Cristina condenada: ladrona de la nación – 7 de diciembre 2022

La democracia no se terminó. Todo lo contrario. Las sagradas instituciones republicanas salieron fortalecidas. La condena por corrupción a Cristina implicó derrotar dos de los principales venenos del estado de derecho: la impunidad y el miedo. Son dos tóxicos poderosos.
La impunidad que tanto desesperó a Cristina, produce una erosión tremenda en la confianza de los ciudadanos en el sistema. Con toda razón, la gente que trabaja honradamente y cumple la ley, siente que los poderosos pueden hacer cualquier cosa y que nunca sufren las consecuencias. Esa idea de que nunca pasa nada y que nadie paga por los delitos que comete, ayer estalló por los aires.
Y el miedo, el pánico, es el componente más reaccionario que puede tener una sociedad. El temor nos saca lo peor de nosotros. Hace que mucha gente se arrodille y pierda su dignidad. Quedó en la historia aquel consejo de Cristina de que había que tenerle miedo a Dios y un poquito a ella.
Hoy los únicos que le temen a Cristina son sus propios soldados y talibanes. Algunos por convicción política, otros por dinero y muchos porque sin ella no podrían ganar ni una elección en el consorcio de su edificio. El terror que provocaba Cristina en amplios sectores de la justicia, ayer estalló por los aires.
La democracia no se terminó. Lavó parte de su mugre. Condenó a seis años de prisión con inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos a la mujer más poderosa y la que más daño le hizo a la República Argentina. Y lo hizo con ella en funciones. Nunca antes había ocurrido eso en la Argentina. Los libros de historia recordarán el 6 de diciembre de 2022 como el día en que la impunidad y el miedo fueron derrotados y la República dio un paso más en su consolidación. Funcionó la división de poderes. Funcionó la independencia de la justicia. Las operaciones asquerosas, los aprietas e intimidaciones cayeron en saco roto. Fracasó estrepitosamente el operativo para blanquear la figura de Cristina. Los diarios del mundo lo dicen con claridad. Con todas las garantías constitucionales, la dos veces presidenta de la Nación, fue condenada por ladrona. La Ladrona de la Nación, como dicen los hashtag en las redes sociales. Se hizo justicia.
No hubo pelotón de fusilamiento. Hubo un tribunal de jueces designados durante su presidencia, al igual que el fiscal Luciani. Ninguno tiene militancia política. Todos tienen más de 25 años de trabajo en tribunales. Se cayó a pedazos la falsedad del Lawfare y de la mafia o la dictadura jurídico mediática. Se confirmó el ADN de la democracia: nadie está por encima de la ley.
No hubo 17 de octubre ni conmoción espontánea en la sociedad. Ayer la justicia confirmó lo que todos sabíamos hace mucho. Cuando Néstor Kirchner murió, Cristina se hizo cargo de la conducción política, pero también, de la administración del sistema de coimas y retornos, del dinero sucio de la corrupción y del lavado. Nunca nadie en la Argentina de los civiles robó tanto durante tanto tiempo. Es incomprensible la voracidad y la codicia sin límites. La cleptocracia que lideró Cristina enriqueció ilegalmente a toda su familia, a sus secretarios privados, a sus empresarios testaferros y socios y a muchos funcionarios de sus gobiernos. Yo le llamo bulimia de poder y de dinero. Obsesión descontrolada, “éxtasis”, como confesó Néstor abrazando un caja fuerte con angurria pornográfica.
El peronismo hoy entró en un estado de asamblea permanente. ¿Seguirán atados al ocaso de Cristina? ¿Aceptarán seguir secuestrados por una lideresa que los llevó al paraíso del poder pero que, ahora, los lleva al infierno de la cárcel? Hay una frase legendaria de un intendente del Conurbano: “A los compañeros los acompañamos hasta la puerta del cementerio, pero no nos enterramos con ellos”. Veremos.
Una Cristina descontrolada, temblorosa y contra las cuerdas ayer anunció que no va a ser candidata a nada para que la metan presa si quieren.
Ha mentido tanto la reina del Calafate que su palabra vale menos que un chupetín. Por eso, como primera medida, nunca creo y siempre dudo de lo que diga Cristina. Esta vez, tampoco le creo. Se victimiza a fondo como perseguida política para provocar una reacción a su favor y un operativo clamor que le ruegue que sea candidata. Por ahora, ocurrió todo lo contrario. No hubo grandes movilizaciones, solamente modestos apoyos callejeros que fueron una ostentación de debilidad. Cristina se está quedando cada vez más sola con su núcleo duro que cada vez es más duro y más chico.
La buena noticia es que si la mayoría de los argentinos sabemos procesar lo que pasó, tal vez hayamos logrado un nuevo Nunca Más. Un nuevo contrato social. En el 83 se le dijo Nunca Más a los golpes de estado y a la utilización de la violencia armada. Ojalá este 2022 quede grabado a fuego como el Nunca Más a los ladrones de estado. De nosotros depende.

Cristina, corrupción Nunca Más – 5 de diciembre 2022

Para la inmensa mayoría de los argentinos, mañana será un día histórico. Para Cristina, el “pelotón de fusilamiento le hará un regalo a Magnetto”, el CEO del grupo Clarín. La única verdad es que, por primera vez, una vice presidenta en ejercicio será condenada por corrupción. Cristina, además, fue dos veces presidenta de la Nación y sigue siendo la mujer más poderosa del país político. Será una noticia de repercusión mundial. Las toneladas de pruebas exhibidas durante el juicio oral certifican con documentación, testimonios y escuchas telefónicas que Cristina fue la jefa de una asociación ilícita para saquear al estado y enriquecerse ilegalmente. Eso no significa que será condenada por ese delito. Las versiones que surgen desde los tribunales hablan de que será sentenciada a 6 u 8 años de prisión por “administración fraudulenta”, otro de los delitos por los que fue acusada por los fiscales. Le recuerdo que con rigurosidad y valentía, Diego Luciani y Sergio Mola solicitaron 12 años de prisión, inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos y que devuelva el dinero que se robó que, algunos aseguran que llega a la friolera de 2.500 millones de dólares.
¿Escuchó bien? Solo en esta causa, la estafa, la cleptocracia, fue por 2.500 millones de dólares.
Cristina ya les disparó con todos los misiles posibles tanto al tribunal como a la Corte Suprema. Los hizo intimidar por varios de sus matones y talibanes mediáticos. Insiste en decir que hay una dictadura jurídico-mediática que la quiere presa o muerta. El propio Luis D’ Elía, en un alarde de golpismo llegó a decir que si la condenan a Cristina, se termina la democracia. Y como si esto fuera poco llamó a cortar rutas y movilizar hasta que renuncie la Corte Suprema de Justicia. Jamás, desde la recuperación de las instituciones, nadie se atrevió a tanto. Eso muestra el nivel de desesperación y denuncia que pueden llegar a romper el estado de derecho. Cristina ya paralizó el poder legislativo con sus trampas y ardides y quiere congelar a la justicia esterilizando al Consejo de la Magistratura. Quiere legisladores, jueces, fiscales y periodistas rendidos a sus pies. Eso es de cumplimiento imposible. Eso es nacional populismo chavista.
Ayer, Joaquín Morales Solá, escribió en su editorial del diario La Nación que “Cristina está logrando la anarquía institucional… con el patoterismo de los fanáticos”.
Cristina, su guardia de hierro camporista, la mafia moyanista y los grupos piqueteros tienen una gran capacidad de daño. Pero la mayoría de la sociedad va a defender la república y la paz social. No va a permitir que la Argentina se convierta ni en Venezuela ni en Santa Cruz.
Como señaló Jorge Fernández Díaz, se nota que en el relato, hay “fatiga de materiales y degradación narrativa… de los vampiros de estado”
Cristina, en una entrevista a un diario de Brasil, repitió el rosario de mentiras que la define. Dijo que se violaron todas sus garantías constitucionales y la realidad demuestra que fue todo lo contrario.
El juicio oral fue impecable y absolutamente ajustado a derecho. El pelotón de fusilamiento al que ella se refiere es el Tribunal Federal Oral número 2 integrado en su totalidad por jueces que designó ella. El fiscal Luciani, tan atacado por los K, también fue nombrado por ella. Ninguno tiene antecedentes de militancia política. Todos hicieron una larga carrera en la justicia. Jorge Gorini, el presidente del tribunal que mañana leerá la sentencia, hace 35 años que trabaja en Tribunales. ¿Se hicieron macristas de golpe? ¿Se convirtieron en empleados de La Nación o Clarín? De ninguna manera. Son magistrados independientes que hacen su trabajo con coraje y que están dispuestos a quedar en la historia. Este es el juicio a civiles, más importante realizado en la Argentina. Tal vez sea superado por el caso de los cuadernos de las coimas K, pero, para eso, todavía falta un tiempo. Mañana, tal vez, será un día que recordaremos como el “Nunca Más” de la corrupción. Como el momento en que la Argentina honrada y de manos limpias empezó a sepultar para siempre a los ladrones de estado.
Hay que recordar que todo se inició por una denuncia de la doctora Elisa Carrió que dijo que “la Argentina fue abusada durante 20 años por Cristina” y que mañana, “podemos poner fin a 16 años de impunidad”. Después, aportó mucha prueba documental Javier Iguacel.
La transparencia y la lucha contra el latrocinio no conspiran contra la democracia. Todo lo contrario, abren las ventanas para que el aire puro limpie los pulmones del sistema.
El fiscal Luciani planteó la disyuntiva con toda claridad: “Corrupción o Justicia”.
Estamos ante un momento clave. Es justicia o corrupción.
Es el Nunca más a los ladrones de estado. Es el Nunca Más al Cartel de los Pingüinos Millonarios.

Argentina necesita muchos Leloir – 2 de diciembre 2022

Hoy se cumplen exactamente 35 años de la muerte de uno de los más grandes argentinos de todos los tiempos. Un día como hoy partía hacia la eternidad, el doctor Luis Federico Leloir. Siempre me gusta traerlo del recuerdo porque sueño con que nos siga iluminando para seguir el mejor de los caminos para la Argentina.
Muy lejos de la corrupción que nos envenena. Muy lejos del autoritarismo que nos asfixia, Este compatriota del alma, Luis Federico Leloir nos reconcilia con el orgullo de ser argentino. Es el mejor espejo en donde deberíamos mirarnos como sociedad. Para confirmar que no todo está perdido.
El doctor Luis Federico Leloir recibió el Premio Nobel de Química y estamos hablando de un hombre íntegro, que es mucho más que alguien honesto. Leloir era íntegramente integro. Con gente como él y su recuerdo deberíamos integrar una especie de seleccionado nacional que nos sirva como ejemplo para construir un país cada día más íntegro, con ciudadanos íntegros que arrojen como consecuencia inevitable, gobiernos íntegros.
Con perdón por el abuso del juego de palabras le digo que ser íntegros es ser virtuosos, decentes y honrados. Pero además es alguien que tiene actitudes irreprochables, una rectitud casi religiosa, una ética a prueba de todo.
Así fueron el doctor Arturo Illia, el querido René Favaloro y, entre otros Luis Federico Leloir.
En 1970, Leloir estaba en la sala de conciertos de Estocolmo y el rey de Suecia le entregaba el galardón con más prestigio del mundo.
De entrada, permítame que le cuente una anécdota que siempre cuento sobre mi admirado Leloir. Creo que lo pinta de cuerpo entero. Lo pinta como lo que fue: un hombre íntegro.
Escuche, por favor. Le va a levantar el ánimo frente a tanta podredumbre que robó a cuatro manos los dineros públicos y que encima persigue a dirigentes y periodistas honestos, y atenta contra el sistema democrático.
Escuche, lo que ocurrió con este patriota que ojalá nos sirviera de molde para fabricar las nuevas generaciones.
Un día, una señora muy aseñorada, una médica con la nariz excesivamente hacia arriba, entró al laboratorio y vio a un hombre de guardapolvo gris tirado en el suelo, pintando unas maderas. Creyó que se trataba de un ordenanza y le pidió con cierto aire de altanería que por favor le anunciara al doctor Leloir que había llegado la doctora fulana de tal.
– Mucho gusto, doctora. Yo soy Leloir, encantado. ¿En qué puedo servirle?, le dijo mientras se incorporaba aquel hombre de guardapolvo gris, manos limpias, corazón solidario y cerebro privilegiado.
Era tanta la generosidad y la falta de egoísmo de Leloir que durante mucho tiempo después de su muerte, en el Instituto que lleva su nombre, siguieron descubriendo becas o suscripciones a revistas científicas que él había pagado de su bolsillo sin decirle nada a nadie.
Leloir donó sus sueldos y todos sus premios. Repartió el Premio Nobel, lo compartió como el pan con sus compañeros. La mitad para seguir investigando en el instituto y el resto entre sus colaboradores. Nunca buscó la fortuna ni la gloria fácil. Fue un ejemplo de superación y sacrificio, de búsqueda de la excelencia. Jamás le interesó ser un figuretti ni ostentar nada. Fue una suerte de sumo sacerdote de la ciencia y de la ética pero que tenía una capacidad de comunicación con la gente y un sentido del humor maravilloso. Entendía la ciencia como un instrumento muy valioso para la transformación y el crecimiento social. No como un artículo de lujo o como una medalla frívola para colgarse en el pecho.
Leloir nació francés pero creció y vivió argentino. Fue parido en Paris de pura casualidad. Sus padres habían viajado a dar a luz a la ciudad luz porque su madre tuvo que someterse a una compleja intervención quirúrgica. ¿Lo habrá marcado esto para convertirse en médico más adelante? Era el más chico de los nueve hermanos y ya se destacaba en el colegio primario del estado y por eso en un par de años hizo lo que a los demás les llevaba el doble de tiempo. Fue un Nobel discípulo de otro Nobel. De Bernardo Houssay en el Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina que él dirigía. Como investigador se perfeccionó en Inglaterra y Estados Unidos y en 1947, comenzó a trabajar en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar donde luego fue nombrado director.
Hoy podría decir que el diario no hablaba de ti, porque casi no sale una línea en ningún lado. Fue el tercer argentino en ser honrado con el Nobel. Su descubrimiento de los nucleótidos, azúcares y su papel en la biosíntesis de los hidratos de carbono lo llevaron a esa cumbre mundial. Justo hoy que estamos con el tema del etiquetado frontal y la alimentación sana.
Voy a intentar ser didáctico y explicarlo en la forma más sencilla posible. Trabajó en el proceso interno por el cual el hígado recibe glucosa y devuelve glucógeno, llamado biosíntesis de polisacáridos. Al año siguiente fue designado presidente honorario del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Leloir siempre se escapó de la notoriedad de las conferencias y los discursos. Tenía la misma humildad de su amigo René Favaloro, con el que trabajó durante años con muchísima afinidad.
Leloir era feroz con su ironía. Varias veces a la hora de agradecer una distinción de las miles que recibió decía: “desearía conseguir un buen laboratorio en lugar de tantos actos y honores”. Una vez frente a una nube de periodistas que lo acosaban por una declaración los paró en seco y les dijo:
– Está bien… voy a hablar. ¿Pero puedo preguntar primero yo? ¿Sí? ¿Cuándo creen ustedes que recuperaré la tranquilidad y la paz que necesito para trabajar?
Si solía disfrutar de la charla con sus compañeros de trabajo a la hora del mate cocido. Para ahorrar, traía frascos de su casa en grandes canastas. Era divertido e insólito en la prolijidad del laboratorio, ver esos frascos de café o mayonesa de todos los tamaños y colores, reciclados como probetas y otros recipientes. Los científicos extranjeros se asombraron cuando vieron que un solvente muy utilizado estuviese almacenado en un frasco de perfume con la etiqueta original de papel y todo que decía: “Flor de Loto”.
Sobre una de las paredes, Leloir tenía pegado un cartel que lo definía todo: “No existen problemas agotados. Solo hay hombres agotados por los problemas”. El facilismo era uno de los enemigos de Leloir. Nada importante se consigue sin esfuerzo y sacrificio. Sangre, sudor y lágrimas para los grandes logros nacionales.
A Don Luis Federico Leloir o al doctor Leloir es alguien que los argentinos tenemos recordar siempre. Sobre todo en estos tiempos de cólera donde dudamos de nuestra integridad y capacidad y donde desde el gobierno se combate la excelencia y el mérito.
Creo que es alguien para reverenciar.
Para arrodillarnos en el altar del conocimiento y la ética. Recuperar su memoria y ponerlo en los pupitres de los chicos y los estudiantes de todas las carreras. Es una humilde idea. Creo que nos puede servir de estímulo a todos. Para ser argentinos íntegros como él. Solamente con estos cimientos vamos a poder construir el país de nuestros sueños para nuestros hijos. Un país donde haya cada vez menos inmorales como sobran en este gobierno y cada vez más patriotas como Luis Federico Leloir. No parece tan complicado. Debería ser nuestra epopeya colectiva.