Maradona, a dos años – 25 de noviembre 2022

Hoy se cumplen dos años de la muerte de Diego Maradona.
Podría mirar para otro lado y hablar solamente del Diego y su magia futbolística, del Dios de los estadios. Sería menos conflictivo. Porque como jugador, nadie lo discute. Pero no me gusta esa actitud demagógica de decir lo que conviene. Creo que en todas las noticias hay enseñanzas. En la vida y la muerte de muchos ídolos hay material para rescatar en los valores y para rechazar en los delitos.
A dos años de la triste muerte de Maradona, me parece injusto profesionalmente recordarlo solamente por su costado angelical y ocultar su parte oscura. Porque Maradona fue ambas cosas. Su vida fue construida y destruida entre Dios y el diablo. Una cosa no quita la otra. Ambas caras de la moneda son ciertas. Dolorosamente ciertas.
A este tipo de cosas me refiero cuando hablo de la parte diabólica de Maradona.
Y al oportunismo político de hacer negocio millonarios con la dictadura chavista y Nicolás Maduro.
Pero también comprendo la otra mitad de su vida.
Ese señor que murió a los 60 años, construyó en 10 segundos y 89 centésimos la máxima obra de arte deportiva de la historia argentina. Ese señor de la lengua pesada, la herida en la cabeza y los ojos achinados por la gordura de su cara, dio cátedra de tango bailando sobre una pelota y frente a los ingleses, nada menos. Inventó todo frente a quienes dicen ser los inventores del fútbol. El estadio azteca se puso de pie cuando vio edificar el gol más golazo de todos los tiempos.
Ya había puesto la mano de Dios y la trampa del Diablo, para el uno a cero. Y después vino el pie alado. La zurda milagrosa que todo lo que toca lo convierte en fiesta. Eran los cuartos de final. Era Inglaterra-Argentina, muy cerca de Malvinas, aunque parezca mentira. Había más adrenalina, nervios y esperanza que en cien clásicos de Boca y River. Era la revancha de los pibes, aunque suene a delirio. Ese señor que saca su pecho potente y prepotente aún frente a la muerte, hace dos años, fue derrotado para toda la vida. Ese señor fue un ingeniero de magias que diseñó una de las emociones más fuertes de los argentinos y que instauró el 22 de junio como el día nacional de la fantasía.
Ese señor que lamentablemente tenía el sí fácil para la droga y era adicto a los vividores que siempre revolotearon a su lado como caranchos, adentro del campo de juego, era todopoderoso, jugaba para la felicidad de todos. No había nada imposible para su cintura y su empeine. Era capaz de todos los milagros. Por ejemplo, de repartir la magia redonda y de cuero, como quien reparte un juguete el día de Navidad. Con sus genialidades y coraje para ponerse el equipo al hombro y también con sus miserias y oportunismo, Maradona tiene mucho de nosotros. Nació en Fiorito y no podría haber nacido en otro lado. Tenía nuestras luces y nuestras oscuridades.
No conozco un argentino que haya empezado de tan abajo y que haya llegado tan arriba y que volvió a caer tan abajo. Dio montañas de felicidad a sus semejantes y también hizo mucho daño. Es cierto que en “ese” cuesta abajo en su rodada, se llevó puesta la otrora relación maravillosa que tenía con sus hijas o con “La Claudia”. O que sus posiciones políticas son para la crítica, cosa que hice varias veces y con mucha enjundia.
Fue el artista de la gambeta celeste y blanca. Hace mucho que no había que pedirle nada más. Los que lo rodearon siempre debieron darle en lugar de pedirle. Darle contención, ayuda desinteresada, poner el hombro para que Diego pudiese llorar y exorcizar todos sus arrepentimientos.
Ese señor que vivió en los mejores hoteles y en los palacios más alucinantes sintió el ruido del hambre en la panza y juró por Villa Fiorito que iba a zafar con la ayuda de la pelota que no se mancha.
Pero el no pudo mantenerse limpio. La pelota no se manchó, es cierto. Pero lo que se manchó fue su pronturario.
Se hizo millonario, campeón del mundo y dueño por los siglos de los siglos de la camiseta número diez de Argentina. Se hizo patrimonio nacional futbolero, con la sangre celeste y blanca corriendo por sus venas. No arrugó nunca en ningún partido. Era capaz de putear a los que puteaban el himno y arengar a sus compañeros.
Maradona se cansó de escribirle cartas a los reyes magos que no le daban ni pelota. Y él quería una pelota. Su viejo, El Toro, ferroviario y tímido, le enseñó a pescar y a hacer los mejores asados. Su madre, doña Tota, lo miraba como quien mira solo la ternura del ser humano. Maradona, allá arriba, comenzó a reencontrarse con esos afectos genuinos e incondicionales. Sus raíces fundacionales lo estarán esperando en las alturas. Don Diego con un mate caliente y doña Tota con un saquito tejido por ella. Los tres fabricarán lágrimas en un abrazo eterno.
Ese señor tiene un trono permanente en Nápoles. Es el símbolo que fue vengador de tantas desigualdades y de tanto mirar por encima del hombro de Milán a esa Italia tan profunda, tan lejos de Dios y tan cerca de África.
Por eso Fiorito y Nápoles son su tierra, de nacimiento y de renacimiento, su lugar en el mundo. En los altares de las iglesias, entre la ropa colgada en las ventanas, Diego está sentado a la derecha de San Genaro. Por eso en Nápoles y en Argentina, miles de chicos se llaman Diego. Había que ver la cara de los chicos del mundo cuando Maradona hacía jueguito con una pelota de tenis, de ping pong y hasta con una chapita de cerveza.
Ese señor que será eterno como dijo Messi, no tenía las monedas necesarias para tomar el colectivo que lo llevaba a probarse en Argentinos Juniors, donde nació la gloria y la leyenda. No tenía un peso partido al medio. No conocía ni el dulce de batata ni la manteca, como me dijo una vez delante de Jorge Cyterszpiller, el que lo invitaba a merendar todas las tardes en su casa de La Paternal.
Ese señor se calzaba las zapatillas flecha hasta que se desflecaban en la canchita de tierra donde aprendió todos sus trucos.
Cada vez que daba gracias al señor por el pan de su mesa, recordaba que el primer sueldo se lo gastó entero para invitar a comer a su mítica madre. Llevó a doña Tota al restaurante “La Rumba”. Es que tenía dos sueños permanentes: jugar en la selección y llevar a comer a un lugar cajetilla a su vieja del alma. Juntos miraban esa pizzería bacana desde la ventanilla del colectivo mientras pasaban los adoquines de Pompeya y más allá la inundación.
Ese señor que mira a la cámara y grita gol con un alarido de sus entrañas se llama Maradona y es argentino por los cuatro costados. Su fútbol nos identificará por siempre. Nos pondrá la marca en el orillo. Artístico y engañador. Sublime y tramposo. Te doy, pero te quito. Voy para allá, pero salgo por acá. Te deslumbro. Te enamoro pero te miento. Un corte y una quebrada.
Ese señor fue capaz de llenar cientos de bomboneras y monumentales. Diego Maradona fue el quinto hijo de los ocho de un obrero que nació en una Esquina de Corrientes sin Esmeralda. Llegó al mundo con una pelota debajo del brazo. Su padre le lustraba los botines cuando era cebollita y él sacaba apenas la lengua, llenaba de aire su pecho y salía por el pasto a despatarrar gigantes defensores y a hacerles pasar papelones de padre y señor nuestro.
A dos años, todavía nos resulta increíble que Maradona haya muerto. Su cuerpo privilegiado aguantaba todos los bombazos que el mismo le tiraba. Hace 40 años aspiró cocaína por primera vez para hacerse el cancherito y para aguantarse ser Maradona todo el tiempo y en todo lugar. Hoy el mundo lo recuerda y nosotros también. Pero no ocultamos a ninguno. Recordamos a los dos Maradonas que convivieron en el cuerpo de Diego. Al que está en el cielo y al que cayó en su propio infierno.

Kirchner, el apellido de la inseguridad – 24 de noviembre 2022

El último papelón de Cristina es que, después de 20 años en el poder, recién ahora descubrió que la inseguridad es un drama en la Argentina. Recién ahora se enteró que los que más sufren los robos y los asesinatos son los más pobres y los más vulnerables, que son los jubilados. Nunca les importó el tema. Todo lo contrario. Decían que esa era una bandera de la derecha represora y de los ricos. Parece que alguien le mostró encuestas que demuestran que junto con la inflación es el castigo más grave que están padeciendo millones de argentinos que están hartos de un kirchnerismo que siempre estuvo del lado de los delincuentes y jamás se preocupó ni se ocupó de las víctimas. Cristina, con un nivel de desconocimiento feroz sobre el tema, apuntó contra Aníbal Fernández y Sergio Berni, los responsables de combatir la inseguridad a nivel nacional y en la provincia. Con un voluntarismo y un simplismo infantil reclamó que manden más gendarmes y que los saquen de la Patagonia. Se nota que no le interesa darle seguridad a los que viven en el sur y padecen los ataques del terrorismo seudo mapuche apoyado por tres ex jerarcas Montoneros. Pero tampoco registró que la Gendarmería en general, como fuerza, quedó muy resentida con el ataque del kirchnerismo que intentó culparlos de un asesinato y desaparición que nunca existieron. Se probó con 55 peritos que Santiago Maldonado se ahogó en el río que intentó cruzar sin saber nadar.
Hoy las operaciones están a la orden del
día. Varios intendentes kirchneristas de la provincia aprovechan la volada para pedir la renuncia de Berni. Sobre todo después que en el programa de Jorge Lanata se denunciara que ocultó bienes en su declaración jurada. Tiene 4 propiedades en Bariloche que no figuran y que solo fueron declaradas el mismo día de la investigación periodística. Una de ellas vale aproximadamente un millón de dólares. Su patrimonio es muy difícil de explicar y su falta de resultados en la gestión lo dejó al borde del despido. Hoy dijo que el día que se tenga que ir se irá y que eso lo decide el gobernador Kicillof. Se acuerdan que Berni había dicho que el que trajo al borracho, que se lo lleve.
De todos modos, Alberto y Aníbal están estudiando la posibilidad de enviar más gendarmes a la provincia. ¿Es parte de un plan integral contra el delito? No, de ninguna manera. Es una forma de evitar que Cristina les vuelva a disparar con munición gruesa. Así planifica el peor gobierno de la historia las soluciones para uno de los más terribles problemas que sufren los argentinos. Espasmos impulsados por los arrebatos de Cristina. Es más, la vocera Gabriela Cerruti, ha dicho que a los gendarmes los tienen que pedir las provincias.
Son peleas de poder para sacarse la responsabilidad y el costo político de encima. Son puro fulbito para la tribuna. El verdadero problema es que la inseguridad en la Argentina tiene doble apellido: Kirchner y Zaffaroni.
Por inútiles, vagos, cómplices o por simpatías ideológicas con los delincuentes, el estado es culpable de estas atrocidades y es responsable de no combatirlas como corresponde. Cristina, Alberto, Aníbal, Axel, Berni y Máximo Kirchner son dirigentes que todavía creen en ese dogma apolillado de que el delito es producto de la explotación de la sociedad capitalista y que el ladrón o el asesino son víctimas y por eso los protegen y si caen presos, los liberan lo más rápido posible. A eso, estos caraduras le llaman, derechos humanos.
A las víctimas, ni justicia. Ese es el marco cultural y social donde todos estos marcianos se arrodillan ante el altar de Eugenio Zaffaroni que tiñó con sus teorías gran parte del pensamiento de abogados, fiscales y jueces. Así nos va. Nos va a costar años volver a la racionalidad punitiva, a los premios y los castigos.
Ahí están los responsables de resolver el tema. Son los culpables de que este drama cotidiano sea colosal. Aníbal Fernández quedará en la historia por decir una burrada inédita: “la inseguridad es una sensación”.
¿No tiene nada que ver el cristinismo extremo y dogmático en que una parte de la justicia se haya convertido en una liberadora serial y a la velocidad de la luz de todo tipo de delincuentes? Y sumo a los delincuentes y corruptos que están en el gobierno y a los que son cómplices de los que están en el gobierno kirchnerista.
Alberto Fernández justificó plenamente la suelta de casi 5 mil presos al comienzo de la pandemia. ¿Se acuerda?
Fue una locura que no se multiplicó más gracias al freno que le puso la sociedad movilizada y caceroleando.
El kirchnerismo asocia todo el tiempo a la policía o a la gendarmería con la dictadura y la represión en una inflamación ideológica de un simplismo infantil y peligroso. No entienden o no quieren entender que esos uniformados hoy son los encargados de proteger a la sociedad honrada que trabaja, estudia, paga sus impuestos y cumple con la ley. Por lo tanto, a 38 años de finalizada la dictadura, es hora de que las fuerzas de seguridad sean respetadas, capacitadas, pertrechadas y reconocidas económicamente como corresponde. Los policías que comenten delitos, manchan el uniforme y deben ser extirpados de la fuerza, por supuesto. Pero lo que se comportan con profesionalismo y transparencia ética, deben ser cuidados y premiados. Ellos sembraron esa concepción reaccionaria y antipopular de la justicia que encima se auto percibe progresista.
Para “vivir sin miedo y no convivir con el miedo”. El miedo es el peor veneno de una sociedad y de un individuo. Siempre el pánico nos saca lo peor de nosotros.
Hay que ser duro con los delitos duros y duro con las causas que llevaron a esa persona a delinquir? Pero mientras tanto hay que proteger la vida de la gente. Proteger a los decentes y castigar a los delincuentes. Dentro de la ley, todo. Fuera de la ley, nada. ¿Lo entienden los Kirchner?

El que le robó a los Kirchner – 23 de noviembre 2022

El juez Julián Ercolini procesó, con prisión preventiva, a uno de los testaferros del Cártel de Los Pingüinos Millonarios. Se trata del mexicano Isaac Esparza que funcionó como titular de varias sociedades destinadas a lavar por lo menos 70 millones de dólares.
La causa es un desprendimiento de la de los cuadernos de las coimas K e involucra principalmente al secretario privado de los Kirchner, Daniel Muñoz que falleció en mayo del 2015.
Muñoz fue un integrante clave del Cartel de los Pinguinos enriquecidos en forma ilegal y colosal. Hablo de Rudy Ulloa Igor, Julio de Vido, Roberto Baratta, José López, Lázaro Báez y Cristóbal López, entre otros patagónicos amigos, cómplices, empleados y socios del matrimonio Kirchner.
Muñoz era un petiso, rubio y gordito, muy parecido al humorista británico Benny Hill. Pero no era ningún gil. Por lo menos él se creía muy vivo. Conoció a los Kirchner cuando entró a trabajar como cobrador a su estudio jurídico. Se podría decir que siempre tuvo ese rol, el de cobrador. Porque fue el principal recaudador de fondos de coimas del gigantesco sistema de corrupción que instalaron los Kirchner. Muñoz era el encargado de recibir los bolsos, valijas y mochilas cargados de dólares y euros sucios, esconderlos en el sur y luego lavarlos. Todos los caminos llevaban a Muñoz que, en casi todos los casos atendía en el departamento de Recoleta donde vivió el matrimonio presidencial y en donde todavía vive Cristina. Cuando Muñoz se incorporó al gobierno nacional, declaró como único patrimonio un VW Gol modelo 99. Cuando se murió, según el cálculo de Víctor Manzanares, el arrepentido ex contador de los Kirchner, Carolina Pochetti, la viuda de Muñoz tenía alrededor de 200 millones de dólares, invertidos en su mayoría en empresas y propiedades lujosas. ¿Escuchó bien? Doscientos millones de dólares. De un Gol modelo 99 a la fortuna propia de un magnate. La gran pregunta de ese momento fue si semejante riqueza era de Néstor y Muñoz actuaba solo como testaferro de su jefe o si Muñoz, se la había robado durante tantos años apostando al dicho del que le roba a un ladrón tiene 100 años de perdón. De todos modos eso da una magnitud del total robado al pueblo argentino. Está claro que fueron los patrones del mal de Santa Cruz.
Muñoz era muy maltratado por Néstor. Era una costumbre del ex presidente, manosear el trasero o empujar o directamente pegarle un cachetazo a sus colaboradores de menor rango. Muñoz la ligaba siempre. Incluso le pegada delante de los periodistas.
El océano de billetes viajaba en el avión presidencial, algo que el propio piloto confirmó y en el aeropuerto nadie se atrevía a revisar la camioneta en la que se llevaban los bolsos a la casa de María Ostoic, la madre de Néstor.
En su impunidad absoluta, llegaron a comprar un hotel flotante de 5 estrellas que navegaba por el Lago Argentino.
El matrimonio Muñoz compró
5 terrenos en el bellísimo archipiélago de Turks and Caicos. Están al lado del lujoso hotel Amanyara y tenían pensado construir un resort para millonarios vip. Es que las 40 islas que pertenecen a Gran Bretaña tienen una barrera de coral de 14 millas y un hermoso mar cristalino.
Por esto y por las propiedades que compraron en Miami y en Nueva York, intervino el FBI y las cosas se están poniendo más complicadas para el entorno de los K y para la propia Cristina. Porque la inquietud principal es: ¿De dónde sacaron los Muñoz esos 30 millones de dólares? ¿Y de dónde sacaron los Kirchner, semejante opulencia casi de jeque árabe? Corrupción. Coimas. Lavado. Delincuencia de estado. Esas son las respuestas y al FBI no le pueden ir con el cuentito ese de que los persiguen por ser revolucionarios.
Era tanto el dinero que también pudieron comprar en Argentina empresas del rubro petrolero, inmobiliario, de insumos farmacéuticos y en Miami hasta un supermercado. La frutilla del postre, la cima de la delincuencia, es que se atrevieron a comprar dos departamentos en el legendario Plaza Hotel, en la 5ta avenida, en el corazón de Nueva York. Uno de ellos les costó 14 millones de dólares. Es un lugar reservado para las grandes figuras del mundo del espectáculo como Mick Jagger, Marlene Dietrich, Marilyn Monroe, o Frank Sinatra, entre otros. Hasta ese lugar llegó el secretario privado de Néstor y Cristina Kirchner.
Manzanares le contó a la justicia, es decir que figura en el expediente de su declaración, que cuando murió Néstor y llegó al aeropuerto Daniel Muñoz, había varios desesperados de codicia que se peleaban por lo que llamaban “las llaves del tesoro”, donde estaba guardado el producto de la corrupción de estado.
El juez Claudio Bonadío escribió que “esta era una organización criminal liderada por Cristina para recaudar fondos ilegales” y tal vez por eso, la ex presidenta dijo “menos mal que se murió Muñoz”. Todavía no se habían arrepentido ni Carolina Pochetti ni Víctor Manzanares. Ella estuvo 4 meses presa. Y el estuvo como testigo protegido hasta que renunció y se fue a Rio Gallegos donde pidió perdón públicamente a Dios, a su familia y al pueblo argentino”.
Muñoz, fue un cadete con traje y corbata, un corre ve y dile con 200 millones de dólares. Solo en la Argentina K podía ocurrir eso. Nunca trabajó de nada que no fuera secretario de Néstor. Por eso digo que Daniel Muñoz, se enriqueció como por arte de mafia.