Serrat, su nombre flotando en el adiós – 4 de noviembre 2022

Mañana, en el autódromo de Rosario, Joan Manuel Serrat comienza a despedirse de los escenarios argentinos. El romance que existe entre la ciudad y el catalán produjo que la esquina de legendario bar “El Cairo” sea bautizada, “Fontanarrosa-Serrat”. En ese lugar emblemático comenzará esta parte de la gira llamada “El vicio de cantar”, con el que su nombre, Serrat, quedará flotando en el adiós de este Sur, paredón y después. Habrá una farola con el nombre de ambos artistas, una vidriera con frases poéticas.
La gira comenzó en Nueva York y como no podía ser de otra manera, terminará en Palau Saint Jordi de Barcelona. Serrat seguirá cantando y componiendo, pero ya no habrá más recitales.
Dentro de 58 días, Joan Manuel cumplirá 79 años y nunca más lo veremos en un estadio o un teatro.
Parece mentira, pero hace un par de años, un fanático desubicado le gritó en pleno recital que cantara en catalán porque estaba en Barcelona. El Nano hizo lo que nunca hizo. Interrumpió su show y le dio una clase de democracia que el intolerante escuchó ante el aplauso de todo el teatro.
Parece mentira que hace un par de años, algunos insultaron a Serrat y hasta le dijeron fascista porque estuvo en contra de la manera en que se formuló el referéndum por la independencia de Cataluña.
Parece mentira que los que se creen dueños de la verdad lo intimen a cantar en catalán cuando Serrat estuvo 5 años censurado en las radios y la televisión oficial, precisamente, por cantar en catalán en el festival de Eurovisión.
Ahora es fácil cantar en catalán. En aquel momento había que tener coraje porque las balas picaban cerca.
Parece mentira porque Serrat tuvo que exiliarse en México frente a la persecución de la dictadura de Francisco Franco y solo fue amnistiado cuando murió el “generalísimo”. Regresó a España el 20 de agosto de 1976 ante un recibimiento de una masividad y un afecto extraordinario en las calles.
Parece mentira que algunos ignorantes crean que inventaron la pólvora y la revolución y no hayan leído ni medio libro de historia.
La última vez que estuvo en Argentina, las madres decían: “Serrat es un capo”, mientras lo acariciaban y le pedían fotos en el Hospital Garraham. Era como una forma de devolver el cariño y la medicina que, con su presencia solidaria y sus canciones, les llevó a tantos chicos que estaban sufriendo enfermedades. Serrat es un capo que se emociona y nos emociona. Que sufre cuando ve a los pibes peladitos que están combatiendo al maldito cáncer y recuerda sus propias batallas.
No se sabe demasiado porque por pudor no le gusta contarlo. Pero Joan Manuel Serrat tiene que hacerse estudios y análisis en forma periódica. Tres veces le detectaron cáncer y tres veces lo derrotó a pura ciencia y cachetazos.
Siempre tiene un gesto hacia los que necesitan. Hace una docena de años que visita el hospital de niños. Y allí canta “Esos locos bajitos”, por supuesto. Porque “A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción; ésos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor.”
Abraza fuerte a los familiares de los soldados caídos en Malvinas y a todos se nos vienen a la cabeza los versos de “Algo Personal”. Recordamos que “se arman hasta los dientes/ en nombre de la paz/ juegan con cosas que no tienen repuesto y la culpa es de los otros si algo sale mal.” No hay dudas que entre esos tipos y Serrat hay algo personal.
Hay una relación indestructible entre el artista catalán y nuestra gente. Es pasión de multitudes y todos los aplauden. Lo hacen de pié. Todo el mundo corea las canciones y se conmueve. Tiene 54 años de carrera, más de 450 canciones.
Pero para mi generación, para los que tenemos algo más o algo menos de 65 años, Joan Manuel Serrat fue una suerte de hermano que nos fue abriendo los ojos al amor y al combate. Fue como ese amigo que sabe más que nosotros y vá unos pasos adelante anunciando los peligros y los milagros que se vienen. Fue como un susurro al oído de aquella piba del colegio primario que apoyaba su cuerpito en el mío por primera vez mientras le cantaba que su nombre me sabe a hierba. De la que nace en el valle, por supuesto. Recuerdo eso y todavía me tiemblan las piernas por las primeras emociones eróticas, los ojitos pícaros seduciendo nuestra inocencia y convencidos de que se equivocó la paloma, se equivocaba. Por ir al norte fue al sur. Todo eso nacía de la fantasía del primer Wincofon que tuve en mi vida y del primer long play que, por supuesto, era de Serrat.
Después fuimos creciendo a la militancia y a la política y Joan Manuel se convirtió en nuestro norte sin paloma confundida. En la encarnación de la resistencia cultural. Serrat se fue transformando en una bandera que nos dio letra para todo. Nos ayudó a parir como generación, nos ayudó a levantarnos minas que en algunas épocas, es la máxima utopía. Nos ayudó a levantarnos utopías que, podríamos decir, es la máxima mina. El Nano se convirtió en sinónimo de libertad y por ella sangró, luchó y pervivió. Por aquí enarbolábamos pancartas por las calles que hablaban de que la dictadura se iba a acabar. Y se acabó.
Eran tiempos en que a Serrat lo prohibían acá y allá. Y sin embargo no podían. Eran tiempos de amar a España, de sentir orgullo por Rafael Alberti y por García Lorca, de tomar partido en la guerra civil española aunque ya era un poco tarde. Eran tiempos de saber de memoria todas las canciones de Serrat y de gastarlas en los fogones playeros de Valeria del Mar o en las peñas del comedor universitario de Córdoba donde la política era una canción como si por esos días los pueblos fueran libres, como quería León Felipe. Después vino la noche del terror, del asesinato masivo a esta tierra y Serrat se convirtió en una contraseña.
Era tanto el silencio y el miedo a que te secuestraran que hasta escuchar a Serrat era todo un desafío. Y si algún conductor de radio se atrevía y lo pasaba o si algún compañero de trabajo se atrevía y lo escuchaba sabíamos que había algo secreto que nos unía frente a la locura del terrorismo de estado. Era una contraseña y una trinchera. Era una luz en las tinieblas. Por eso Serrat se quedó a vivir entre nosotros aunque se volviera físicamente a España. Se convirtió como el mismo dice en la banda sonora de los mejores momentos de nuestras vidas. Hoy mucha gente repite que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. O caminante no hay camino, se hace camino al andar. Y es como si se rezara un padre nuestro. O como si cantara el himno. Gardel será uruguayo pero es argentino. Serrat será español pero es argentino.
Gracias por todo Joan Manual. En tu despedida, me gustaría regalarte la vuelta olímpica del Barsa con Kubala y el recuerdo de Messi de la mano para que ningún niño se deje ya de joder con la pelota. O una España donde nunca más corra la sangre por las calles y ya nadie utilice el tiro en la nuca con los que piensan distinto. O el secreto de tu seducción que todavía hace mojar bombachitas. Y finalmente me gustaría condenarte a regresar un rato y cuando quieras a tu barrio de Poble Sec a preguntarle a Ángeles, tu vieja, cuál era su patria. Para que ella te conteste, profunda y duradera, yo soy de donde comen mis hijos. Y para que una vez más puedas ver sus ojos tristes por el asesinato de toda su familia durante la guerra.
Gracias por todo Joan Manuel. Gracias por ser nuestro hermano y por estar siempre cuando te necesitamos.
Me gustaría regalarte un poco de tus pasiones, un día de pesca, vino Malbec y las mollejas… una tarde de ciclismo y el eco rumoroso que baja de las tribunas en el Nou Camp y celebrar el césped que huele a gloria y donde el pro hombre y el gusano bailan y se dan la mano. O escuchar tus anécdotas de secundario donde te recibiste de tornero fresador, algo que nadie conoce demasiado.
Muchos te han hecho su mejor homenaje poniendo Juan Manuel a sus hijos y no por Rosas, precisamente. O Lucías y Penélopes, que andan por los ríos de tiempo sembrando tu melodía. Gracias…
Un abrazo en el tiempo para tu padre, Josep, obrero para toda la muerte.
Gracias por venir a despedirte. Serrat, querido Serrat, gracias por ser un regalo para el alma. Con tu nombre, flotando en el adiós.

Cristina no espera, desespera – 3 de noviembre 2022

Cristina no come vidrio y sabe que falta muy poco para que la justicia la condene como jefa de una asociación ilícita destinada a saquear al estado. Todo indica que será antes de Navidad. La exitosa abogada que nunca ganó un juicio, pero que lo perdió varias veces, en esa espera, desespera. Le teme más a Wikipedia que a la cárcel. Sabe que después de apelaciones y recursos de todo tipo, pasará mucho tiempo hasta que esa sentencia condenatoria sea confirmada por la Corte Suprema. Sabe que por su edad, no terminará sus días en la cárcel. Tal vez deba pagar con una prisión domiciliaria. Su futuro puede tener la forma de una tobillera electrónica. Pero lo que más la inquieta es la historia. Y lo que dirán de ella en google cuando alguien escriba su nombre. Ella dijo que la historia ya la absolvió, pero fue fulbito para la tribuna.
Una mentira para su propia tranquilidad. La historia en las redes va a decir que fue dos veces presidenta de la Nación, una vez vice, pero que fue condenada por haber liderado un plan sistemático de híper corrupción más grande de la historia democrática argentina. Y eso no se lo saca nadie. Esa mancha en su legajo es la que la altera, la llena de furia y la empuja a ordenar a su tropa que disparen misiles contra la justicia. En su desesperación recurre a los fanáticos para intimidar a fiscales y jueces pero los resultados que logra son muy modestos.
Sus alaridos de mañana en el acto del sindicato metalúrgico apuntaran al mismo enemigo y de paso, le pegará un par de cachetazos al títere que ungió como presidente decorativo de la Nación.
Los soldados de Cristina se movieron en estas horas con subordinación y valor para defenderla.
Martín Soria, el ministro formal de justicia o de injusticia dijo: “Los jueces macristas tienen un plan sistemático de impunidad para los autores materiales del atentado” contra Cristina.
Juan Martín Mena, el ministro real de injusticia y ex agente de inteligencia dijo que los camaristas que liberaron a los 4 integrantes de Revolución Federal “están dando una señal encubridora para que no se investigue el atentado”. Mena es el operador preferido de Cristina. Ella lo lanzó a la fama cuando le ordenó a su mayordomo Oscar Parrilli que le dijera que había que salir a apretar jueces.
Andrés Larroque, (a) “El Cuervo”, lugarteniente de Máximo en la guardia de hierro de Cristina ya lo dijo sin pelos en la lengua: “la gente nos pide más kirchnerismo”. Y en sus dos últimos tuits marcó el camino que van a recorrer.
Amenaza uno: “Los empresarios amigos de Macri, financian grupos terroristas, los jueces amigos de Macri, los protegen y los medios amigos de Macri, les dan micrófono.”
Se trata de falsedades insostenibles. ¿Cuáles son los grupos terroristas? Hasta ahora los únicos que conocemos son los seudo mapuches apoyados por tres ex jefes Montoneros.
Amenaza dos: “Frenar el abuso de las empresas es cuidar la mesa de los argentinos. Si aumentan, no compres”.
Esta orden a la militancia, además de ser infantil y voluntarista no explica porque los mismos empresarios y empresas que operaran en Chile, Brasil, Uruguay o Bolivia, por ejemplo, no remarcan los precios con intenciones de perjudicar a esos gobiernos de distinta raíz ideológica.
Las ideas que pregonan son vetustas, jurásicas y cayeron en desuso porque se comprobó su fracaso desde la hecatombe económica en Cuba y en el chavismo en Venezuela.
El Cuervo, en el tuit fijo aclara “Con Cristina no se jode”. Y esa es la razón de ser del camporismo y sus compañeros de ruta. Garantizar la impunidad de la reina de la Recoleta. Y a esta hora, parece una misión imposible.
Otro gurka K como Leopoldo Moreau exige que se cambie la carátula porque dice “que no es un intento de homicidio, es terrorismo”. Por supuesto que estoy de acuerdo en que se castigue con todo el peso de la ley caiga a estos lúmpenes irracionales que intentaron matar a Cristina. Son un grupito de marginales que no entienden nada, pero estuvieron a punto de producir una tragedia institucional de magnitud y con final impredecible. Pusieron en peligro la paz social con ese intento criminal.
El pobre Alberto no quiso ser menos y también salió a intimidar a dos camaristas y a presionar a la Corte Suprema de Justicia. En su hilo de 5 tuits, acusó a Pablo Bertuzzi y Leopoldo Bruglia de ocupar “sus asientos en forma contraria a la Constitución” y afirmó que “están empecinados en tapar lo obvio: que una banda criminal, con ramificaciones y financiamiento oscuro” atentó contra la vida de Cristina.
Haciendo alarde de una información que no exhibe porque no tiene, el presidente violó la Constitución y la independencia de los poderes. Son cuestiones sagradas de la República.
De todos modos la presión tan fuerte logró en un objetivo de mínima: el juez Martínez de Giorgi procesó sin prisión preventiva y embargó a los 4 integrantes de Revolución Federal por “incitación a la violencia.
Insistió con una mirada conspirativa que solo existe en su desesperación y en la de Cristina. No hay un solo dato creíble, no hay una sola prueba que demuestre que los magistrados están protegiendo a los delincuentes copitos. Cristina necesita una justicia arrodillada a sus pies y cumpliendo sus órdenes. Ella espera que eso ocurra. Pero desespera, porque no ocurre.

Divididos por el cargo – 2 de noviembre 2022

La principal coalición opositora debe encender un alerta roja en su tablero de comando. Las peleas y misiles verbales han superado un límite y los ruidos indican que Juntos por el Cambio está crujiendo con algún riesgo de fractura. Sería una catástrofe para los ciudadanos republicanos que ansían cerrar para siempre el ciclo del nacional populismo corrupto y chavista del kirchnerismo.
Elijo que esta opinión sea conceptual y general, dirigida a todos, sin hacer nombres propios. Intenta ser un llamado de atención, Algo así como decir: abran los ojos y sepan que si continúan por ese camino, al final, hay un precipicio.
El resultado peligroso es que muchos posibles votantes de Juntos comienzan a dudar de la capacidad y solidez de la coalición para gobernar y producir las profundas transformaciones que necesita la Argentina. Si esto ocurriera, el riesgo de una nueva desilusión sería muy grave. Dilapidaría la confianza (tal vez para siempre) de un sector mayoritario que exige la refundación de un país, serio, capitalista, profundamente democrático y republicano.
La principal tarea es derrotar en las urnas a los que enterraron a la Argentina en el barril sin fondo del atraso.
La gran fortaleza de Juntos por el Cambio no son sus individualidades, pese a que tiene varias promesas presidenciales. Por lo tanto, la unidad de la coalición debe blindarse para pegar un salto de calidad institucional y de representatividad.
Acá se verifica ese lugar común que suele atribuirse a Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos”.
Sería suicida insistir en la misma forma de construcción o de destrucción. Una cosa es debatir con libertad y responsabilidad y otra, muy distinta es rugir como fieras enfrentadas.
El mundo indica que la democracia de grandes coaliciones llegó para quedarse. Esos acuerdos no pueden ser meras roscas partidarias. Deben ganar en organización, en representatividad con la elección de autoridades, en despliegue territorial con conducciones provinciales y en propuestas concretas y detalladas con un gabinete en las sombras.
En definitiva: prepararse para ganar y, sobre todo, para gobernar y terminar con la decadencia de un peronismo que solo busca impunidad para Cristina y eternizarse en el poder con un pobrismo chavizante.
Juntos por el Cambio debe fortalecerse para dejar de ser un “Rejunte por el Cargo”. O peor aún, “Divididos por el Cargo” Eso implica mucho trabajo y responsabilidad y postergar los delirios individualistas de candidaturas presidenciales para que, en su momento, sean definidas por la PASO.
Los socios fundadores de este instrumento, es decir Macri, Carrió y Sanz deberían auto convocarse junto a los presidentes de los partidos, Patricia Bullrich, Gerardo Morales, Maximiliano Ferraro y Miguel Pichetto y frenar esta locura. Deberían acordar diez puntos clave de funcionamiento respetuoso y comprometerse a cumplirlos. Barajar y dar de nuevo en el funcionamiento institucional de la coalición. Y sobre todo, empezar a difundir las soluciones concretas que proponen para los dramas que más angustian a los argentinos.
Eso tal vez les haga recuperar la mística de una epopeya republicana.
Esto implica un gigantesco esfuerzo de edificación democrática. Una hoja de ruta hacia el futuro que tenga como parada refundacional al 2023.
Un reglamento que tenga respuestas para todas las dificultades que se presentan en una alianza tan diversa y plural. Hay muchos ejemplos de Frentes o Coaliciones que ya tienen resuelto de antemano lo que hay que hacer cuando un diputado falta a una sesión clave sin tener autorización, o cuando un legislador se pasa a la bancada del adversario en dos minutos, o el tipo de requisitos mínimos que debe exigirse a un nuevo partido para que se incorpore.
Más leyes internas de convivencia y menos amiguismo y subjetividad.
Esos proyectos deben explicarse con minuciosidad y no con sarasa generalista. No sirve hablar de reforma impositiva o laboral. Hay que explicar con lujo de detalles como lo harán.
Esta actividad homérica podría convertirse en un mensaje claro hacia la sociedad. Que la coalición es para siempre, que tienen planes y no solo figurones y que obtienen su representatividad del voto popular.
Hacer política es generar organización y tener capacidad de movilización ante situaciones graves. No es suficiente calentar una banca en el Congreso ni ser valiente y creativo en Twitter.
La oposición debe espantar ese fantasma del “son todos iguales”. Con sus errores y papelones, Juntos por el Cambio es el artefacto político masivo más novedoso que hace tres elecciones que supera el 40% de los votos, que tuvo el primer presidente no peronista en 90 años en entregar el poder en tiempo y forma y que le produjo la peor derrota electoral de la historia al peronismo unido. Todo eso suma y lo consolida como el mejor instrumento para la clase media y los sectores productivos no kirchneristas. Pero falta mucho. Hay tiempo, si no se pierde el tiempo.
Uno de los errores más graves de la política es almorzarse la cena. El manejo de los tiempos convierte en estadistas a los dirigentes. La construcción de un barco resistente que tenga el rumbo claro es lo permanente e imprescindible. En el 2023 habrá tiempo para ver quién puede ser el mejor timonel.