejores argentinos. Como hizo la selección argentina. Somos conscientes que se trata de una felicidad que nos durará solamente unos días. Que estas sonrisas de hoy no borran los sufrimientos de ayer y de mañana.
Hay un título del mundo por ganar este domingo. Y hay un país que debemos construir todos los días.
Ayer fuimos felices porque las calles de nuestro bendito país se llenaron de esperanza. Como canta Diego, “Sé que las ventanas se pueden abrir/cambiar el aire depende de ti/ Sé que lo imposible se puede lograr/ que la tristeza algún día se irá.
Saber que se puede.
Querer que se pueda.
Quitarse los miedos. Sacarlos afuera.
Como la selección argentina. Como la ilusión argentina.